Por Diego Castañeda
Llevo algunos días leyendo Bóvedas de Acero, uno de los grandes clásicos de Isaac Asimov (Robots #1), cuya historia gira en torno a un enclave especial habitado por humanos de otros planetas que es separado por una barrera adyacente a la ciudad de Nueva York con el propósito de evitar que los humanos de la tierra puedan entrar. La historia, por obvias razones, me recordó en parte a la política migratoria de la administración Trump que, tal como los humanos de los otros planetas en la historia de Asimov, encuentra a los potenciales migrantes (terrícolas en la novela, nosotros en la vida real) indeseables.
En la realidad, el tema migratorio es sumamente complejo, lleno de problemáticas que tienen vínculos con muchos temas, desde aspectos estrictamente de seguridad hasta aspectos puramente económicos. La migración a lo largo de la historia humana siempre ha estado vinculada a la búsqueda de mejor calidad de vida y mejora material. En el contexto mexicano no es muy distinta. La emigración de nuestros compatriotas hacia Estados Unidos ha tenido a lo largo de los años diversos efectos en nuestra economía a través de las remesas (México es el cuarto país del mundo con mayor recepción de remesas, sólo atrás de India, China y Filipinas) y, por lo tanto, un menor flujo de las mismas puede tener consecuencias adversas, así como la repatriación y deportación de nuestros compatriotas por las características específicas de los mercados laborales regionales en nuestro país.
Antes de pensar en un escenario sobre qué consecuencias podrían tener estas políticas en Estados Unidos sobre México, vale la pena detenernos un segundo para conocer las características sociodemográficas de los migrantes mexicanos en Estados Unidos.
Algunos datos de los migrantes mexicanos en Estados
En el periodo 2010-2015 se registraron aproximadamente 3 millones de repatriaciones de mexicanos en Estados Unidos. Entre ellos, los principales estados de donde eran originarios fueron los siguientes: el 23 por ciento era originario del estado de Michoacán, 20 por ciento de Oaxaca, 19 por ciento de Guerrero y 16 por ciento de Guanajuato.
Por grupos de edad, de los repatriados mexicanos el 64.7 por ciento se encontró entre 20 y 39 años de edad; 29 por ciento de ellos hablan inglés en alguna medida y 7 por ciento de ellos una lengua indígena. Entre las mujeres repatriadas de entre 15 y 29 años de edad suelen ser solteras y tener un nivel de escolaridad superior a los varones, 30 por ciento de ellas con un nivel educativo igual o mayor a preparatoria. Las que son mayores de 30 años tienen un nivel educativo entre primaria y secundaría en un 70 por ciento de los casos. Para los varones cuando se encuentran entre 15 y 29 años de edad, el 52.5 por ciento de ellos tienen un nivel educativo equivalente a secundaria y aquellos mayores de 30 años suelen ser casados, jefes de familia y un 82.6 por ciento tienen un nivel educativo entre primaria y secundaria.
Las principales entidades federativas de residencia de los migrantes mexicanos después de ser repatriados son la Ciudad de México, Michoacán, Guanajuato y Jalisco. El 95 por ciento de los migrantes realizaban trabajos subordinados en Estados Unidos y sólo el 5 por ciento eran generadores de empleo. A su regreso en México trabajan jornadas laborales de entre 35 y 48 horas a la semana con ingresos, para el 98 por ciento de los casos, entre 1 y 3 salarios mínimos. El 30 por ciento de los migrantes a su regreso terminan con un empleo en el mercado informal y 84 por ciento de ellos no cuentan con servicios de salud.
¿México está preparado para repatriar a sus migrantes?
Ya que conocemos algunas de las características de los mexicanos que suelen ser repatriados por medidas como las que pretende realizar la administración Trump, podemos concluir una cosa: México realmente no está preparado para recibir un flujo elevado de migrantes y asegurarles una calidad de vida aceptable. La concentración de los repatriados mexicanos en algunos mercados laborales –como la Ciudad de México u otros centros urbanos grandes en el país– nos hace prever que puede ocurrir un fenómeno de incremento en la pobreza urbana y la precarización del empleo en el sector informal (ya de por sí precario en general). Dado que una parte importante de estos migrantes se encuentran fuera de los sistemas de protección social, en específico los servicios de salud, no es descabellado esperar complicaciones para mecanismos como el seguro popular, poniendo en una situación de vulnerabilidad mayor a todas estas poblaciones.
El fenómeno de la repatriación puede poner a prueba la debilidad del entramado de protección social en el país y exacerbar la precariedad del trabajo. Frente a esta problemática estamos obligados a pensar en cómo generar mercados laborales más robustos, con mayor capacidad de absorción. Nos recuerda, también, de la debilidad del campo en México y la necesidad de rescatarlo. Nos obliga a pensar en estrategias para combatir la pobreza en las regiones olvidadas del país, que coinciden con ser las que producen más flujos migratorios hacia Estados Unidos y todo esto ni siquiera toma en cuenta la otra tragedia migratoria, la de los migrantes de otros países que cruzan por México hacia Estados Unidos y que representan otra serie de retos, además de poder agudizar algunos de los que los propios migrantes mexicanos representan.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda