Por Rodrigo Casillas de Caso
El artículo de Ricardo Quintana Vallejo, publicado ayer en sopitas.com acerca del nuevo Zelda y su conexión con el colonialismo europeo y la literatura (que pueden leer aquí), me causó dos sorpresas. La primera, que apareciera en sopitas.com (a lo mejor ya se les murieron todos los sopibecarios de la camada anterior y recurrieron al siguiente eslabón del esclavo moderno: los egresados de literatura) y, la segunda, que se ligara al Breath of the Wild con el colonialismo y que se le pusiera “al nivel de la literatura”.
La primera sorpresa la celebro, qué bueno que por fin pusieron a escribir a gente que se dedica a eso. La segunda, también, porque es necesario tener un ojo critico sobre todos los productos culturales que nos rodean. Sin embargo, con eso no basta y hay que echar las ideas al ruedo, a ver si aguantan.
Aquí quisiera enfocarme en la interpretación de la historia del Breath of the Wild como “claramente una metáfora del colonialismo europeo”; ya después veremos si la vida me da para hablar otro día de si vale la pena andar utilizando a La Literatura como vara medidora para legitimar un producto de cultura pop.
Suena descabellado, pero curiosamente la lectura hecha por Ricardo del juego es acertada. Sin embargo, creo que, una vez descubierto este punto, hay que tomar un paso atrás y darnos cuenta que esta lectura es más fruto de un análisis excesivo que algo más.
Vamos a subirnos al tren por un par de estaciones y veamos adónde llegamos.
Si nos ponemos en el plan del sobre análisis, podemos encontrar en Pokémon una encarnación del sistema esclavista, o mínimo una representación del maltrato animal al hacerlos pelear entre ellos por mero placer y aspiraciones de sus entrenadores.
Básicamente, Pokémon se trata de peleas de gallos glorificadas
¡En el caso del Assassin’s Creed 2 tenemos un escándalo total! No sólo te la pasas matando a gente con base en su afiliación religiosa, al final asesinas al líder de esta religión (SPOILER ALERT DEL 2009, el Papa Rodrigo Borgia). No puedes ser más anti católico que eso.
Bueno, paremos ahí. Que se acaban los caracteres y hay un punto que probar.
Como podemos ver, varias de estas lecturas de los juegos pueden ser atinadas. No hay que forzar tanto el cerebro para ver que encajan, y hasta resulta entretenido debrayar un rato al respecto. Pero ahí muere. Obviamente la esclavitud, la violencia animal, los asesinatos por motivos religiosos son temas graves y que merecen nuestra atención y opinión junto con el racismo y la misoginia que impera en la industria del videojuego. Pero también hay que saber medir en qué momento estamos forzándola. No es lo mismo criticar el sexismo de Hideo Kojima (por ejemplo Quiet, el personaje en el Metal Gear Solid V) que vaya que es lamentable, sobre todo con un juego que en todos los demás aspectos es brillante, o que hasta hace poco hayas podido hacer a tu personaje del Animal Crossing con color de piel oscura, partiendo de la premisa de que es un juego donde puedes personalizar tu personaje a tu gusto y, si quieres, semejanza.
Estos dos últimos casos me parecen mucho más relevantes y graves, que la interpretación colonialista del Breath of the Wild basado en las dinámicas e interacciones que tiene Link con su entorno. La mecánica del juego, que a mi juicio es la parte más importante de éste por encima de la historia y los gráficos, es similar a los (MUY CRITICABLES) principios del colonialismo europeo. Seh, supongo. ¿Hay mucho más que decir al respecto? No estoy seguro.
“¿¡GÜEY YA TOPASTE QUE EL ZELDA ES LITERAL EL MECANISMO COLONIALISTA EUROPEO¡?.” “ADOBABES siescierto” “Bueno. Rólame el control.”
Creo que siempre es importante decir nuestras opiniones, sobre todo si tenemos fundamentos para mantenerlas, pero también creo que es necesario darnos cuenta cuándo estamos tomando demasiado en serio un debraye.
Uno de los grandes momentos del cine del siglo pasado es el diálogo en Clerks (1994) entre el dependiente de la tienda donde se desarrolla toda la película y uno de sus amigos donde debaten la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte por la Alianza Rebelde.
El argumento es sencillo. Al estar todavía en construcción, la Estrella de la Muerte II seguramente albergaba a miles de obreros que probablemente no tenían una afinidad particular al Imperio más que la posibilidad de traer el pan instantáneo y la leche azul al hogar. Por lo tanto, el estandarte de la Alianza Rebelde se encuentra manchado, cuando se ondeaba en el momento más alto, con la sangre de los inocentes que juraban proteger. Una vez más encontramos un análisis agudo y entretenido, bueno para cotorrear. Pero ¿deberíamos ir a hacer cadena humana afuera del rancho de George Lucas para demostrar nuestro rechazo al ataque perpetrado por una guerrilla de izquierda ficticia? No realmente. Hasta eso sería más productivo protestar el bikini de esclava de Leía en El Retorno del Jedi, y vaya que se ha protestado. Pero afortunadamente con la aparición de Rey y de Ahsoka Tano parecería que el buen camino de las mujeres de Star Wars ha sido retomado.
En fin, creo que es válido hacer ejercicios creativos e interpretar las cosas de acuerdo con nuestra visión del mundo, pero también creo que hay un momento en el que debemos reconocer si la gravedad del asunto merece tratarlo con seriedad (como el mencionado caso de Quiet en el MGSV) o nomás reconocerlo, encontrar nuestra postura al respecto, y seguir jugando. Hay que ser críticos siempre, pero también hay que saber que no todo hay que tomarlo en serio.
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Rodrigo Casillas de Caso estudió literatura inglesa en la UNAM. Actualmente, es músico y estudia una maestría en gestión cultural.
Twitter: @rocorcholata