Por Diego Castañeda
Algo que no se aprecia mucho en la discusión pública en México, pero que debería y que es vital en ella, es el rol del INEGI. Todos los países tienen agencias estadísticas de algún tipo, algunas de ellas muy buenas, como es el caso de Statistiska centralbyrån en Suecia o Danmarks Statistik en Dinamarca o la Office for National Statistics del Reino Unido. No obstante, pocas, sino es que ninguna, tiene el nivel de servicio y calidad que el INEGI.
Por causa de mis intereses de investigación llevo algún tiempo consultando información estadística histórica para México que se extiende hasta el siglo XIX; en este caso, dado lo caótico de nuestra historia y que en el pasado no tan distante no existía un manejo tan pulcro de registros es muy complicado reconstruir muchos indicadores del pasado; en este tópico lo que tienen países como Suecia, Dinamarca, Reino Unido o Francia es verdaderamente magnífico porque tienen acceso a datos con cierto nivel de confianza que llega siglos atrás. No obstante, la calidad del servicio de estos institutos no es tan bueno como el del INEGI.
Desde los años ochenta, cuando el INEGI comenzó a ordenar y producir información estadística para el país, el acervo de información es enorme, el trabajo para recolectar y poner a disposición de las personas información que sirve para tomar decisiones y para estudiar el país tiene pocos paralelos en el mundo. La cantidad de encuestas, estudios, trabajos de orden más experimental como las mediciones subjetivas de bienestar y de proyectos que responden a las necesidades de investigadores es mucho mayor que la mayoría de las agencias de su tipo.
Si yo quisiera estudiar la evolución de los ingresos en el siglo XIX en Suecia al acceder al SCB encontraría sin mucha dificultad los datos, eso sí, los encontraría en PDFs que requerirían copiar manualmente o emplear algún software de reconocimiento visual para obtenerlos. En el caso de México ha sido tan amigable el trabajo que se realiza que muchas de las estadísticas históricas, censos económicos y otros productos se pueden acceder en .csv u otros estándares de datos. Por si fuera poco, tienen un sistema que permite a cualquier persona enviar solicitudes de información sobre bases datos que se necesitan y en poco tiempo se encargan de hacerlos llegar al que los solicitó. Al menos en mi experiencia en casi ninguna agencia de su tipo un investigador o un estudiante puede contar con tanta facilidad para obtener la información que le interesa, suponiendo que ésta exista.
De forma adicional algunos de los servicios de INEGI han servido mucho en situaciones de emergencia en momentos que la sociedad civil los necesita, un ejemplo que me tocó vivir en persona fue el pasado sismo y la respuesta de Verificado19s: INEGI sin problema prestó su plataforma para que el mapeo ciudadano de los derrumbes y las comunidades en problemas pudiera visualizarse en el mapa digital de México.
Toda esta historia para decir que el INEGI es en verdad una institución líder en el mundo dentro de su dominio, no es sólo una forma de agradecimiento personal, por lo importante que ha sido en mis investigaciones, también es por lo importante que es para la discusión pública. En los pasados años INEGI ha estado en los periódicos no por su gran trabajo sino por el entorno político en el que su trabajo es interpretado. Un par de ejemplos de esto fueron los debates en torno a la medición de la pobreza por los cambios en la ENIGH 2016 y algunos nombramientos, uno más reciente es por algunas de las encuestas que por falta de recursos ha tenido que posponer.
Pocas cosas hacen a una persona valorar la enorme importancia de tener datos nuevos de calidad de forma continua que tratar de reconstruir estadísticas de épocas en las que casi no teníamos estadísticas. Por esas cosas creo que es necesario reconocer que el INEGI es una institución clave del país y como tal debemos procurar que en el futuro siga siendo igual o mejor de lo que hoy en día es. Es una de esas instituciones que cuando hacen muy bien trabajo no se habla mucho de ellas y quizá eso es algo que deberíamos cambiar y reconocerla más.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda