Por Diego Castañeda
El mercado laboral en México está a punto de sufrir un gran cambio y en esta ocasión parece que será para bien, al menos desde la perspectiva de los trabajadores y de la economía en el agregado. Estos cambios son mejoras a los mecanismos de los contratos colectivos de trabajo en los sindicatos y mejoras salariales y regulatorias para emparejar algunos aspectos de la regulación laboral con lo acordado dentro de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Estos cambios son importantes porque sus efectos se sienten en toda la economía de diversas maneras.
Primero, mejorar los mecanismos de los contratos colectivos de la manera en que la próxima secretaria del trabajo Luis Alcalde propone, haciendo necesario que por lo menos un 30 por ciento de los trabajadores sindicales estén de acuerdo con los contratos antes de que estos puedan ser firmados y aprobados, impacta de forma directa dos cuestiones de mucho interés, desigualdad y poder adquisitivo de los trabajadores. Como resultado de un mayor poder de negociación de los trabajadores es de esperar que ocurran cambios en la distribución funcional del ingreso. Deberíamos esperar un incremento en el pago al factor trabajo y una disminución subsecuente en el pago al factor capital, como resultado deberíamos observar aunque sea de forma ligera una eventual disminución en la desigualdad de ingresos.
Por otro lado, otro impacto que sigue de forma lógica al mayor pago al factor trabajo es que un mayor poder de negociación de los trabajadores por necesidad debe generar un incremento en el poder adquisitivo de los trabajadores. En México el salario tiene mucho tiempo estancado, y en el caso del salario mínimo aun más, estos cambios inducirán una gradual recuperación del salario y con ello también un mayor dinamismo del mercado interno.
Segundo, debe producir una vida sindical más democrática en la que los intereses de los trabajadores estén mejor representados, esto por sí mismo es de suma importancia porque ayuda a darle más poder de negociación a los trabajadores y a que sus causas sean mejor representadas frente a sus empleadores, aumenta la posibilidad de que tengan incidencia en las decisiones de las empresas, por poner un ejemplo, ésta es una característica muy importante del modelo alemán.
De forma adicional a estos puntos, está el asunto de las nuevas regulaciones laborales que parece fueron acordadas en el entendimiento entre Estados Unidos y México sobre el TLCAN. El tratado si se termina de renegociar de forma exitosa tendrá sanciones si se incumplen las regulaciones laborales y podrá darle la capacidad a Estados Unidos y posiblemente a Canadá de imponer tarifas especiales si México no cumple con las mejoras en su mercado laboral.
Parte clave de esta negociación yace en el hecho de que Estados Unidos le pone atención especial a las negociaciones colectivas de trabajo. Sindicatos democráticos es lo que Estados Unidos y Canadá quieren de México y todo parece indicar que es lo que van a obtener.
Estos cambios tienen un gran potencial para transformar el mercado laboral en México: de uno de los peores entre países de ingresos medios y sin duda el peor de la OCDE a uno de estándares más parecidos a los de economías que piensan en sus trabajadores. Menos desigualdad, mayor capacidad de compra, fortaleza del mercado interno y mayor democracia sindical es una transformación extraordinaria para la economía mexicana.
No obstante, lo anterior puede que no sea una buena noticia para todos, muchas de las empresas grandes en México han dependido de la mala regulación para mantener sus costos laborales bajos, lo han hecho una fuente importante de su competitividad y por eso a veces nos acusan de hacer “dumping laboral”. Si los cambios que pretende introducir el gobierno del presidente electo Andrés Manuel López Obrador y la próxima secretaría del trabajo Luisa Alcalde ocurren, el mercado laboral mexicano al menos en lo que a regulación se refiere va estar en la mejor forma de su historia. Durante mucho tiempo en el país se ha olvidado a los trabajadores y con ello a parte vital de nuestra economía, es un gran gusto que todo esto esté por cambiar.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda