Por José Acévez

Las candidaturas independientes son una figura que si bien ha refrescado el panorama político nacional, también ha reforzado muchas prácticas clientelares de los partidos, así como reinventado algunas irregularidades desconocidas para la ley electoral (los casos de El Bronco, Ríos Piter y hasta de Margarita Zavala han abierto profundas discusiones al respecto).

La figura surgió con la reforma política de 2012 como una medida para hacer contrapeso a la partidocracia y abrir nuevos caminos para la representación democrática. Sin embargo, ha funcionado también como un escaparate para que muchos militantes partidistas rompan filas con sus diligencias y abran un nuevo camino en sus carreras políticas, entrecomillando el carácter de independiente; pues si bien son una opción más en las contiendas electorales, cargan con ellos ideologías, vicios, clientelismos, relaciones y demás prácticas derivadas de su paso por los partidos.

Como sociedad, con la novedad de la figura, nos hemos topado con una opción que no terminamos de entender bien, que no alcanzamos a diferenciar sus matices, que no asumimos por completo sus alcances, pero que, sin duda, ha abierto un camino amplio y muchas veces digno para reencontrarnos con las discusiones de lo público en este país.

Y en ese sentido, Jalisco es uno de los ejemplos más significativos al respecto, en donde si bien la figura ha estado presente con vicios partidistas (el caso del payaso Lagrimita en 2015 da para una discusión aparte), también ha sido depositario de movimientos “independentistas” que están reconfigurando desde lo local las formas de hacer política en México.

Me refiero, por supuesto, a lo que originó hace tres años el triunfo de Pedro Kumamoto, el primer diputado independiente del Congreso de Jalisco. La historia es más o menos conocida: con menos de 300 mil pesos (de los cuales sólo 18 mil fueron recursos públicos) un grupo de jóvenes universitarios que llevaban tiempo haciendo diversos planteamientos políticos desde lo “wiki” (un trabajo horizontal y colaborativo), posicionó una candidatura al congreso local por uno de los distritos con más desarrollo socioeconómico de Zapopan.

Foto: Alejandra Leyva

Después de conseguir las más de seis mil firmas y hacer una campaña de contraste aprovechando al máximo las redes sociales digitales así como los nodos vecinales y el acercamiento de miles de voluntarios, Kumamoto logró más de 50 mil votos, afianzando su figura en el Congreso jalisciense (Diego Petersen narra con detalle la historia de este proceso y los pormenores del triunfo). Tres años después de su gestión en donde logró posicionar iniciativas como la eliminación del fuero en el estado y la ley Sin Voto No Hay Dinero (que busca condicionar el financiamiento público de los partidos a sus votos y no a la lista nominal), el independiente decidió apostar ahora por un puesto legislativo federal: una curul en el Senado de la República.

Después de juntar más de 115 mil firmas, Kumamoto aparecerá en la boleta junto con Juana Delgado, su compañera de fórmula (el Senado se conforma por dos representantes de cada estado elegidos por mayoría de votos y uno más por el primer registro de la fórmula que haya obtenido el segundo lugar en la votación), complementando un perfil que representa los diversos contrastes tanto de Jalisco como de la población mexicana (mujer-hombre, experiencia-juventud, problemáticas rurales-problemáticas urbanas, sociedad civil-trabajo legislativo).

El esfuerzo de las firmas en los pasados meses fue apasionante y abarcador, y, lo más interesante, es que con la fórmula al Senado el esfuerzo de los “wikis” por ocupar más espacios se amplió. Además de Pedro y Juana, el movimiento denominado Vamos A Reemplazarles consiguió las firmas para tres diputaciones federales y nueve locales en Jalisco, así como otras tres en diversos puntos de la república: Ciudad de México, Yucatán y Nuevo León. Estos perfiles son diversos y a veces contrastantes, con el fin de construir un abanico amplio de los retos que vivimos como generación ante el futuro: casos como el de Pablo Montaño y Susana De la Rosa (por el distrito 8), quienes han trabajado por la movilidad integral y el medio ambiente, hasta Alejandra Vargas, enfocada en la participación ciudadana y emprendurismo social, Roberto Castillo (por el distrito 26 de la capital) en temas de transparencia y rendición de cuentas, o Susana Ochoa con temas de género y Oswaldo Ramos con una visión más honda del campo en el sur de Jalisco.

Esta nueva fuerza política pone en quiebre las formas en las que hasta hoy se han entendido los caminos electorales en México. Ya que si bien los partidos han ocupado el monopolio de las apuestas en los comicios, se asume viable que, en el México contemporáneo, las agrupaciones políticas tengan formas más matizadas, horizontales, asamblearias, integradoras y transversales de trabajar.

Este interesante experimento político de agrupación independiente, como bien reflexionó el periodista tapatío Enrique Toussaint, pone el foco en lo que se necesita para reformular los acuerdos sociales de los mexicanos: una plataforma que aprovecha a las instituciones del Estado como receptáculo de múltiples iniciativas y propuestas que nacen de la sociedad civil. Es decir, que las instituciones públicas trabajan a la par o por lo que mueve e interesa a quienes construyen desde el conocimiento profundo de las problemáticas locales y no desde quien decide por las élites para mantener sus cotos de poder.

Estas nuevas organizaciones políticas que nacen y se alimentan desde lo civil, lo “no gubernamental”, son una estampa de los tiempos que corren. Donde las formas arcaicas de los partidos corporativistas resultan rancias e insuficientes, y donde la población no encuentra una representación real en esto. Un movimiento que desde la juventud interconectada (consciente de las problemáticas globales) es capaz de posicionarse y actuar desde lo local.

Si bien el futuro del movimiento es ambiguo y, como establece el periodista Julio Ríos, sus formas pueden llegar a ser similares a las de un partido, lo cierto es que miles de jóvenes (y muchos no tan jóvenes) han encontrado un camino de reencantamiento con lo público y una activación directa para poder dialogar sobre el futuro y, sobre todo, comprometerse con él.

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José Acévez cursa la maestría en Comunicación de la Universidad de Guadalajara. Escribe para el blog del Huffington Post México y colabora con la edición web de la revista Artes de México.

Twitter: @joseantesyois

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