Si la reforma energética de EPN logra salir adelante, serán muchas las empresas petroleras privadas que busquen invertir en Pemex. Las más importantes ya han manifestado interés, pero ¿quiénes son ellas y cuáles sus antecedentes? Nuestros amigos de Greenpeace nos platican sobre los terribles impactos ambientales que estos monstruos del petróleo han causado en el pasado. ¿Qué podemos esperar de ellas?
En las últimas semanas se ha hablado mucho de la reforma energética, el debate se centra en la posible “privatización” o como le llama el gobierno federal “apertura del sector energético a la iniciativa privada”. Lo cierto es que, ante un cambio en las leyes mexicanas que permita a las empresas entrar al negocio petrolero, éstas no perderán la oportunidad de hacerlo.Habría que preguntarse entonces quiénes son y qué han hecho las petroleras que podrían convertirse en los próximos “socios” de nuestro país.
De acuerdo con la revista Forbes México, entre las interesadas en abrir la chequera para extraer petróleo en territorio y aguas nacionales están los grandes emporios petroleros Exxon Mobil, British Petroleum, Shell y Chevron, entre otros. Desde el año pasado, British Petroleum (BP) es asesora de Petróleos Mexicanos (Pemex) en materia de derrames de crudo. La experiencia de BP es “amplia” en este tema, pues fue la responsable de uno de las más recientes catástrofes ambientales relacionadas con petróleo. En 2010, el pozo Macondo, operado por esta empresa, tuvo una explosión que dejó 11 personas muertas, más de 3 mil 400 millones de litros de petróleo vertido en las aguas del Golfo de México que cubrieron un área de 4 mil 800 kilómetros cuadrados y un sin número de especies muertas y amenazadas por los impactos del derrame.
Otra de las petroleras que está interesada en participar en el sector energético de nuestro país es Exxon Mobil, quien hace unos meses firmó un acuerdo con Pemex para colaborar en investigación, desarrollo científico, tecnológico y de recursos humanos en la exploración, perforación, producción, almacenamiento y transporte de hidrocarburos aun cuando en 1989, al encallar el buque Exxon Valdez, propiedad de esta empresa, derramó millones de litros de crudo en Prince William Sound, un área silvestre prístina de Alaska. La empresa tardó dos años en aceptar su culpabilidad.
Y ya que hablamos de Alaska, no podemos dejar fuera a la petrolera Shell, compañía que ha emprendido la locura de intentar perforar el Ártico, y cuya plataforma Kulluk quedó varada en Alaska en diciembre de 2012. Las condiciones climatológicas complicaron el rescate e hicieron que la empresa detuviera los trabajos de exploración en búsqueda de petróleo en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. Shell también ha sido señalada por Amnistía Internacional como una de las responsables de la ola de pobreza que azota a los pueblos de Nigeria, ahora Shell “asesora técnicamente” a Pemex.
Por último, pero no menos importante, está Chevron, otro de los grandes monstruos petroleros que ven en la próxima reforma energética una opción para “invertir” en México. Esta empresa tiene un negro historial de contaminación petrolera en Ecuador donde 63 mil millones de litros de agua tóxica fueron arrojados a ríos y pueblos de indígenas y campesinos.
Pero la iniciativa privada no es la única responsable de daños ambientales. Paraestatales como Pemex también han causado severos impactos en comunidades pesqueras y agrícolas que han sido testigos de la destrucción de suelos, agua y atmósfera por las actividades petroleras. Por ejemplo, Capoacan, Jaltipan e Ixhuatan en Veracruz, comunidades cercanas a instalaciones de Pemex, que sufren enfermedades, contaminación de sus recursos y que a pesar de denunciar la negligencia de la paraestatal son ignorados.
Estos son algunos de los escenarios “verdes” que ofrece la reforma energética. Por ello, Greenpeace considera que a esta propuesta le falta visión al estar basada en hidrocarburos y no abona a una transformación del sector energético. Necesitamos una revolución que incluya fuentes alternativas como el sol y el aire para realmente “mover a México”.
Beatriz Olivera
Coordinadora de la campaña de Energía y Cambio Climático de Greenpeace México