Por Tessy Schlosser Presburger

Las armas de los débiles y el miedo político

En su serie de ensayos sobre miedo político, Corey Robin propone que aquellos que resisten a un régimen injusto o a una autocracia no son irracionales, como aquellos que se benefician del miedo quisieran hacerles creer.

En contra de las lógicas de las élites y los colaboracionistas, los que resisten ofrecen su propia contralógica, combinando argumentos morales y racionales [y yo incluiría políticos]. Entregarse a una causa, le dicen a sus víctimas y a los espectadores, no solamente es una deshonra: no es sabio.

Sin embargo, el silencio, dice Robin, no le ganará protección a las víctimas, los hará más vulnerables. Las amenazas que las acechan no son tan inevitables como aparentan serlo. Los que resisten “tienen más poder, más espacio para la maniobra”, de lo que se dan cuenta.

Hace poco más de treina años, James C. Scott publicó su libro Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance. En contra de las teorías gramscianas de opresión hegemónica, Scott propuso que los actos cotidianos de resistencia de los campesinos en diferentes partes del mundo significaban que éstos no habían consentido a la dominación. De diferentes formas, los actos de resistencia al equilibrio de un sistema jerárquico y opresor eran las armas que éstos, como aquellos en desventaja dentro del sistema, encontraban para subvertir el orden que los oprimía. Sin embargo, y como explicaré con dos ejemplos a continuación, el que un acto implique resistencia o sublevación no yace en el tipo de acto, sino en cómo éste se lleva a cabo y sus implicaciones. La risa y la burla, pues, podrán ser formas de retar la lógica del miedo político, pero también de mantenerlo. Dependerá de quienes resisten por medio de estas armas de débiles identificar en cuál de los dos espacios caen.

Reírse como acto de resistencia

Hay una muy citada frase de Margaret Atwood que resuena en mi cabeza cada vez que una mujer se atreve a volver pública su burla de un hombre: “los hombres tienen miedo que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo que los hombres las maten.” Aunque esta frase usualmente es convocada con el fin de resaltar la diferencia de vulnerabilidades entre hombres y mujeres, en ella se cuela un vistazo de poder. Controversial e hilarantemente, hace unas semanas Melissa McCarthy interpretó a Sean Spicer en “Saturday Night Life”. En la débil comediante, la risa se vuelve una poderosa arma de resistencia. Contra la lógica de la autopreservación, la mujer que satiriza a un hombre con la capacidad de matarla, encarcelarla y lastimarla mezcla argumentos racionales, políticos y morales para confrontar y no quedarse callada frente a lo que considera un gobierno injusto. Cuando el miedo frente a un hombre poderoso proviene de una idea de que reírse, resistir, no es sabio, la risa aparece para recordar que las amenazas que aparecen no son inevitables.

Frente al riesgo de convertirse en víctima, con su sátira McCarthy se desalineó de los espectadores y en lugar de convertirse en colaboracionista o creer en demasía la amenaza de convertirse en víctima, ésta abrió la posibilidad de luchar, riendo desde un podio móvil.

De piñatas y bufones

En diciembre de 2016, poco después de que el candidato republicano fuese electo presidente de EEUU, senadores del PRD rompieron una piñata en forma del ahora presidente. ¿Es ésta una de las armas de los débiles, como la sátira de McCarthy o la risa de una mujer frente a su violador impotente? Al contrario. Como describe Simon Critchley, “si la libertad ama el humor, entonces la esclavitud encuentra su expresión en la bufonería”. O como lo escribió Shaftesbury tres siglos antes, “entre más pesada sea la carga, más amarga será la sátira. Entre más alta la esclavitud, más exquisita la bufonería.” Esto, nos dice Critchley, explica por qué se permitían las aparentes transgresiones del orden teológico y político en los carnavales. Mientras que algunas formas de humor transgreden y retan el poder, otras (las bufonerías) simplemente restituyen el orden al ofrecer un alivio transitorio. “Después del Carnaval viene la Cuaresma, y una no puede existir sin la otra”. Es fácil subestimar el poder de uno mismo, pero cuando se es senador de un país que es atacado por su país vecino, uno no sólo cuenta con las armas de los débiles. En esta subestimación yace la diferencia entre un acto de irreverencia y uno de irresponsabilidad.

¿Actos de resistencia o bufonería?

Mientras que algunas formas de sátira retan el equilibrio del orden, avergüenzan al opresor y representan una resistencia desde los flancos de los débiles. No toda burla es resistencia: la risa también puede volverse en la batuta del bufón que busca la catársis carnavalesca, la cual no sólo no subvierte, sino que mantiene el orden.

Como cuenta Robin en la segunda entrega de su serie, “generar miedo a través del tiempo y el espacio requiere del involucramiento, incluso la cooperación, de la sociedad entera… el miedo político depende de los observadores, cuya pasividad pavimenta el camino” para los victimarios. El peor error, entonces, yace en confundirse a uno mismo con víctima incluso antes de serlo, cuando se es un observador pasivo con la capacidad de proteger a otros.

Mientras que la sátira que una mujer hace de un hombre poderoso que participa en un gobierno abiertamente misógino es un arma de resistencia, la burla en forma de piñata partida por un grupo de senadores es un acto de bufonería. En momentos en los que el miedo político gana terreno, será importante saber notar la diferencia.

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Tessy Schlosser Presburger estudió la licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en el CIDE, y es maestra en Teoría Política por la Universidad de Chicago.

Twitter: @tessy29

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