Por Atenea Rosado Viurques
Feliciano, Ramón y Luis Alberto fueron asesinados el 4 de mayo. Ramón y Feliciano eran maestros en la escuela primaria “Agustina Ramírez”, del municipio de Concordia, en Sinaloa; Luis Alberto era docente en la Telesecundaria 328, de la misma comunidad. Volvían a casa después de su jornada de trabajo. La noticia no trascendió, será que en este país ya nos acostumbramos al olor a muerte. Ya nos acostumbramos a que diario haya 7 o 10 o 20 muertos. Ya nos acostumbramos a la violencia contra las escuelas y quienes las habitan: de 2008 a 2012, docentes en más de 75 escuelas fueron amenazados; más de 50 estudiantes, docentes y profesores universitarios fueron asesinados*. No hay datos de los últimos años.
La escuela “Agustina Ramírez” es una primaria con menos de 60 estudiantes, seis grados y (hasta ese día) tres docentes. Está ubicada en la localidad de Cuatantal, Sinaloa, en alto grado de rezago social, donde la mayoría de las casas tienen piso de tierra y no cuentan con drenaje, y que ha sido severamente afectada por la violencia de la guerra contra las drogas. Los maestros eran parte del diminuto sistema de apoyo que los niños y niñas de la comunidad pueden tener. La escuela, sea como sea, es un espacio que permite la posibilidad de imaginar mundos diferentes. Mundos y comunidades más justos y solidarios, donde –siquiera por seis horas– la convivencia y el encuentro con las personas diferentes prevalecen.
Foto: impulsoinformativo.net/
Hay que decirlo: las y los maestros de este país no son únicamente facilitadores de conocimientos, son quienes a diario ponen el cuerpo frente a grupos de niños y niñas que merecen una vida más digna de lo que el Estado les ofrece y nosotros, la ciudadanía, les reconocemos. Este país, que es una enorme fosa clandestina, les falló a ellos: a niñas y niños. Cada mañana, con cada nota roja y cada comercial “heroico” del ejército o la marina, les enseñamos que todo se resuelve con las armas, que la vida vale poco, que el dinero lo puede casi todo, que la impunidad es el pan de cada día, que los presidentes municipales y gobernadores pueden negociar con quienes habrían de perseguir. El militarismo, la guerra, es también pedagogía.
Fue Día del Maestro. Feliciano, Ramón y Luis Alberto no lo vivieron. Quedan sus alumnos, las lecciones que compartieron, la paciencia con la que enseñaron palabras y números, el cariño con el que escucharon y corrigieron errores, la devoción con la que mantuvieron, entre el caos, cierto sentido de cotidianidad. Queda, sobre todo, la valentía de enseñar en la Sierra de Sinaloa, de creer que los libros y los lápices son más poderosos que las armas. Allí, en las aulas, está la vida.
* Global Coalition to Protect Education under Attack, 2014, Education under attack. Country profile: Mexico, NYC: GCPEA.
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Atenea Rosado Viurques es pedagoga por la UNAM, con maestría en Desarrollo Internacional de la Educación en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Fue asesora de la Secretaría de Educación Pública, y ha sido maestra para jóvenes afectados por la violencia del narcotráfico y menores migrantes no acompañados.
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