Seguro que alguna vez has escuchado el término micromachismo. Este concepto —que cada vez ha adquirido más popularidad— es una creación relativamente nueva para describir un problema prácticamente milenario: existen comportamientos masculinos que dañan la autonomía y libertad de las mujeres en la vida diaria. Comportamientos que aprendimos en la infancia y que se han transmitido de generación en generación porque “siempre ha sido así”.
El término micromachismo se utiliza para describir “pequeñas tiranías” que refuerzan la posición de dominio de los hombres sobre las mujeres en la sociedad.
A diferencia de otros actos de violencia como los feminicidios, estos comportamientos han sido normalizados por ser extremadamente cotidianos, al grado de que no las vemos o simplemente se nos hacen legítimas por la forma en la que funciona nuestra sociedad… de ahí que la parte “micro” del término sea tan controvertida.
Eréndira Derbez y Claudia de la Garza escribieron un libro que explica claramente esta complicación. “El problema de este término es que se piensa que, por ser micro, se trata de conductas pequeñitas, poco importantes o que son poca cosa. Sin embargo, aquí el tamaño no es la cuestión, sino su cotidianidad y su persistencia (…) Nos hacen sentir inadecuadas, feas, culpables, inseguras y con miedo. Que no los veamos no los hace menos dañinos”, señalan.
Hace unos días, en la cabina de #SopitasXAireLibre, pudo visitarnos una de las autoras de este libro —llamado “No son micro. Machismos cotidianos”— para explicarnos del proyecto y afortunadamente salimos con un regalazo: nos obsequiaron una de sus copias, que pudimos leer durante este fin de semana. De ahí sacamos este pequeño recopilado de 10 actitudes machistas o micromachismos que están tan incrustados en la sociedad que muchas veces ni siquiera se notan en la vida cotidiana.
Y de paso, que ahí quede la recomendación literaria: en esta nota vemos 10, pero el libro escrito por Eréndira Derbez y Claudia de la Garza presenta casi 100 ejemplos concretos de la violencia diaria y normalizada que viven las mujeres mexicanas. Mucho para pensar, ¿no?
“Se busca señorita joven, con buena presentación”
Este tipo de mensajes no se ha eliminado de la sociedad y tampoco son exclusivos de la época de Mad Men. Todos los días, son tratadas como objetos: en el ámbito laboral bajo el pretexto de “son lo primero que ve el cliente”, se espera que miles de mujeres funcionen como un ornamento con piernas, sonrisas y bonita atención.
De ahí que las voces de los asistentes personales tecnológicos —como Siri o Alexa— siempre sean femeninas o que en la vida diaria —“Todas son iguales”— se trate a las mujeres como objetos producidos en serie: este comportamiento se le conoce como cosificación.
Como si el embarazo fuera solo su responsabilidad
“Si no quieren embarazarse, que cierren las piernas”, es una frase que comúnmente se escucha en la sociedad mexicana y vaya que ahí hay un problemón: a excepción del condón —o la misteriosa vasectomía—, todos los métodos anticonceptivos ponen la responsabilidad en las mujeres a pesar de los cambios hormonales, dolores, mareos o lesiones de poner dispositivos como el DIU.
En el sentido inverso, también en ellas recae la posibilidad de la concepción. “Ella no podía darle un hijo”, es otra frase que se ha repetido… o el clásico: “lo hizo para amarrarlo”.
“A las mujeres hay que amarlas, no entenderlas”
En la sociedad machista, las mujeres son seres tan raros que se vuelven —para los hombres— incapaces de ser comprendidas y muchas veces, bajo esa misma lógica, hasta se lavan las manos de intentar hacerlo. ¿Un ejemplo? La “intuición femenina” que es un concepto usado como si fuera un sexto sentido. “Como si las mujeres solo supieran cosas a través de un proceso mágico, fortuito o inexplicable”, señalan Eréndira Derbez y Claudia de la Garza.
Este tipo de comentarios aparecen seguido en esta idea machista de que el hombre sabe y la mujer siente.
Manxplicar o Mansplaining
¿Momento curioso de la nota? Lean la firma de hasta arriba. Quien escribe este texto es hombre y está explicando un concepto que —ooobvio— miles de mujeres conocen mejor. Así que para no errarle, ahí les va la definición de las que sí saben.
Manxplicar o mansplaining es “cuando un hombre siente la necesidad de explicar algo a una mujer sin que ella se lo pida”.
Este comportamiento machista viene de la idea errónea de que solo los hombres tienen conocimientos y termina por ocasionar severos problemas en la vida diaria: miles de niñas aprenden a quedarse calladas, a escuchar con una sonrisa y a limitarse en expresar su inteligencia. Si tienen dudas de que exista… váyanse un día a un partido de fútbol femenil o vean la carrera de las periodistas deportivas.
Su concepto hermano: manterrupting
Este es como el mansplaining pero todavía más grosero, donde un hombre interrumpe a una mujer para que la conversación gire en torno a él y claro, donde él mismo sea quien se lleve los reflectores y la explicación profunda.
“¡Ay! Pero eso es solo mala educación”, dirán algunos… y sí, pero existen estudios científicos que demuestran que los hombres no interrumpen de la misma manera a otros hombres. ¿Un ejemplo? ¿Recuerdan lo que Kanye West le hizo un día a Taylor Swift? Chale.
“Histérica y malcogida”
La neta, hasta feo se sintió escribir esas palabras… pero son una realidad que se escucha en las calles —y en los vestidores de hombres— todos y cada uno de los días en nuestro país. Las mujeres con ímpetu o con ganas de ser escuchadas son frecuentemente insultadas con estos términos cargados de machismo.
Explicaciones rápidas:
- La histeria viene directamente de la raíz griega relacionada con el útero. Neta. La medicina antigua contemplaba que la histeria era una “enfermedad” relacionada únicamente con las mujeres. ¿Su cura? Masajear los genitales. ¡Cuánta carga histórica en una frase que se usa con tanta regularidad!
- ¿Y el malcogida? Chale. Esta es clara, ¿no? Además de que nunca se usa en hombres y está llena de falacias entre la sexualidad y la felicidad tiene una carga entrelíneas completamente violenta: “lo que ella necesita es un pene”.
“La mujer de tal”
Esta es complicada: presentar a una mujer como la esposa, novia o pareja de alguien más.
Aunque ya se ha eliminado la costumbre de ponerle el apellido del hombre a las mujeres casadas —o la temible preposición “de”—, esta práctica se sigue viendo día con día. “Presentar a una mujer como la pareja de alguien es asumir que no tiene voz o vida propia o que ella es en tanto su relación con un hombre: como si fuera su extensión o su propiedad”, escriben Derbez y de la Garza.
¿Quieren un ejemplo? Nada más piensen en “la esposa de George Clooney” como se refieren continuamente a Amal Alamuddin, una reconocida abogada especialista en Derechos Humanos.
Señora vs. Señorita
A un hombre le toca sencillo: pasando de cierta edad, le toca que le digan señor y listo, se acabaron los problemas. Es más, hasta es una señal de respeto. La historia es muy diferente si eres mujer: pasando la adolescencia, comienza un continuo de agresiones diarias que no se van a detener en muchísimos años.
La palabra “señorita” implica que esta joven mujer ya es objeto de deseo o que se encuentra soltera, lista para ser pretendida. Además, infantiliza sus experiencias. La palabra “señora” trae una carga de pertenencia a las mujeres casadas y refuerza una idea de que solo las jóvenes son bellas. “A los 60 es como si te volvieras invisible”, comentaba una de las autoras de “No son micro. Machismos cotidianos”
Ellas no pagan cover y entran gratis a los antros
Ufff… esta es interesante y es un concepto que puede ayudar a abrirle los ojos a muchas personas. Muchos hombres argumentan que ellos sí pagan cover en los antros o bares y lo muestran como si fuera una ventaja de ser mujer. Sin embargo, las mujeres mismas también critican esta práctica machista que no trae buenos resultados.
“A diferencia de los hombres que tienen el privilegio de ser consumidores, las mujeres somos consideradas objetos de consumo”, señalan las autoras. Claro, esto tiene también implicaciones en la situación financiera de los hombres, en la condición de objeto de las mujeres y en las dinámicas de seducción que suceden en estos espacios.
No todos los hombres
Not All Men o no todos los hombres. Lo escuchamos en todos los intercambios de redes sociales que suceden en torno al feminismo. Cuando una mujer señala la violencia de la que es víctima, algún hombre entrará en defensa de los miembros de su género. “Como si ignoráramos la obviedad de que no el cien por ciento de los hombres acosan, violan o matan y que las mujeres también pueden ser victimarias”, señalan Derbez y de la Garza.
Y ahí es donde está el detalle: es un argumento falaz.
De acuerdo a las autoras, dejar claro —una vez más— que no son todos los hombres, desvía la atención del tema más importante: las mujeres son víctimas de violencia machista y sistémica en todos los niveles. Básicamente no aporta nada al debate, es más, estorba.