Por Esteban Illades
¿Ustedes recuerdan qué querían ser cuando tenían siete años? Yo, portero de los Pumas. Era la época de Jorge Campos y sus trajes vistosos.
Yo no sé qué quería ser Fátima, la niña de siete años cuyo cuerpo torturado apareció tirado en bolsas de basura este fin de semana al sur de la Ciudad de México. Tampoco quiero hablar por ella. Lo único que sé es que hoy, una niña de siete años, SIETE, le hace falta a su familia y a este país.
La semana pasada fue Ingrid. A ella la desollaron. DESOLLARON. Y se pidió justicia. Como la semana anterior y la anterior. Y así nos podemos seguir para atrás. Podemos revisar un libro de nombres y probablemente cubramos casi todos. Porque la cantidad de mujeres que han asesinado en este país es absurda.
Ahí están los números, tan fríos y terribles: cada día son asesinadas –no mueren, son asesinadas– 10 mujeres en este país. No faltará quien diga “pero a los hombres los matan más”. Sí, pero a ellos no los matan por ser hombres. A las mujeres sí. Las matan por odio; por celos; porque a los hombres de este país nos han educado para pensar que las mujeres son menos. Que nosotros somos los importantes. Y que ellas son desechables.
De manera cada vez más frecuente tengo que escribir este texto o uno similar. Probablemente lo que digo ahora ya lo haya dicho antes. Pero si lo repito es porque el problema no se resuelve. Al contrario, cada vez es peor. La violencia es más cruenta. La edad más baja. Los detalles más horribles. Y la única respuesta es “no se enojen”.
¿Cómo no nos vamos a enojar?
Ni en este gobierno ni en los anteriores les ha interesado resolver el problema. Ahí está el expresidente Calderón en Twitter haciendo leña de lo que pasa ahora, cuando su sexenio fue una ola de sangre. Están los y las panistas, cuya agenda siempre ha sido retrasar los derechos de la mujer, lucrando con la muerte de una niña de siete años.
Ahí están los fanáticos que van a la iglesia del gobierno actual mañana, tarde y noche, diciendo que la cosa no es tan grave porque también matan a gente de la comunidad LGBTI y por qué no se quejan ustedes de eso, a ver, a ver.
Todo queda en palabras, siempre. En insultos, la mayoría de las veces. En indolencia de gente que no quiere resolver un problema que estaba todo menos oculto. Al gobierno actual se le eligió porque los anteriores no funcionaban. No se le eligió para echarles la culpa a los otros, se le eligió para responder.
Y la única respuesta que da es la misma que antes. Incluso peor, porque hay un agravante: sabían a lo que se estaban metiendo. No llegaron a ciegas. Llegaron hablando de un país ensangrentado, de un sexenio de paz y de un alto a la violencia.
Pero una vez que se acomodaron regresaron a lo mismo. No se puede. No es culpa nuestra. Ya chole con sus quejas.
Porque las prioridades resultaron ser otras. Una rifa, una cena de tamales. Una refinería que no existe, un tren que no va a ningún lado. Un aeropuerto inventado. Y, sobre todo, unas puertas. No pinten esas puertas. Porque esas puertas importan más que ustedes. Que las torturen, que las violen, que las maten. Pero las puertas, las pintas no. Se ven feas.
Fuchicaca, yo tengo un avión que rifar.
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