En el siglo XX, grandes cambios fueron generados en el exorbitante mundo de las artes; movimientos culturales como el dadaísmo y surrealismo en la literatura, el impresionismo y el cubismo en la pintura, o el minimalismo y neoclasicismo en la música; gritaban a los cuatro vientos que era momento de cuestionar y retar los diferentes cánones culturales de la época.
La revolución cultural fue una guerra con doble frente, y con el cometido de impulsar nuevos ideales, los artistas adquirieron una mayor responsabilidad en sus trabajos. Viajaban para descubrir nuevas tendencias, experimentaban, platicaban entre sí, compartían sus pensamientos y trabajaban en equipo.
Le Ballet Mécanique es uno de los principales ejemplos que representan a este movimiento. El pintor cubista Fernand Léger y el pianista compositor George Antheil, unieron fuerzas para crear lo que ellos sabían que sería una de las tareas con mayor representación cultural en la historia.
Influido por el jazz -que apenas comenzaba a gestarse- el ex alumno de Listz compuso una verdadera joya musical. La banda sonora esta considerada dentro de los primeros antecesores del cine sonoro, y fue en los años 20 una provocación abierta al orden establecido.
La velocidad para la que originalmente fue creada esta pieza, es de 150 pulsaciones por minuto. Fue compuesta para ser interpretada por una destacada orquestación de 16 pianos, una infinita cantidad de percusiones, sonidos de ambulancias e instrumentos varios.
La duda, la fantasía y la renovación se encuentran presentes visual y auditivamente. La vinculación de la imagen con la música hicieron de este acto de rebeldía algo para recordar en el mundo del videoarte. Y es maravilloso pensar que después de tanto tiempo, trabajos como éste continúen inspirado a millones de personas para no limitarse y rebelarse de la mejor manera en la que el ser humano puede hacerlo, a través del arte.