Por Esteban Romero
México es el país de las grandes paradojas, el enigma de las contradicciones insondables y el territorio de los arrabales enterrados bajo los costosos rascacielos: es la nación del mexicano chingón y del mexicano chingado. Somos el país donde realidad y ficción se confunden en una masa difusa; “vivimos en la región más transparente del aire”. Siguiendo por esta línea, existen figuras trascendentales sin las que nuestras contradicciones no pueden ser comprendidas. Una de ellas es el cacique, término utilizado en un principio por los conquistadores españoles para definir a los líderes indígenas y que desembocó, apenas en el siglo XX, en ser la manera más común para nombrar a un jefe que decide abusar de su poder para dominar tiránicamente a un pueblo. En el México contemporáneo los gobiernos caciquistas han abundado. No deja de ser bastante significativo e irónico que tanto el mayor de los héroes literarios nacionales, Pedro Páramo, como el más grotesco villano de la sociedad actual, Javier Duarte, pertenezcan a este mismo gremio. Entre las páginas de Rulfo se adivinan una serie de rasgos en Páramo que son comunes al político mexicano populachero: codicia, cinismo y misoginia. Ante la necesidad de buscar explicar las causas del surgimiento masivo de estos gobiernos corruptos y despiadados, surge el ambicioso proyecto encabezado por el investigador Andrew Paxman, Los gobernadores (Grijalbo, 2018), quien, junto con un grupo de historiadores y periodistas, analiza el caso de doce gobernadores que han sido calificados de autoritarios y que han llamado la atención, sobre todo, por su venalidad.
La introducción con la que Paxman arranca Los gobernadores es un diagnóstico muy certero de los fracasos posrevolucionarios para establecer gubernaturas -centralizadas o descentralizadas- exitosas. Mientras que durante muchos años el dominio de un partido único provocó que las jefaturas estatales estuvieran sometidas a rendirle cuentas a un poder absoluto, la creciente descentralización de estos últimos en los pasados años ha favorecido la consolidación de gobiernos cínicos y desmesurados. Sin lograr situarnos en un punto intermedio de la balanza durante los pasados cien años, se ha ido generando una cultura política y una mentalidad para gobernar que se fundan sobre los cimientos de una falsa democratización. Ante la ineficacia de los partidos políticos de oposición para generar soluciones, el libro presenta el perfil de seis gobernadores -del Estado de México, Puebla, Hidalgo, Veracruz, Yucatán y Ciudad de México- del siglo pasado comparándolos con otros seis actuales, posteriores al cambio de régimen en la presidencia, para identificar la evolución -involución, más bien- que se ha sufrido en distintos aspectos sociales, políticos y económicos.
Los caudillos perfilados de la época priista destacan por lo caricaturesco e inverosímil. Aparecen en el Estado de México Isidro Fabela y Alfredo del Mazo Vélez, fundadores del terrible grupo Atlacomulco y conocidos por la eficacia con la que resolvían los asuntos “cueste lo que cueste”. En Puebla, la figura del jefe Maximino Ávila Camacho, hermano del ex presidente, parece sacada de una novela de la revolución: fanático de Mussolini, bandolero y macho, rodeado siempre de empresarios, fue un líder que se caracterizó por sus delirios de grandeza reflejados en los excéntricos monumentos que construyó. Aún así, como en todo, existen ciertas excepciones a la regla; Felipe Carrillo Puerto, gobernador de Veracruz y perteneciente al extinto Partido Socialista del Sureste, fue un defensor radical incansable de los indígenas. Durante su mandato, la maestra Rosa Torres se convirtió en la primer mujer en acceder a un cargo popular. Lamentablemente, no pudo evitar utilizar la violencia para sacar adelante ciertos proyectos.
En cuanto a los gobernadores de nuestro siglo, más libres para actuar a su antojo, los casos de corrupción desmedida en personajes como Eruviel Ávila, Javier Duarte y Rafael Moreno Valle dan la impresión de que muchos estados de la República han tenido que vivir en dictaduras no abiertamente declaradas.
A pesar de que algunos gobernadores tuvieron más éxito que otros, ninguno de ellos fue elegido arbitrariamente. Hay una estela que va guiando el libro en la que los jefes de Estado se encuentran y reconocen. Primero que nada, prácticamente todos ellos se han caracterizado por sacrificar la democracia a manos de la modernización; construyen monumentos y vías rápidas, se apropian de terrenos de manera ilegal e invierten cantidades astronómicas de dinero en proyectos de dudosa aplicación. Además, en la elección de sus gabinetes aparece siempre un nepotismo concomitante. A través de un sistema patrimonialista, el caudillo domina con la ayuda de sus servidores estableciendo jerarquías especiales para los grupos de su agrado. Para extender la red de poder, compra a los medios de información y ofrece soluciones populistas a la gente. El gobernador se convierte, entonces, en una especie de héroe épico que se crea sus propias leyes y en la que detrás del grado que ostenta se encuentra la típica estampa del padre machista protector. Cuando las cosas se salen de control, el jefe reniega y calla bocas; “desaparece” a los inconformes (Duarte), desmiente los homicidios (Ávila) o adapta las leyes a su gusto (Moreno Valle).
Los gobernadores es una investigación completa, sensata e imprescindible si se quiere generar una conciencia acerca de los problemas que carcomen a nuestra sociedad. El libro deja muy en claro que la causa de los conflictos no reside -varias veces- tanto en los modelos como en las formas que se utilizan para aplicarlos. El cacique se ha convertido en una figura clásica de la nación que debe ser erradicada. Se puede gobernar sin dominar ni aplastar. Si no, mientras existan las tiranías, la democracia se convierte en un sueño irrealizable. En la coyuntura de un país pasa por una importante transformación, investigaciones como la de Paxman contribuyen a desenredar un poco la telaraña de nuestras contradicciones.
Hoy, la pregunta del pueblo de Comala impregna cada rincón: “¿Dónde está Pedro Páramo?” Here, there and everywhere (Léase cantando y llorando).
Acá se puede leer un fragmento de la introducción a Los gobernadores: caciques del pasado y del presente, coordinado por Andrew Paxman.