Por José Manuel Ruiz Ramírez
Donald Trump lleva dos semanas en la presidencia de Estados Unidos y no ha habido un solo día desde que asumió el cargo que no abramos con miedo nuestras redes sociales para enterarnos de su última ocurrencia. Esta vez, Trump tuvo la cortesía de avisarnos con una semana de anticipación que el 31 de enero anunciaría su candidato para ocupar el asiento vacío en la Suprema Corte de Estados Unidos. La lista de participantes para “El Aprendiz. Edición Judicial” la conocimos desde mayo del año pasado y varios de los nombres en la lista hacían que la candidatura de una inerte barra de carbono fuera una mejor opción. Al final, y en horario estelar, Trump anunció la nominación del juez Neil Gorsuch. ¿Pero qué significa esto?
Algo de contexto: “esa silla era mía”
La Suprema Corte de Estados Unidos está integrada por 9 jueces que ocupan el cargo de forma vitalicia. En febrero del año pasado se abrió una vacante por la repentina muerte del juez Antonin Scalia, campeón del conservadurismo, del federalismo y actor amateur de la ópera en Washington.
Que se abra un espacio en la Corte es algo muy raro y los dos partidos políticos en Estados Unidos lo saben muy bien. En una esquina, los demócratas vieron la oportunidad de que la Corte estuviera integrada en su mayoría por jueces progresistas y, en la otra, los republicanos buscaron defender el peso de un juez conservador como Scalia.
El resultado fue una pelea que cobró la oportunidad del juez Merrick Garland de llegar a la Suprema Corte, pues los republicanos aplicaron la ley del hielo y se rehusaron a discutir la candidatura presentada por el presidente Obama. El argumento de los republicanos para negarle hasta el saludo a Garland fue que Obama ya estaba de salida y que ese asiento le correspondía decidirlo al próximo presidente –valga decir que a Obama le quedaban 11 meses en el cargo al momento de presentar a su candidato.
Malas noticias: Trump ganó
La victoria de Trump y la mayoría de los republicanos en el Congreso significan que el partido conservador controla dos de las tres ramas de gobierno en Estados Unidos. Las primeras consecuencias de esto ya nos tienen con un gobierno mexicano que se quedó sin estrategia para hacer frente a la ofensiva de Trump, quien ya ordenó la construcción del muro –y que, si el vacío de liderazgo en México sigue, tal vez terminemos pagando–, la renegociación del Tratado de Libre Comercio, el recorte de fondos a ciudades santuarios para migrantes y un largo etcétera.
No sólo México tiene problemas. Todos los países piensan en sus estrategias para lidiar con la presidencia de Trump. Al interior de Estados Unidos también están tomando acciones para enfrentar las órdenes ejecutivas del presidente y frenar la agenda conservadora de los republicanos. En muchas de esas batallas la Suprema Corte podría frenar los deseos de Trump o abrirle el camino para que continúe con su aplanadora. Esos pesos y contrapesos son lo que está en juego con la designación del nuevo juez de la Corte.
¿Quién es el candidato?
Neil Gorsuch es un juez de 49 años que fue designado para una Corte de Apelaciones por el presidente Bush y confirmado por el Senado en 2006. A diferencia de otras nominaciones que ha hecho Trump, es difícil cuestionar las capacidades de Gorsuch, pues tiene una sólida formación profesional –Columbia, Harvard y Oxford– y el respeto del gremio jurídico, a pesar de su ideología conservadora.
En contexto, Neil Gorsuch no es la peor noticia para el mundo. El representante de la presidencia de Obama ante la Suprema Corte, Neal K. Katyal, defendió la nominación de Gorsuch, pues argumenta que es un juez que se ha distinguido por apegarse a la constitución y a la ley. Sin embargo, la presidenta de la Alliance for Justice (agrupación de abogados liberales), Nan Aron, anunció que harán todo lo posible para frenar esta candidatura.
Los casos en los que se ha pronunciado Gorsuch y que más llaman la atención son el de Hobby Lobby (que aquí explica John Oliver) y uno en el que formuló un voto contra la doctrina Chevron. En el primer caso, Gorsuch escribió un voto en el que defendió que la libertad religiosa protege a las empresas para negar a sus empleados el acceso a métodos anticonceptivos a través de sus seguros de trabajo; es decir, que las empresas pueden tener creencias religiosas. En el segundo caso destaca su voto disidente en el que argumentó que la división de poderes impone la obligación al poder judicial de realizar una interpretación consistente con la constitución respecto de acciones del poder ejecutivo y que no debe priorizar la propia interpretación que haga este último de la forma en que debe cumplirse la ley. Esta última opinión es muy importante considerando que Trump es un presidente que emite órdenes ejecutivas con el mismo ritmo con el que publica tuits.
Parece muy difícil que los demócratas puedan frenar la confirmación de Neil Gorsuch. Si llega a la Corte ésta quedaría integrada por 4 jueces progresistas, 4 conservadores y uno que ha fungido como fiel de la balanza en varios casos (y que fue jefe de Gorsuch cuando éste empezaba su carrera). Con un estilo de redacción de sentencias muy claro y convincente, podría ser que Gorsuch continúe con el legado de Scalia: socialmente conservador, pero férreo defensor de la división de poderes. Quizás no es el juez que la Suprema Corte de Estados Unidos merece, pero tal vez sí el que necesite si mantiene sus criterios de defensa de los estados frente a la federación y de los límites del Ejecutivo frente al Congreso y el Poder Judicial.
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José Manuel Ruiz Ramírez es abogado en @AlaIzqMx que intensea con derechos humanos, tribunales y temas LGBT.
Twitter: @Gellert_G