Era el 28 de junio de 1995, un grupo de 40 miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, se dirigían a bordo de cinco camionetas a un mitin para exigir la liberación de Gilberto Romero Vázquez, un integrante del grupo desaparecido un mes anterior. Sin embargo muchos de ellos, que salieron desde muy temprano desde sus hogares, jamás regresaron.
En el camino, para ser más preciso en Aguas Blancas, comunidad de Coyuca de Benítez colindante con Acapulco, cerca de 400 agentes del agrupamiento motorizado de la policía guerrerense los emboscaron, recibiéndolos a balazos con tal de que no llegaran a su destino, dejando un saldo de 17 muertos y 23 heridos, en un acto que se afirma ordenó el propio gobernador del estado en ese entonces, el priista Rubén Figueroa Alcocer.
Y aunque en un principio lo negó, debido a la presión de los habitantes y familiares de víctimas que lo señalaban como el principal orquestador de esta masacre, Figueroa terminó pidiendo licencia definitiva ante el Congreso del Estado para dejar el cargo el 12 de marzo de 1996, cumpliendo sólo 3 de los 6 años que se supone tendría que durar su mandato.
La propia Comisión Nacional de Derechos Humanos, realizó un informe en donde calificó estos hechos como genocidio, además indicó que el propio ex gobernador Rubén Figueroa sabía que se llevaría cabo ese mitin, por lo que tomó las medidas necesarias ya que un día antes todos los policías municipales de Atoyac, lugar donde se realizaría la protesta, fueron retirados, además de que se le advirtió al personal del hospital regional que estuvieran listos para recibir heridos.
Desafortunadamente, hoy se cumplen 21 años de estos hechos y ninguna persona ha sido detenida al respecto, por lo que la frustración y el enojo de los familiares de las víctimas y heridos es muy grande. Lo único que ha hecho el gobierno, especialmente Rubén Figueroa, es darle dinero a los familiares para que desistan en sus reclamos de exigir justicia, esperando que con eso se les olvide todo su dolor, pero lo que en realidad debe de suceder, es que se dé con los culpables y reciban el castigo que merecen por sus actos.