Hace 21 años el mundo de la música se vio sacudido por el repentino suicidio de Kurt Cobain, el famoso cantante y guitarrista de Nirvana. También hace 13 años, una de las mejores voces de la misma generación se apagaba, Layne Staley, cantante de Alice In Chains, perdía la vida ante una sobredosis de drogas. Aunque ambos cantantes pertenecían a bandas de la misma escena y época, sus estilos eran muy diferentes. Sin embargo sus vidas guardan muchos paralelismos.
Kurt no era un “genio torturado” como se le suele glamourizar en los medios, al igual que Ian Curtis, Amy Winehouse, Janis Joplin y Layne Staley era víctima de una enfermedad: la depresión derivada o incrementada por la adicción a las drogas. Es sabido que Cobain padecía terribles dolores estomacales que trataba de mitigar a base de Quick de fresa. Layne por su parte se fue hundiendo en el abismo de la heroína cada vez más, sin importarle nada. Ambos músicos padecían una enfermedad, una depresión tremenda, habitual en cualquier usuario de drogas duras.
La aparatoso suicidio de Kurt es tomado por muchos como la prueba de que el cantante no estaba dispuesto a permitir que su legado se pudriera al paso del tiempo. Muriendo en la plenitud de sus facultades artísticas nos evitó verle tocar hasta nuestros días convertido en una parodia de sí mismo, tratando de replicar el éxito de Nevermind o In Utero, no evitó verle convertido en un mediocre tocando con una banda de músicos empleados sólo para pagar las cuentas.
Desde luego no puede haber afirmación más absurda. El suicidio de Kurt fue simplemente la última salida para escapar del dolor que sentía (físico y anímico). El gran ídolo de Cobain, John Lennon, también era un tipo “torturado” y adicto a las drogas, simplemente supo manejar mejor su dolor que Kurt. Cobain no se suicidó para dejar su legado intacto o como una forma de hacer un pronunciamiento artístico, no se dio un escopetazo en la cabeza para asegurar su ingreso al “Olimpo de los Dioses del Rock” o le urgiera inscribirse en el “Club de los 27”, lo hizo porque simplemente ya no podía más con su vida.
Cobain decidió terminar con su vida en un instante, de golpe, Layne se fue dejando morir poco a poco, consumido por la heroína y el crack. Se recluyó en su departamento, inmerso en la telaraña de la heroína y el crack hasta que su cuerpo debilitado no pudo resistir más la última dosis. La policía informó a la madre de Layne que no había hecho retiros de su cuenta de banco en varias semanas, por lo que ella, su esposo y dos oficiales acudieron a la casa de Staley, derribaron la puerta sólo para encontrar el cadáver del cantante en el sillón, iluminado únicamente por la televisión cuyo cinescopio daba vueltas, en ruido blanco. Su cuerpo llevaba dos semanas de haber perdido la vida y su estado era tal que sólo pesaba 39 kilos cuando fue encontrado. Su muerte no fue tan difundida como la de Kurt de igual manera que la música de Alice In Chains, aunque goza de gran popularidad, jamás fue tan acogida por los medios como la de Nirvana.
Nirvana y Alice In Chains junto con Pearl Jam, Soundgarden y Mudhoney cambiaron el panorama musical de los 90 para una generación que se sofocaba ante el Glam Metal, las boybands, los sintetizadores y las cajas de ritmos. Todas las bandas regresaron a la premisa básica del Rock, usando bajo, batería, guitarra y voz, volumen alto y distorsión. La diferencia es que las composiciones de Nirvana siempre tendían hacia lo memorable, con cierto oficio Pop, influenciados por los Beatles y los Pixies entre otros, mientras que Alice In Chains se encontraba en el lado oscuro del espectro, más hermanado con el Metal y el Hard Rock, lo cual también es atractivo para un cierto nicho de personas.
En la prehistoria del Grunge existió Mother Love Bone, una banda que se pensaba sería de lo más grande en los 90, era el eslabón entre el Hard Rock de finales de los 80 y el Punk/Pop/Metal que llegaría en la década siguiente. Sin embargo, de la misma forma que Cobain y Staley, su cantante, Andrew Wood, también sucumbió ante la adicción a la heroína y falleció antes de que pudieran explotar del todo. Alice In Chains y Soundgarden ya tenían contratos con disqueras transnacionales antes que Nirvana. Peal Jam lanzó su exitoso álbum Ten sólo un mes antes de que apareciera el Nevermind.
Éste último fue el álbum que de algún modo era la suma de todo lo que hacían sus tres contemporáneos combinado de una forma que era lo suficientemente melódica para volverse un éxito comercial y a la vez tenía la dosis exacta de oscuridad, furia, ironía e irreverencia para permanecer como un trabajo genuino que le hablara al alma de millones de adolescentes. La avalancha provocada por estas cuatro bandas y las que les precedieron, provocó un cambio en la historia de la música, nuevas bandas se formaron y la música se renovó una vez más, de la misma forma en que en los 70 apareció el Punk a derribar la pomposidad y virtuosismo académico del Rock Progresivo (cosa que debería suceder cada década pero inexplicablemente se ha detenido o diluido las últimas dos)
Kurt era un cantante visceral, se hacía escuchar a gritos. Layne era un verdadero cantante, con una estupenda voz, casi espectral lo cual era ideal para las sombrías letras de Alice In Chains. Ambos, trataban de exorcizar sus demonios a través de sus canciones. A pesar de ser exitosos, del dinero, la fama, ambos hombres parecían no hallar la felicidad en ninguno de estos placeres terrenales, las drogas fueron su escape de ese mundo vacío y también fueron su perdición.
La nota suicida de Cobain citaba la frase de Neil Young: “es mejor arder que desvanecerse”. Kurt y Layne ardieron sin duda, pero no se han desvanecido del todo.