¿Quiénes son los jóvenes? Ésa es una pregunta para la que todos creemos tener una respuesta, pero que pocas veces se basa en evidencia que no provenga de alguna anécdota o idea preconcebida. La buena noticia es que durante los últimos tres años se ha desarrollado un proyecto que nos permite conocer la realidad de los jóvenes contada por ellos mismos. Millennials en América Latina y el Caribe, ¿trabajar o estudiar?, incluye un análisis sobre el caso mexicano que fue realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias con base en una encuesta para jóvenes en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.
La encuesta se dirigió a jóvenes de 15 a 24 años de edad y se complementó con una entrevista al adulto responsable de su hogar, en caso de que éste no fuera el joven entrevistado. De esta manera, es posible conocer la problemática contemporánea de los jóvenes, pero también, la de uno de sus padres, además de contar con la posibilidad de contar con detalles sobres las condiciones de origen de ambos entrevistados, y así, poder caracterizar a la población de interés en términos de su condición de movilidad social intergeneracional.
Los resultados nos dicen muchas cosas que podríamos imaginar, pero también nos permiten erradicar algunas ideas que estigmatizan a la población juvenil. En particular, vale la pena resaltar tres hallazgos sobre la población que “ni estudia ni trabaja”, es decir, la que se conoce como ninis: ni son ociosos ni tienen expectativas salariales altas ni cuentan con padres que hayan experimentado en mayor medida movilidad social ascendente.
En cuanto a la historia que se escucha de manera recurrente sobre que los ninis son “flojos”, hay que mencionar que dedican buena parte de su tiempo al trabajo no remunerado (ver Figura 1). Si se compara el tiempo que declaran como de ocio, no se observa una diferencia significativa entre los que no son catalogados como ninis. Otro concepto que resalta es el tiempo para el cuidado de otras personas, ya que, en ese caso, resulta que la población nini le dedica casi 70 por ciento más de tiempo que los demás. Sobre el tiempo para labores domésticas, los ninis reportan el doble de horas para esa actividad. Además, cabe mencionar que una mayor proporción de los catalogados como ninis son mujeres, lo cual sugiere, dada la evidencia sobre uso del tiempo, que los roles tradicionales y la desigualdad de género persisten, sin olvidar que esta información se refiere a la zona metropolitana más grande de México.
Sobre sus expectativas salariales, más allá de que resultan clave para tomar una decisión entre estudiar o trabajar, también reflejan la valoración que los jóvenes se asignan a sí mismos. En este caso, independientemente del nivel educativo sobre el que se les pregunte, en todos los casos los jóvenes consideran que en el mercado laboral percibirían un menor ingreso de lo que, efectivamente, se observa para una población con sus mismas características. Esta diferencia entre expectativa y realidad, como se puede observar en la Figura 2, resulta mayor cuando se les pregunta sobre expectativa salarial para la gente con niveles educativos más bajos. Lo anterior, por un lado, puede resultar positivo si este hecho se constituye en un factor decisivo entre dejar, o no, la escuela. Por el contrario, si se trata de jóvenes que no tienen la posibilidad de realizar una elección sobre su actividad y se ven orillados a salir al mercado laboral, la valoración que han construido sobre ellos mismos los deja en una situación de poder de negociación salarial limitada, dado que esperan recibir menos de lo que efectivamente el mercado laboral paga.
En materia de movilidad social y sobre las condiciones de origen social de la población nini, los hallazgos del estudio resultan impactantes. Se observa que las opciones de logro de los jóvenes dependen, en buena medida, de una lotería de la vida: los padres de los que son clasificados como ninis son, a su vez, aquéllos que experimentaron un tipo de movilidad social menos conveniente. En otras palabras, tanto las personas que experimentaron menor ascenso social, así como las que sufrieron una caída en su posición en la escalera socioeconómica, son en su mayoría padres de los ninis (ver Figura 3).
Los resultados anteriores nos muestran que un pendiente del Estado mexicano es el de garantizar la igualdad de oportunidades. Las características observadas en los jóvenes, junto con las de sus padres, nos señalan que las dificultades que aquéllos enfrentan para tomar decisiones sobre su trayectoria laboral y académica no se resuelven únicamente en el ámbito individual, ya que el entorno importa.
Resulta muy importante que el nuevo gobierno federal reconozca y busque resolver la problemática que enfrentan los jóvenes. Jóvenes construyendo el futuro, el programa insignia que se dirigirá a esta población, plantea “dar oportunidad a jóvenes que no estudian y no trabajan”. Se fijan objetivos específicos en el ámbito laboral a través de la inserción y capacitación, y en el ámbito educativo a través del acceso a estudios universitarios.
El gobierno entrante fija en 22 por ciento la proporción de jóvenes sin oportunidades, es decir, que “no trabajan, no estudian, ni reciben capacitación”. Con el nuevo programa se busca beneficiar a 2.6 millones de jóvenes entre 18 y 29 años de edad: 300 mil becas de 2,400 pesos mensuales para jóvenes de bajos recursos que quieran realizar estudios universitarios; y 2.3 millones de becas de 3,600 pesos mensuales, hasta por un año, para jóvenes a los que se vinculará con centros de trabajo en donde recibirán capacitación y tutoría.
La pregunta que queda pendiente es si Jóvenes construyendo el futuro resulta suficiente y pertinente para resolver los problemas de los jóvenes.
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Roberto Vélez Grajales es Director Ejecutivo del CEEY.
Twitter: @robertovelezg