Por Diego Castañeda
En El señor de los anillos, cuando Frodo examina junto con Gandalf el anillo único, al introducirlo al fuego observa cómo unas extrañas escrituras aparecen por su circunferencia y exclama “es una especie de élfico, no lo entiendo”. Algo parecido le pasa a la mayoría de las personas cuando escuchan hablar de la forma en que reaccionan los mercados internacionales. Los banqueros, fondos de inversión y demás instituciones de la economía moderna a veces parecen arcanas y otras tantas simplemente incomprensibles.
En realidad, el “lenguaje” de los banqueros no es tan complicado como parece; gira en torno a un par de ideas muy sencillas: el concepto de riesgo y las expectativas de ganancias. En el mundo moderno probablemente la evaluación de riesgos sea el área más difícil y más lucrativa para los mercados internacionales. Una mala evaluación de riesgos puede producir pérdidas billonarias; una buena evaluación, por el contrario, puede producir ganancias cuantiosas.
¿Qué es el riesgo?
Riesgo se suele definir como la probabilidad de que algo ocurra de manera distinta a lo planeado, por ejemplo, si Alfred manda a Batman a una misión que tiene 1% de probabilidades de fallar (porque es Batman) podemos decir que es de bajo riesgo. Si Spiderman tiene una probabilidad de 70% de no lograr juntar el dinero para pagar la renta, decimos que tiene un alto riesgo de no poder pagar. Para evaluar riesgos es necesario poder calcular probabilidades. Si no podemos calcular probabilidades, entonces hablamos de incertidumbre y en ese caso no podemos predecir qué puede ocurrir.
Los banqueros internacionales, los directores de fondos de inversión, etcétera, operan de una forma semejante todo el tiempo, buscan estimar los riesgos de las posiciones en las que se encuentran, por ejemplo: ¿Cuál es el riesgo de que estalle una guerra civil en el país X?, ¿Cuál es la probabilidad de que el gobierno Y pague sus obligaciones financieras? , ¿Qué tan probable es que se tome Z política? En la medida que esos eventos afectan a su vez la probabilidad de que ciertos sucesos económicos pasen, estos agentes económicos reaccionan de forma distinta para proteger sus intereses.
Cuando escuchamos en las noticias que cierto banco piensa que cierta política podría dañar la posición fiscal del país, lo que quiere decir en lengua franca es que el riesgo del país puede subir y que la tasa a la que se le da financiamiento del exterior a ese país debe ser más alta para que siga siendo atractivo, es decir, para que compense su mayor riesgo. Que se considere que un país tiene mayor riesgo no significa que está mal o que está apestado—como Aquaman, el súper héroe que nadie quiere. Lo que quiere decir es sólo que es más costoso estar ahí y, por tanto, se requieren mayores rendimientos.
Ahora que estamos en periodo de muchas discusiones políticas es muy importante recordar lo siguiente de la mente del banquero. En general, los banqueros son seres pragmáticos (no ideológicos). La banca internacional trabaja con toda clase de individuos, sin importar sus ideas políticas o si sus países son democráticos o no. Siempre y cuando existan posibles rendimientos, encontraremos agentes económicos interesados en participar. Lo que sí le importa a los banqueros/financieros internacionales es la consistencia.
A la banca internacional no le importa trabajar con el Imperio o con la Alianza Rebelde, lo que le importa es saber cuáles son las probabilidades de que destruyan la Estrella de la Muerte y, entonces, pierdan toda su inversión (un gran ejemplo de una mala estimación de riesgos). La banca internacional no trabajaría con el Lex Luthor del universo cinematográfico de DC, por ejemplo, porque sus planes son inconsistentes (como la trama de todas las películas de Zack Snyder).
¿A qué me refiero con consistencia?
Para los banqueros la consistencia es que exista congruencia entre lo que se dice que se hará y las acciones que se toman; por ejemplo, si se habla de disminuir la deuda y lo que sucede es que la deuda sube, entonces los mercados pierden confianza y es en esa dinámica donde realmente los países pierden capacidad de tener acceso fácil a los mercados, cuando se pierde la confianza es cuando realmente ya no quieren hacer negocios con el país.
La credibilidad sobre las acciones que se deciden tomar, sin importar cuáles sean, es la parte más importante para los mercados internacionales. La razón de esto es que la consistencia permite estimar mejor las probabilidades de que un evento suceda. Cuando no existe consistencia entramos al terreno de la incertidumbre y la incertidumbre es lo que en la realidad los mercados castigan (y lo que todos los seres humanos estamos mal equipados para manejar).
Al banquero internacional le importa más poder predecir lo que sucederá en determinado mercado que las acciones específicas que se toman. Porque al final, siempre y cuando se puedan evaluar riesgos, todas las otras variables se ajustan gradualmente por los mercados. Se vuelven tasas de interés más elevadas, se vuelven primas de riesgo más grandes, se vuelven flujos de capitales de cierta índole. Siempre que exista una ganancia que obtener, las otras variables pueden ajustarse de cualquier forma en la lógica del financiero internacional.
Poniéndolo en un ejemplo palpable para todos. Cuando los mercados reaccionan de forma negativa frente al Brexit o frente algún anuncio de Trump, lo hacen no sólo por las implicaciones inmediatas del suceso, sino porque le dan más peso a la incertidumbre que dicho suceso le introduce al sistema. El problema que genera sobrerreacciones o subestimaciones muchas veces es que las herramientas para evaluar riesgos no hacen el trabajo correcto, subestiman o sobreestiman las probabilidades que ciertos eventos sucedan (como la crisis financiera del 2008 que siempre fue subestimada).
En tiempos electorales siempre escuchamos mucho ruido sobre qué dirán los mercados, sobre si los banqueros estarán contentos, sobre si se tiene confianza, sobre si gustan o no las políticas de X o Y persona. Todo eso importa, pero de forma accesoria, lo que realmente importa es qué tanto lo anterior puede poner en riesgo sus ganancias o su capacidad para estimar el tamaño de sus pérdidas (riesgos).
Si queremos entender lo que los mercados dicen, tenemos que hablar el idioma de las probabilidades y no quedarnos en los lugares comunes en los que una buena parte de nuestros comentaristas financieros hablan. En México, un número importante de aquellos que se dedican a interpretar y traducirnos las señales de los mercados son como oráculos ciegos que además no hablan el lenguaje del mercado. El lenguaje de la banca y de los mercados son las probabilidades y las probabilidades, en muchas ocasiones, son sentido común.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda