Lo que necesitas saber:
“Las cosas ya no las fabrican como antes”, dices. Y no: gracias a la máquina de coser de mi abuela, reconocimos que hemos ido perdiendo el Derecho a Reparar
Vivimos manipulados en un sistema de consumo obligado que nos impide reusar los objetos de la vida diaria, como gadgets, ropa o utensilios domésticos. Más allá de nuestro Derecho a Reparar, este contexto de alienación tiene implicaciones cada vez más graves.
La máquina Singer de mi abuela
Un día eres joven y al otro te dices: “las cosas ya no las fabrican como antes”. Y sí, tal vez tengas razón. La antigua máquina de coser Singer de mi abuela fue su regalo de bodas por ahí de 1935 y la rescaté del basurero un día que mi mamá decidió tirarla.
La llevé a restaurar con un carpintero… ¡y aún cose! Es una joya que atesoro y que mis sobrinas ya me pidieron de herencia.
Cada dos años la llevo a su mantenimiento al Mercado de la Portales de la Ciudad de México con un señor —de los pocos que quedan— que es experto en reparar ese tipo de muebles. La máquina de coser Singer pesa muchísimo, pero tiene casi cien años de hacer disfraces para los bailables escolares de la chamaquiza, de zurcir ropa, de dobladillar cortinas y manteles; así como de todos los básicos de costura por más de tres generaciones en la familia.
No, no se volvieron a fabricar máquinas de coser así.
Y es que está comprobado que existe una acción intencional por parte de los fabricantes para que toda clase de productos “dejen de servir en un tiempo determinado”. Esto se aplica a toda clase de objetos, como “celulares, computadoras, tabletas, impresoras, lavadoras, secadoras de cabello, microondas, refrigeradores y pantallas” que forman parte indispensable de la vida diaria que “fallan frecuentemente y sin razón aparente”, según lo afirma la PROFECO.
“En ocasiones es demasiado caro repararlos, otras veces es imposible encontrar la pieza de repuesto o fueron diseñados para no ser desmontados. Esto ocurre porque los fabricantes calculan y planifican el tiempo de vida de sus productos, con el objetivo de reducir deliberadamente su utilidad y con ello incitar a las personas a comprar uno nuevo”.
Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO)
Seguro han escuchado el término, pero regularmente definen a esta práctica comercial como Obsolescencia Programada.
En la fabricación de prendas de vestir también existe la Obsolescencia Programada, pues para la organización no gubernamental Fashion Revolution —preocupada por “una industria de la moda global que conserva y restaura el medio ambiente y valora a las personas por encima del crecimiento y las ganancias”—, reconoce que se está produciendo ropa de manera desmedida, sin calidad y produciéndose de una manera no “limpia”.
—Sus diseños son atractivos y con cierto aire de exclusividad… pero que se deshacen con 3 lavadas.
Según la investigación Obsolescencia Programada en México: Caso Televisores Smart TV, realizada en la BUAP, el 80% de personas encuestadas desconoce el significado de la propia Obsolescencia Programada, por lo que alertaron la importancia de difundir este tema en nuestro país. “No podemos estar distanciados de los avances tecnológicos (…) es necesario crear una red y varias organizaciones en defensa de los diferentes tipos de consumo, así como difundir el término Obsolescencia Programada”.
El Derecho a Reparar, ¿un hack contra la Obsolescencia Programada?
Un aspecto que soporta a la Obsolescencia Programada radica en que vivimos en un sistema de manipulación para consumir de manera ilimitada y se nos ha entrenado para no considerar la opción de reparar nuestros gadgets o productos manufacturados de la vida cotidiana, afirmó el doctor Eloy Caloca Lafont, experto en el estudio de la relación entre las grandes corporaciones, la tecnología, las infraestructuras y la vida cotidiana.
También, el fenómeno se ha nutrido de la dependencia hacia el uso de dispositivos electrónicos, así como a la necesidad de renovarlos constantemente.
Desde las ciencias sociales, incluso, comienzan a llamarles Tecno Fármacos, debido a su actuación en la conducta humana similar al de una sustancia adictiva, explicó el también investigador el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM.
Además, el experto compartió para Sopitas.com que existe otro fenómeno que forma parte de la Obsolescencia y se le denomina como la Caja Negra; es decir, se nos ha condicionado como consumidores para no identificar el funcionamiento de los aparatos, evitando que sean reparados de manera casual en nuestras casas.
“No necesitas saber cómo funciona, pero necesitas estar conectado todo el tiempo”, señala.
El doctor Caloca Lafont explicó que, de frente a lo anterior, existe “un sueño llamando Autonomía Tecnológica donde algún día los consumidores seamos los verdaderos dueños de nuestros dispositivos tecnológicos, es decir, que podamos genuinamente cambiarlos, repararlos o hacerles modificaciones sin tener que depender, por ejemplo, de las patentes o de los servicios especializados de la gran industria”.
Detalló que “esto comenzó con el término Software Libre, una corriente de pensamiento y activismo de diferentes organizaciones (…) el cual pretende que muchas de las aplicaciones o programas que utilizamos las haga cualquier ciudadano para no depender de las grandes marcas”.
Ante la falta de una regulación en México —además sostenida muchas veces por el poder cabildero de las corporaciones del poder en los espacios legislativos—, existen movimientos disidentes para combatir la Obsolescencia Programada, afirmó Caloca Lafont, quién lo ejemplificó con el caso de Rancho Electrónico o Media Lab MX, dos agrupaciones civiles en México dedicadas a materializar la posibilidad de un Derecho a Reparar.
En otras partes del mundo la narrativa sobre el Derecho a Reparar también tiene presencia, como en el movimiento Right to Repair de Estados Unidos, el cual a través de la The Repair Association desea “avanzar en la industria de la reparación”.
La Asociación de la Reparación realiza diversas expresiones de activismo al respecto, siendo una de ellas la denominada “Worst in Show Awards” (premios a lo peor de la exposición); la cual realizan en el marco de la Consumer Electronics Show (Feria de Electrónica de Consumo) para destacar a los dispositivos “menos privados, menos seguros, menos reparables y menos sostenibles”.
Economía Circular, otra apuesta
“Espectáculo dantesco, casi inhumano. 40 mil y niñas en el Congo trabajando en las minas de cobalto los 7 días de la semana. Mientras, la propaganda de los medios insiste: vehículos eléctricos para ‘salvar el planeta’”, así lo reportó el usuario @MaestroAngeles en su cuenta de Twitter.
Aunque se cuestionó en las redes si el video era real o falso, lo cierto es que el informe sobre Trabajo Infantil realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoció que en África ha aumentado a 16.6 millones de niños “en situación de trabajo infantil”.
Además, y en otros contextos, la misma autoridad global ha reconocido la presencia de yacimientos mineros con menores de edad laborando en condiciones cuestionables.
Para Miriam Macías Solís, economista y experta en finanzas verdes, el capitalismo no ha dejado de ser aquello que Karl Marx definió como la explotación del hombre por el hombre, amén de que también la especialista reflexionó sobre la posibilidad de replantearnos como especie el continuar, o no, con el modelo económico:
“El objetivo del sistema de consumo y producción capitalista es un incremento infinito de la tasa de ganancia y por lo tanto la acumulación de capital; entonces cualquier actividad productiva o de servicios no persigue su fin, por ejemplo: la producción de alimentos no es alimentar al mundo, es ganar dinero; el fin de la industria farmacéutica no es para que la población esté saludable, es ganar dinero”, dijo la también representante en México de Global Factor, una consultora especializada en cambio climático y desarrollo sostenible.
Por lo anterior, la experta compartió para Sopitas.com que la Economía Circular, podría ser una opción para frenar los sinsabores actuales en materia de derechos al consumidor, la violencia laboral humana para soportar la producción y consumo actual; así como el impacto negativo al medio ambiente.
En términos generales la Economía Circular busca mantener el mayor tiempo posible los recursos que ya hemos extraído de la naturaleza en los procesos de producción, hecho que también podría ser significativo para la reducción de emisión de gases de efecto de invernadero. Sin embargo, y pese a que este nuevo modelo ha cobrado fuerza en los últimos años y muchos países han comenzado a considerar esta opción, aún no ha logrado un objetivo satisfactorio, reconoció la experta en ciencias energéticas.
Macías Solís reconoció que la especie humana está frente a un gran dilema: por un lado, no estamos preparados para ponernos de acuerdo sobre las implicaciones de la Obsolescencia Programada y la manera en que perjudica a los consumidores o al planeta debido a que sólo ha habido soluciones paliativas. En el otro extremo se experimenta una situación climática grave que nos empuja a tener que tomar decisiones en el corto plazo para resolver el punto de no retorno al daño ambiental.
“Ya pasamos el umbral, el daño ya está hecho y me parece que las peores consecuencias están por venir (…) van a ser años de muchas sorpresas que van a ponernos en jaque y van a poner a nuestras capacidades tecnológicas, intelectuales y de organización a prueba para mitigar, no evitar, el daño”, concluyó.