Por Pablo Duarte

Antes de comenzar, les ahorro la lectura extensa. Simplemente responda: ¿Sabe quién es Andrés Iniesta? Lea el libro, está bueno. ¿Disfruta de los partidos de la Champions League? Lea el libro, está bueno. ¿Tiene alguna opinión sobre el legado de Johan Cruyff en el Barcelona FC? Lea el libro, está bueno. ¿No le podría importar menos quién anotó el gol del triunfo en la final del Mundial de 2010? Mejor no lo lea. Si lo hace, no me culpe si le parece repetitivo.

Despachado ese falso deber del reseñista, entremos en materia.

Uno de los postulados tácitos de un libro de memorias es que, entre las páginas, uno como lector atestiguará un ejercicio introspectivo, un recuento somero o detallado del pasado personal. Ahí está lo que la protagonista pensaba mientras las tenazas de la adolescencia la jaloneaban hacia todos lados; esto fue lo que pensó el personaje principal al encarar su primer reto existencial; ése es el secreto vergonzante que guardó todo este tiempo. Sensacionalistas y letrados, acudimos al anuncio de esa oferta. Quién no quiere saber qué fue lo que pensó aquél al jalar del gatillo, esa otra al darse cuenta del desfalco, ellos al reconocer que tenían a un espía entre sus filas. Pasa a veces que quien recuerda es más bien soso. Entonces sí, qué problema.

No miente Andrés Iniesta, firmante del libro que protagoniza, que ésta será una mnemotecnia compartida. “Yo quería explica cómo me veo (o, dicho de otro modo, cómo me he sentido) y cómo me ven quienes creo que me conocen”. Los periodistas Ramon Besa y Marcos López recabaron, reinterpretaron y estructuraron estas trescientas cincuenta y tantas páginas divididas en dos secciones. Hicieron una labor admirable, considerando el reto que entrañaba hacer hablar a una tapia, pedirle introspección y verborragia al más callado, al menos mediático, a uno de los genios futbolísticos más modestos y silenciosos de las últimas dos décadas.

Foto: Shaun Botterill/Getty Images

Genio en la cancha, la retórica de Iniesta obedece a otra gramática, a otras leyes y costumbres: los empeines, los tobillos, los regates y las tácticas. Acostumbrados como estamos a medir, a comparar constantemente a estos personajes, hay que decir que el rasero está muy alto. Lionel Messi no es precisamente una lumbrera; Cristiano Ronaldo no es un dechado de gracia; no todos los futbolistas pueden ser Zlatan. El sueco Ibrahimovic es de los ultramediáticos recientes, quizá el más entretenido de todos los “autores” (diríamos más bien “memoriosos”, para no faltar a la realidad, porque ninguno de ellos habrá tecleado una sílaba del libro). Iniesta pasa, cede el balón, Besa y Marcos mediantes, son muchos otros los que lo observan. Están todos: Guardiola, Messi, Puyol, Del Bosque, Sergio Ramos, Casillas, familiares, amigos. Más que unas memorias personales, La jugada de mi vida son quizá un detallado, a veces repetitivo pero iluminador, reporte de observaciones.

Según el libro, Iniesta era talentoso desde la cuna: el pueblo y los parientes lo atestiguan y poco a poco esa virtud se vuelve reconocible, global. Dos capítulos memorables son los dedicados al gol que hizo, como el 8 del Barcelona, al Chelsea inglés en Stamford Bridge y al Mundial de Sudáfrica. Íconos plásticos y fechas cruciales en cualquier almanaque deportivo, escuchar el anverso es siempre grato. Pero quizá esta fuga –en el sentido musical– va acumulando voces y perspectivas. La segunda parte, por ejemplo, es casi una relatoría judicial, un expediente del talento ajeno, y hasta hay un capítulo dedicado a los rivales. Aunque no hay odios calados, no hay pugnas brutales, en realidad; más bien son unanimidades de bondad, de elogio.

Foto: Alex Caparros/Getty Images

Permítanme arriesgar una interpretación: este minucioso registro de impresiones en realidad trata sobre el estilo. En toda la amplitud de la palabra. La jugada de mi vida es una variante de un discurso sobre el estilo. Si, por ociosidad, leemos el folletín Discurso sobre el estilo, el que pronunciara un científico francés para entrar a la Academia en el siglo XVIII, nos encontramos con frases como ésta: “El estilo no es sino el orden y el movimiento que se pone a los pensamientos”. Él, Buffon, hablaba del estilo en la escritura, de la primacía de la claridad y el buen orden de los pensamientos para hacer obras perdurables. Bueno, acá, no estamos tan lejos; aunque sin calcar, hay algo de eso también aquí. No es la forma del libro en sí –una persona vista por todos los que la rodean; más bien, el estilo al que me refiero es la forma de ser, de actuar, de estar del protagónico. Lo que una y otra vez se dice del hijo dilecto de Fuentealbilla, son dos cosas: por un lado, que es la humildad, la timidez encarnada; por otro, que tiene un fondo inaccesible e impredecible, que es “más complicado de lo que parece”. Estas dos posturas encontradas, esos dos polos se repiten: sobriedad y truculencia interna, insignificancia y protagonismo superlativo. Salió de un pueblo de menos de diez mil personas, era menudo de cuerpo, pálido, proclive a la lesión, taciturno, silencioso, mitad vampiro de Twilight, mitad ícono del romanticismo inglés. Pero, al mismo tiempo, dicho por los demás, es la pieza fundamental que permite que un estilo de juego se vuelva legendario; es competitivo, voraz en el pasto, con el balón, es implacable y decisivo; fue él y no cualquiera de los otros talentos que lo rodean quien gana el Mundial para España, quien consigue un gol de último minuto de camino a la final de la Champions: es a quien se quiere ver con el balón cuando el infortunio aprieta. “Andrés es un mecano sensible”, dicen. Esa dualidad Iniesta, ese estilo sobre el que trata este discurso es el del héroe soso. Hasta ahí la interpretación; arriesguen la suya.

Los autores no dan consejos ni revelan detalles graves –más de una vez Iniesta nos dice que esa conversación “no la contará”, que esos detalles “se los llevará a la tumba”. Pero sí repiten que este modesto es un genio voraz; que este titán del campo es casi mudo e insondable. En su discurso, Buffon dijo otra frase memorable y que, si la sacamos del contexto polvoso de la Academia y la trasladamos al futbol, al campo de juego, a la historia personal de Andrés Iniesta, aplica: “el estilo es el hombre mismo”.

Andrés Iniesta, en colaboración con Ramon Besa y Marcos López, La jugada de mi vida. Memorias, Malpaso Ediciones, 2016.

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Pablo Duarte edita, traduce y dice necedades en la radio.

Twitter: @elotroduarte

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