Por Diego Castañeda
Tras el anuncio por parte de México y Estados Unidos de que tienen un acuerdo entre sus diferencias respecto al TLCAN se ha vuelto inminente que pueda estar listo en algunos días. Ahora, el primer ministro de Canadá se sumó a estas expectativas al declarar que si el acuerdo beneficia a su país podría cerrarse este mismo viernes.
Hoy se vence el plazo legal para que el trato pueda cerrarse por los tiempos legislativos en Estados Unidos, por lo que la posición canadiense se ha vuelto vital. Los grandes puntos de diferencia entre Canadá y Estados Unidos giran en torno a los productos lácteos de Canadá, que hoy son un sector muy protegido y al cual Estados Unidos desea tener acceso libre, en lo que acusa la administración Trump es un trato injusto para su propio sector. La otra gran diferencia gira alrededor de los mecanismos de resolución de controversias.
Canadá en el acuerdo original fue el país que impulsó en específico los mecanismos de resolución de controversias como una herramienta para defenderse en sus disputas comerciales con Estados Unidos. De acuerdo al anuncio que hicieron México y Estados Unidos al inicio de la semana este tópico sufrió algunos cambios en los capítulos 11, 19 y 20. Por ejemplo, acordaron que sólo ciertos sectores específicos como energía, telecomunicaciones e infraestructura y algunos otros ajustes sean susceptibles a ellos. Para que el acuerdo sea posible Canadá debe aceptar estos cambios.
Si se logra el acuerdo en los términos anunciados resultará muy interesante ver las implicaciones que puede tener para la economía mexicana. Por un lado, tener certidumbre sobre el acuerdo y que no se quedará algo como la cláusula “sunset” que obligaba a la revisión y posible cancelación del acuerdo cada 5 años, deberá traer estabilidad al tipo de cambio y destrabar algunas inversiones que estaban detenidas en espera del resultado de las negociaciones.
Por otro lado, aspectos como los cambios a los contenidos de valor en las reglas de origen para la industria automotriz puede tener efectos inciertos. El cambio de 62.5 a 75 por ciento en contenido regional en el mediano y largo plazo podría representar un choque fuerte a las cadenas de valor de algunas armadoras, sobre todo las asiáticas y europeas. Estos cambios podrían hacer que movieran sus actividades a otros países si encontraran más barato producir fuera y pagar un arancel en la región que producir con las reglas del TLCAN.
A su vez esto podría abrir oportunidades para que partes de la cadena de valor que hoy están fuera de la región se realicen abriendo oportunidades de inversión en los tres países. El efecto es incierto hasta ver cómo evolucionan las cadenas globales de valor y cómo México ajusta su política industrial para incentivar mayor contenido local.
Quizá la parte más peligrosa del acuerdo en la forma que se anunció se encuentra en el otro requisito para que un automóvil se cuente como producido en la región (el primero es el contenido regional de 75 por ciento) que es que al menos entre un 40 y 45 por ciento del contenido de valor del automóvil sea manufacturado en zonas de “altos salarios”, entendiendo por altos que se pague el salario promedio de la industria en la región, que es de 16 dólares la hora. Estos 16 dólares por hora son más o menos equivalentes a 70 mil pesos mensuales, una cantidad muy superior a lo que se paga en promedio en México, que es 3 dólares por hora, algo así como 13 mil pesos mensuales.
Esta regla puede hacer muy complicado que partes de la cadena de valor sean capturadas en México y es a todas luces un intento de la administración Trump de desincentivar que nuevas inversiones, sobre todo nuevas plantas, se instalen en México bajo la amenaza de pagar aranceles si no cumplen con el requisito. México tendrá que ser muy creativo para realizar política industrial que le permita capturar eslabones de las cadenas de valor con mayores salarios.
Estas propuestas de acuerdo nos obligan a pensar en el costo beneficio del acuerdo, siempre se ha dicho que no tener acuerdo es mejor que un mal acuerdo, parece que en los términos que existen el acuerdo no es ideal pero tampoco es terrible, tiene oportunidades para incrementar el valor agregado mexicano en las exportaciones, pero también representa riesgos importantes. Quizá una práctica sana que la negociación incluye y que deberíamos hacer una práctica común en México, a diferencia de los últimos 24 años, es evaluar periódicamente los costos y beneficios del acuerdo, monitorear de cerca sus efectos para ajustar nuestras políticas.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda