Luego del teatro montado por Laura Bozzo en Guerrero, no podemos olvidar que las claras violaciones a la ley de la conductora con el uso del helicóptero del Estado de México y hacerse pasar por rescatista, son apenas la punta del iceberg de su “carrera en la política“.  Hay que recordar que su papel en los medios mexicanos se relaciona también con su complicidad con una de las dictaduras más sangrientas y terribles de Perú.

Fujimori, dictador de Perú por cerca de diez años, comienza su carrera política en 1990, cuando presenta su candidatura como presidente frente al movimiento Cambio 90 (un movimiento compuesto por comerciantes, profesores y alumnos de la Universidad Agraria de la Molina, de la que Fujimori había sido rector).

Primero obtiene el 20% de los votos y en la segunda vuelta, con el 60% de los votos logra vencer a Mario Vargas Llosa, sí, el premio Nobel, que entonces contendía por la presidencia como candidato de la unión de los partidos de derecha en el Frente Democrático.

Fue entonces cuando conoció a Vladimiro Montesinos, un excapitán del ejército quien se encargará, entre otras cosas, de manipular a los medios a favor de Fujimori; sí, Montesinos sería el contacto entre la dictadura y Laura Bozzo.

Fujimori comienza su mandato en un Perú con hiperinflación y que estaba prácticamente en la ruina. Muchos dicen que Fujimori logró una recuperación macroeconómica innegable o que logró terminar con el terrorismo, sin embargo, pocos olvidan que apenas tuvieron que pasar un par de años de su mandato para que las cosas se pusieran muy complicadas: el 5 de abril de 1992, con tanques militares en la calle, el presidente Fujimori disolvió el Congreso de la República en un inolvidable autogolpe de estado, apoyado por la milicia.

Disolvió al Congreso y expulsó a los jueces con lujo de violencia en el momento en que empezaban a revisar exhaustivamente los paquetes económicos que Fujimori quería que se aprobaran y que estaban apadrinados por Estados Unidos. En palabras de Fujimori: “Sin lugar a dudas ni el Parlamento, ni el Poder Judicial son hoy por hoy agentes de cambio, sino más bien freno a la transformación y el progreso“.

Desde luego, Fujimori aprovechó el estado de excepción para crear una nueva constitución que le daba más poderes y además permitía su reelección, evento que desde luego ocurrió, en 1995.

Justo cuando los escándalos de corrupción comenzaban a sonar más fuertemente, Fujimori dio un gran golpe contra el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru uno de los grupos, junto con Sendero Luminoso, que habían aterrorizado Perú en los años noventa.

El descontento sin embargo aumentaba toda vez que Fujimori, ya en 1996, planeaba reelegirse por tercera vez, cosa que dividió a la opinión pública y las marchas estudiantiles empezaron. La represión fue una constante en la administración de Fujimori, al grado de llegar a propiciar terribles matanzas por las que lo condenarían a 25 años de cárcel. Fujimori se refugió en el 2000 en Japón en donde intentó renunciar a la presidencia, cosa que le fue negada por el Congreso peruano. Ya no había marcha atrás, en 2005 Fujimori viajaría a Chile y de ahí sería extraditado a Perú, en donde se le condenó por las matanzas de Barrios Altos y la Cantuna, así como del secuestro de un empresario y un periodista. Años después, Fujimori sería hallado culpable también de peculado doloso, apropiación de fondos públicos y falsedad ideológica en agravio del estado. La ONG Transparency International, calculó que la fortuna amasada ilegalmente por Fujimori ascendió a 600 millones de dólares durante los diez años que estuvo en el poder.

Fujimori los medios y la señorita Laura.

La administración de Fujimori, como tantas en Latinoamérica, sabía de la importancia de los medios de comunicación a la hora de manipular la opinión pública. Durante los 10 años en los que estuvo en el poder, muchos periodistas fueron perseguidos y amenazados, mientras que, la gran mayoría, eran comprados para que hablaran benéficamente del presidente. A cargo de estas acciones y de muchas más estaba Vladimiro Montesinos, el hombre fuerte de la administración Fujimorista, culpable también de las matanzas de Barrios Altos y de tráfico de armas.

Aquí es donde entra Laura Bozzo que tiene experiencia en montar los circos más cínicos que la televisión latinoamericana haya visto. Por el año 2000, antes de que Fujimori se refugiara en Japón por los escándalos de corrupción, Montesinos, íntimo amigo de Laura Bozzo, orquestó que, en el programa, Laura en América, se difamara constantemente la figura de Alejandro Toledo, el principal candidato de oposición a Fujimori. Con el paso del tiempo, el programa de Bozzo se convirtió casi literalmente en un órgano de difusión de la dictadura fujimorista. Se trataba de echarle flores al régimen y lodo a los contestatarios.

Durante el programa se atacó principalmente a Alejandro Toledo, quien contendía en contra de Fujimori. Laura se encargó de acusarlo de no reconocer a una menor. Al fin, Toledo terminó por reconocer la paternidad. El problema no fue que el hombre reconociera o no su paternidad, sino, que el programa de Bozzo hizo posible un escándalo, otra vez, en un circo mediático para destruir la figura que se oponía a Fujimori. Esta mancuerna ilegal entre Bozzo y Montesinos (ilegal porque manipulaba el juicio y por lo tanto las acciones políticas de las personas a través de los medios) fue reconocido por un tribunal que condenó a  la señorita Laura a cuatro años de “prisión suspendida“, que es equivalente a la libertad condicional. La conductora decidió pasar esa condena en un set de televisión y, después de tres años, un tribunal la encontró culpable de asociación ilícita y complicidad del delito de peculado.

La complicidad de Bozzo durante la dictadura de Fujimori y su relación con Montesinos iba más allá de las afinidades políticas de la conductora con esos políticos. Según los tribunales, Montesinos pagó con fondos públicos una caución judicial debido a una demanda que el padre de una niña interpuso a la presentadora por manipular a su hija en el programa.

Los medios peruanos y, en menor medida, los mexicanos, aseguran que los actos delictivos de Laura Bozzo se han probado hasta el hartazgo. Las mentiras de Laura Bozzo la persiguen a cualquier lugar al que vaya, su mitomanía aparece cuando habla de haber fundado cientos de comedores en Perú, de los cuales no ha podido comprobar ninguno, y luego en México, mintiendo acerca de ser parte del grupo rescatista los Topos, quienes se desvincularon inmediatamente de la presentadora, además de que ya nadie le compra la cantaleta de ser la “abogada de los pobres“ y de vivir humildemente cuando le han descubierto ya propiedades de lujo en Miami, Estado de México y Acapulco.

Muchos piden que Laura Bozzo deje el país, un trending topic y la recaudación de firmas también por internet exigían que la conductora abandonara México, incluso algunos citaban el artículo 33 que dice que “Los extranjeros no podrán de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos políticos del país“.

Si de por sí es indignante que una mujer de mente tan pequeña pueda lucrar con tragedias tejiendo un discurso de patetismo montado, es todavía peor que lo haga con recursos del estado y que se haga pasar por rescatista (lo que también es un delito que se castiga con prisión).

No nos olvidemos de que Laura Bozzo es empleada por Televisa. Bozzo es al fin una marioneta de la televisora que se dedica a reproducir su discurso y que puede ser bien usado para desacreditar a una muy profesional pero incómodo periodista como Carmen Aristegui.

Ahí están los dos grandes problemas, primero, cuando Televisa “aloja“ a una delincuente cómplice del régimen fujimorista, un régimen sangriento y sin escrúpulos, y segundo, cuando los televidentes caen en la trampa de los teatros de Bozzo cuyos objetivos planean legitimar, como lo hicieron en Perú, una línea política.

A Bozzo se le expulsa del país apagando la tele y no olvidando su pasado ni su calidad moral.

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