Por: Esteban Illades 

El martes pasado, en un encuentro con militares y sus familiares, el presidente Enrique Peña Nieto dio otra de las declaraciones que definirán su presidencia. Así como el “Ya sé que no aplauden”, el “Vine a aprender” de Luis Videgaray o el “Ya me cansé” de Jesús Murillo Karam, Peña dijo:

“Quienes les digan que vivimos en un país que está en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes”.

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No es la primera vez que se lanza contra sus críticos; no por nada el tema de su informe pasado fue que “las cosas buenas no se cuentan pero cuentan mucho”. Es costumbre que defienda su presidencia, y también, dado todo lo que sucede alrededor, es costumbre que esté a la defensiva.

Sin embargo –y aquí es cuando en los comentarios de abajo van a empezar a poner las letras c, h, a, i, r, o–, resulta complicado aceptar que el presidente critique a un gran sector de la nación –el 96% que cree que el país va en la dirección contraria, según la encuestadora IPSOS– cuando queda claro que, en efecto, el país, o por lo menos el gobierno, está en crisis.

Basta con ver algunas de las cosas que han sucedido tan sólo durante las últimas dos semanas para entender por qué.

Las embajadas a los cuates

Si algo positivo se podía decir del PRI de antes es que el servicio exterior jugaba un papel importante a nivel mundial. De hecho, uno de los tres premios Nobel otorgados a un mexicano fue al diplomático Alfonso García Robles, responsable del Tratado de Tlatelolco, que establece la desnuclearización de América Latina y el Caribe.

(De esas cosas que no dejan de ser simbólicas: una casa de subastas está ofreciendo su premio en estos días; uno de los grandes logros de México está en venta al mejor postor.)

Pero ya no. Ahora las embajadas y los consulados son para los cuates. Por ejemplo, Andrés Roemer, quien usó su puesto para hacer negocios privados con el permiso del gobierno, Marisela Morales, exprocuradora general, a quien le abrieron un consulado a modo en Milán, Fidel Herrera, exgobernador de Veracruz que se fue a vivir a Barcelona, y un largo etcétera.

Hace dos semanas, el presidente propuso a Edgar Elías Azar, hasta hace poco el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, como embajador ante los Países Bajos. ¿Qué experiencia tenía? Ninguna. Pero igual lo propuso. Eso sí, si uno googlea el nombre del nominado, encontrará una gran cantidad de acusaciones del delito favorito de este sexenio: corrupción.

Los puestos para los cuates

De otro caso que se ha hablado mucho en semanas recientes es del de Paloma Merodio, nominada también por el presidente Peña, ella para ser vicepresidente del INEGI, el órgano que mide las estadísticas en México. Merodio, se demostró en varias ocasiones, no cumple con los requisitos para ocupar el puesto. Legalmente no califica. De asumirlo, estaría cometiendo una ilegalidad. Eso no detuvo al presidente para nominarla, ni al senado para hablar maravillas de ella y defenderla con argumentos como el de Patricio Martínez, senador de Chihuahua, que dijo lo siguiente:

“Me parece que las comisiones no pueden convertirse en un coliseo romano donde se traiga a los propuestos a que sean expuestos ahí a los leones. La belleza absoluta, la perfección total, la precisión total nomás en Dios. La perfección no la vamos a encontrar en nadie, nadie la tiene, solamente el señor…”.

Así el nivel del senado y de los aspirantes a cargos públicos. Una persona, Merodio, que mintió en su CV para obtener un puesto altamente técnico –piensen en el sector 7G de la planta nuclear de Springfield para una buena analogía– y un Senado que recurre a este tipo de ¿argumentos? para aprobarla.

La justicia para los cuates

El caso más sonado del último mes fue sin duda el de Daphne, la joven de Veracruz que acusó a cinco hombres –conocidos en medios y por la sociedad en general como “Los Porkys– de pederastia, pues abusaron sexualmente de ella cuando era menor de edad. De los cinco “Porkys”, varios huyeron. Uno de ellos apareció en España y fue detenido por la policía de allá. Después fue extraditado a México para enfrentar cargos, pero un juez –el que decidía si enfrentaba el juicio tras las rejas o libre–, decidió que el acusado no debía estar encarcelado. ¿Por qué? Por esto (cita tomada de esta nota de El País):

“El juez ha determinado que si bien es cierto que Daphne Fernández, que tenía 17 años en ese momento, declaró que el imputado, junto a sus amigos, le “tocó los senos, le metían sus manos debajo de la falda y [Cruz] le introdujo sus dedos por debajo del calzón y se los introdujo en la vagina”, no observa una intención “lasciva” ni que Cruz tuviera la intención de “copular”. Por ello concluye que no considera lo sucedido como un acto sexual, sino un “roce o frotamiento incidental”.

Sin embargo, el Poder Judicial intentó enmendar su error tras ver la decisión del juez, que incendió las redes sociales. Al día siguiente anunció que lo suspendería mientras investigaba por qué había decidido lo que había decidido.

Pero el caso “Porkys” no fue el único que involucró al sistema de justicia. A las pocas horas de que se diera a conocer la sentencia, empezaron a salir reportes extraños de la Cámara de Diputados. Resulta que Antonio Tarín, exfuncionario de César Duarte, quien fuera gobernador de Chihuahua y hoy está prófugo, había entrado a la Cámara para rendir protesta. Era el diputado suplente de Carlos Hermosillo –nada que ver con su homónimo famoso por rematar balones con su gran cabeza de cubeta–, quien había muerto en un accidente la semana pasada. Todo iba bien, Tarín, del PRI, estaba por hacerse de un mega sueldo y de protección legal. Sólo que resultó que tenía una orden de aprehensión: el gobierno actual lo acusaba de haber desviado más de 300 millones de pesos.

Tarín se escondió dos días en el congreso, hasta que el PRI se dio cuenta que no habría manera de darle el cargo. Se quedó en la cafetería de San Lázaro hasta que un abogado le tramitó un amparo. Papelito en mano, salió sin ser detenido. Sólo tuvo que pagar 14,500 pesos.

El que persigue al narco… es narco

Y las malas noticias continuaban. En Nayarit, el fiscal general Edgar Veytia, tuvo que separarse de su cargo por un pequeño problema: lo detuvieron cruzando la frontera a Estados Unidos. Los fiscales –sus homólogos– en dos estados distintos lo buscaban por estar acusado de trabajar con cárteles. Veytia, que tiene un doctorado y premios por… combate al narcotráfico, supuestamente ayudó a transportar kilos de distintas drogas a nuestro vecino del norte.

Más de 100 periodistas muertos

Tan sólo en marzo, tres periodistas más murieron por ejercer su oficio. Entre ellos, Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua y reportera para el diario Norte, también de ese estado. Breach fue baleada y se dejó un mensaje junto a su cuerpo. Murió por reportar información que el crimen organizado no quería.

Del lado del gobierno federal no hubo respuesta, o al menos no al nivel que ameritaba. Así como el presidente, en Twitter, lamentó atentados en el extranjero, o felicitó a la selección de fut por sus dos sufridos triunfos en la eliminatoria de Concacaf, omitió mencionar a Breach. Con su homicidio la cuenta de periodistas muertos en este siglo, según diversas fuentes, ascendió a 103. 103.

Norte, su periódico, anunció ayer que cerraría por falta de condiciones para ejercer periodismo. Así la situación.

Y ésas fueron sólo son dos semanas

Así nos podríamos seguir con muchos ejemplos más. Tal vez el presidente tenga razón, viendo lo que hemos visto en las líneas anteriores. Tal vez el país no está en crisis, sino el gobierno. De otra forma no es explicable que los fiscales sean detenidos por ayudar al narcotráfico, que los diputados se escondan en el Congreso para que no los arresten, que las embajadas y los puestos técnicos sean para cuates sin experiencia, que las fiscalías no investiguen crímenes contra periodistas…

La crisis está en la mente, sí. Pero no es imaginaria. Está en la mente porque es lo que vemos todos los días.

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