Por Roberto Castillo
Estos últimos meses han sido los más intensos de mi vida. En diciembre del año pasado iniciamos a recolectar firmas para aparecer en la boleta de diputados locales en el Distrito 26 de Benito Juárez y Coyoacán. Hoy estamos a menos de dos semanas del día de la elección. Comenzamos unos cuantos, tocando puerta por puerta, hablando con las personas en la calle. Hoy nos contamos por cientos. No puedo sentir más que orgullo y felicidad al decir que construimos la campaña que siempre soñamos: austera, cercana a las personas y honesta. Lo hicimos aquí en la CDMX, en Mérida, en Monterrey y en Jalisco. También se vio en Jojutla, Morelos y en La Paz, BCS. Pero sé que muchos no sienten lo mismo, porque lo que vivimos es una pequeña excepción en el mar de tragedias, farsas y mediocridades que representaron las campañas a nivel nacional. No más. Tenemos una responsabilidad como generación. Éstas tienen que ser las últimas elecciones mediocres de nuestro país.
Han pasado casi 21 años desde que el PRI perdió la mayoría absoluta en el Congreso y 18 desde el primer cambio de régimen de la era moderna. Sin embargo, nuestra democracia y nuestro país distan mucho de ser lo que se pudo imaginar en ese momento. Al día de hoy más de 100 personas en campaña han sido asesinadas en el actual proceso electoral. El sistema de partidos es controlado por cúpulas que ningunean a las bases, traicionan la ideología de sus estatutos y destruyen los procesos democráticos al interior de los mismos. Todo esto mientras la ley electoral es violada sistemáticamente por los mismos partidos que la escribieron y que prefieren pagar multas a cumplirlas. Además, tenemos a aquellas personas que vulneraron la figura independiente y sólo replicaron las prácticas fraudulentas y clientelares de los partidos.
Sin embargo, hay también un movimiento demostrando que otra manera de hacer política es posible: #VamosAReemplazarles. Un movimiento nacional de miles de personas que, hartas de los políticos de siempre, decidieron hacer la política que soñaban. Y que, con 16 candidaturas, estamos innovando en estas elecciones.
Las voluntarias y voluntarios que hacemos esta campaña hemos platicado con miles de personas en Benito Juárez y Coyoacán. Todos somos jóvenes. Algunos de cuerpo y otros de mente. Y es lo primero que nos reconocen. Una vecina me decía el otro día: “Mis padres simulaban votar. Tachaban la boleta pero ya sabían quién iba a ganar. Yo voté por un cambio que nunca llegó. Les toca a ustedes, los jóvenes, hacerlo realidad.”
Tiene razón. Jaime Garzón lo dijo muy bien: “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos. ¡Nadie!”.
No digo que nuestra generación sea la solución última. Es claro que no podemos generalizar. Aún vemos jóvenes que entran a los partidos no con la intención de transformarlos, sino de imitar las mañas de los políticos de siempre. Lo cierto es que gracias a un sinfín de luchadoras antes de nosotros, hoy podemos caminar hacia la democracia que nos gustaría tener. A esos movimientos que nos permiten decir esto hay que celebrarles y reconocerles. Las sufragistas; las estudiantes del ´68, del ´71, del 132; las zapatistas; todos quienes soñaron con un cambio; todos quienes marcharon por sus hijos, por la paz, por Ayotzinapa; todas y todos quienes han trabajado por dejar un mejor país del que encontraron.
Gracias a esas personas México no es el mismo de antes. Ahora podemos soñar con un futuro distinto y trabajar para lograrlo. Un futuro menos desigual. Donde participar en la política no sea un privilegio sino un derecho y un deber. Donde la diversidad de voces se reconozca y se celebre. Donde los políticos trabajen para servir en vez de servirse del gobierno. Donde la pobreza no obligue a vender el voto. Donde hacer campaña no suponga un riesgo de muerte.
Pase lo que pase, el primero de julio tenemos una responsabilidad como generación: involucrarnos. Desde los partidos, desde la vía independiente, desde la sociedad civil, desde los comités vecinales, las iglesias, las escuelas, los clubes de scouts… desde donde sea. Tenemos que tomar responsabilidad sobre nuestro país, nuestras comunidades y nuestro futuro. Si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará por nosotros y nada nos garantiza que nos represente. Por eso hay que hacer política y no conformarnos. Hacer la política que soñamos y que nos hará orgullosos.
Éste será un proceso largo. Nada cambiará directamente la noche del primero de julio. Quizá tampoco en los primeros 100 días del nuevo Presidente. Pero tenemos que empezar a dar los pasos para tener la democracia que imaginamos: más horizontal, austera, que garantice los derechos, los expanda y brinde las mismas oportunidades a todas y todos.
Hay un gran texto de Martín Caparrós titulado “La culpa es de nuestra generación” sobre la responsabilidad que, siente, tiene su generación en el devenir actual de Argentina. “Algunos quisimos cambiar aquel país, otros no; entre todos lo cambiamos para mal. Somos la generación de la caída”, menciona. Espero -deseo- que en 40 años palabras así no salgan de mi boca. Hoy me quedan dos cosas: una, trabajar para ganar en dos semanas y cambiar a la CDMX desde el Congreso; dos, hacer todo lo que quede en mis manos para en algunas décadas decir: “Soy parte de la generación que cambió a México. Nosotros lo logramos”.
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Roberto Castillo es candidato sin partidos al Congreso de la CDMX por el Distrito 26 e integrante de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.
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