Por Graciela Manjarrez

En su Revisión especial de mercados notorios de 2013, la Oficina Comercial de la Casa Blanca (USTR, por sus siglas en inglés) incluyó al mercado de Tepito como uno de los principales centros de falsificación y contrabando a nivel de mercados negros como el de China, Indonesia, India, Tailandia y Ucrania. Advirtió, además, con gravedad, que dichas actividades estaban vinculadas estrechamente con la delincuencia organizada, tanto nacional como internacional.

La representación de la Casa Blanca conminó a las administraciones de Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera a priorizar sus esfuerzos para erradicar la piratería y controlar, de forma efectiva, las actividades ilegales del barrio bravo; sin embargo, ambas administraciones no han sido capaces de hacerlo. Sólo un año antes de la publicación, 12 jóvenes tepiteños fueron levantados en un bar de la Zona Rosa y ejecutados en un rancho del Estado de México. Unas 30 personas fueron detenidas y remitidas al Reclusorio Preventivo Sur por ataques a la paz y alterar el orden público, pues impedían el decomiso de unos televisores, presuntamente robados en el municipio de Ecatepec. En un operativo de la Procuraduría General de la República en la colonia Morelos se decomisaron 30 kilogramos de droga, dos armas, dos morteros y una granada de gas. En volantes atribuidos al Cártel del Golfo se invitaba a los pobladores del barrio bravo a sumarse a la organización criminal para que dejaran de vivir “en [la] vecindad y [de] subirse al metro”.

La serie Ingobernable se estrenó el 24 de marzo por la plataforma digital Netflix. Desarrollada por Natasha Ybarra-Klor y protagonizada por la actriz Kate del Castillo, la serie narra los avatares que sufre Emilia Urquiza, primera dama de México, al ser inculpada por el asesinato de su esposo, el presidente Diego Nava.

La serie consta de 15 capítulos con una duración aproximada de 40 minutos cada uno. El ritmo de la historia es ágil y entretenido, al menos, al inicio y los personajes funcionan a manera de representaciones o símbolos: Emilia y Diego encarnan a la clase política; Tomás Urquiza al sector empresarial; Agustín Aguirre al ejército; Canek Lagos al luchador social; Chela y Zyan a la ciudadanía consciente; Patricia Lieberman a la justicia y Ana Vargas-West al aparato de inteligencia norteamericano infiltrado en el gobierno mexicano. Esto permite que la serie plantee una serie de interrogantes muy concretas: ¿Qué pasaría si México se quedara sin presidente? ¿Cómo reaccionaría el sector empresarial ante un presidente que se antepone a sus intereses? ¿Los crímenes, de cualquier magnitud, se pueden castigar en México? ¿Qué sucedería si en lugar de que Estados Unidos cerrara su frontera Sur, México blindara su frontera Norte y hubiera amnistía con la migración centroamericana? ¿La ciudadanía está dispuesta a hacer lo que sea necesario en aras de la justicia y la verdad? 

El problema radica en que las respuestas que da Ingobernable a estas preguntas válidas se construyen a partir de lo inverosímil, lo fortuito y lo poco probable. Ybarra-Klor pinta la idea de una Residencia Oficial de Los Pinos al puro estilo de los dramas políticos norteamericanos The West Wing o House of Cards, donde todos confluyen en una falsa armonía que permite actuar con la cabeza fría y apuñalar sin que nadie lo note (bastante alejado de la realidad política mexicana). Nunca termina de construirse esta metáfora Ayotzinapa-Tepito o, mejor dicho, el tema de la desaparición forzada de civiles. No queda clara la intrusión del ejército en este barrio complejo (aun con los datos duros descritos arriba), ni tampoco la sustracción y encierro de “La Mosca” en un centro de detección clandestino. No se llega a entender las implicaciones políticas de la lucha social en un país como México o el complejo lazo de hermandad que teje una sociedad organizada.

Y es ahí donde lngobernable se queda a medio camino, los personajes no ahondan en los conflictos que encarnan, da lo mismo que sea “La Mosca” o Canek los levantados, lo que verdaderamente importa es traer a colación el tema y mostrarlo en pantalla. La serie no logra darle ni el espacio ni el peso ni el desarrollo suficiente a las situaciones atroces que plantea (en clara analogía con la realidad mexicana). Se utiliza una lógica de mezclar, complicar y medio resolver; de ahí que ciertas escenas sean inverosímiles (basta con mencionar los métodos que se ocupan para obtener una gravísima confesión de uno de los altos mandos del ejército). Tal parece que la realidad del país les quedó muy lejos a los creativos de la serie.

Esperemos que para la segunda temporada –el final así lo insinúa– Tepito deje de hacer verosímil lo inverosímil y la relación Pinos–Barrio Bravo, Gobernantes–Ciudadanía se trate de una mejor manera y pueda ser verdaderamente el punto de partida de la serie; asimismo, para que este barrio tenga una mirada más justa, más objetiva. Donde conviven, sí, las armas largas, las drogas saca verdad, los túneles clandestinos que recorren la ciudad (¡y que nunca vemos!), la piratería (que vuelve hit confesiones políticas que harían tambalear a más de un gobierno), pero también la organización y la lucha social.

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Graciela Manjarrez estudió Letras hispánicas. Es docente en un bonito colegio privado, donde se dedica a formar lectores. Escribe su largometraje de ficción para el Centro de Capacitación Cinematográfica.

Twitter: @gmanjar

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