Canícula es la temporada más calurosa del año.  Según indican las tradiciones totonacas, durante el período canicular, el hombre ofrece a los dioses diversos ritos para hacer que al final del ciclo, las lluvias traigan consigo la fertilidad. 

Canícula, también es el segundo  documental de Jose Álvarez que se estrena en cines este Viernes 12 de Julio, un largometraje sobre la palabra viva de los totonacas de El Tajín contemporáneo, su memoria y su dignidad.

“Canícula” es una película documental que trata la historia de un grupo de alfareras totonacas y la historia de una escuela de vuelo para niños, estas dos historias se desarrollan en la comunidad de Zapotal santa Cruz en Veracruz, México.

Esta cinta es un viaje visual al mundo totonaca; recoge la intimidad de la vida y el entorno del Tajín actual. Es una cinta sin prisa, que se da el tiempo de filmar el viento sobre el ancho y lento río Tecolutla, la cubeta que baja al pozo por el agua de todos los días, un árbol que absorbe el atardecer, la intensión firme de los niños que practican los primeros pasos de las danzas sagradas.

Es un tejido de historias continuas, de momentos, del caos natural de la vida que es un devenir accidentado. Narra con la sutileza de una pintura zen el trasvasarse de sabiduría del maestro al nuevo danzante, de ese rito sagrado de mantener viva la memoria raíz, y que se da con la naturalidad y sencillez del pájaro que hace su nido.

Se acerca a la mano que empuña el barro y lo vuelve forma. Nos muestra cómo del lodo primigenio los dedos descubren con agilidad el vientre de una olla escondida. Nos permite ver el ritmo de la alfarera, el ritmo de sus pies desnudos, el ritmo profundo de la tierra que sube por ella hasta sus piezas magníficas, verdaderas joyas pulidas que nacieron de lo que una vez fue áspero e informe. Nos muestra el fuego del pan y la cerámica, y el agua del manantial, donde la mujer se vuelve diosa.

Canícula significa cenit, culminación del sol, del volador que se viste de papagayo con su gorro de espejos como rayos, de la alfarera que nos muestra su obra que es también tierra y sol. Nos advierte que lo sagrado es de todos los días, como la tortilla y el pan, como la flauta que marca el paso del tiempo en el aquí y el ahora, que no hay camino, ni destino, sino ilusión.

Por: Jose Álvarez

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