La apertura del modelo de IA de Meta apunta a promover la intervención, análisis e investigación constante de una tecnología para mejorarla.
La inteligencia artificial (IA) es uno de los motores tecnológicos más impresionantes actualmente. Tiene una capacidad única de proceso de información que viene de millones de bases de datos simultáneamente; además, puede aprender sobre sus mismos procesos y las acciones de personas. Con ello, esta tecnología reconoce y predice patrones, particularmente de actividades específicas; sobre todo, cuando son rutinarias e individuales. Su puesta en práctica tiene implicaciones grandes en la automatización de trabajos que se pueden realizar sin supervisión y de manera expedita.
En buena medida lo que hace la IA es reconocer, leer e interpretar lenguaje. La tecnología detrás de ello es el procesamiento de lenguajes naturales (NLP por sus siglas en inglés) que busca establecer puentes de entendimiento entre seres humanos y computadoras. De alguna manera, simula lo más ordinariamente posible una conversación normal entre personas. Esto permite identificar inflexiones, estados de ánimo e intención detrás de las palabras de alguien, para tener más información sobre lo que necesita. Así, responder dentro de rangos de expectativa de los usuarios.
En lo que la automatización y la IA viene por todos nuestros trabajos, aún hay un punto en el que superamos a las máquinas. El cerebro humano es tan complejo que es mucho más eficiente —todavía— para leer, procesar y articular lenguaje. Incluso en términos de sintaxis, una persona puede deshilvanar oraciones y párrafos con mayor presteza que un robot; particularmente, cuando se trata de concatenaciones, tanto de ideas como de oraciones.
No obstante lo anterior, los esfuerzos no faltan por impulsar una IA capaz de hacerlo. En esa clave se pueden entender los anuncios más recientes de Meta —antes Facebook— en la materia.
¿El secreto de la IA está en el cerebro humano?
Por un lado, se dio a conocer que Meta estableció una alianza estratégica con las empresas Neurospin e INRIA para comparar actividades de aprendizaje profundo de una máquina con los del cerebro humano. Por otro lado, hicieron de acceso público el código, la bitácora de programación y el modelo completo de su IA más ambiciosa a la fecha. Un compendio que busca llevar a este tipo de tecnología a niveles todavía insospechados en la industria. Uno que sea de uso general y no se enfoque necesariamente a tareas específicas.
En una apuesta clara por cimentar su metaverso, Meta quiere tener un NLP capaz de articular IA que funcione completamente sin supervisión humana. Asimismo, que pueda reconocer patrones vastísimos de sus usuarios. Pero para ello debe entender el cerebro humano. La alianza con Neurospin e INRIA podría ser un primer paso para lograrlo. En la medida que mapeen mejor las correlaciones entre ondas cerebrales y aprendizaje profundo de inteligencia artificial, tendrían mayores probabilidades de poder lograr alquimia moderna; es decir, traducir lenguaje en pensamiento.
La estrategia busca enfocarse particularmente en las maneras en que se extrae significado del lenguaje. Entender cómo es que activamente procesamos palabras —al leer, al hablar, al escuchar y al escribir– al mismo tiempo que una IA aprende a hacerlo ofrecería información valiosa para predecir mejor cantidades enormes de lenguaje, tanto en texto como expresado oralmente. Se trata de quizá el último gran paso que tenga que dar este tipo de tecnología para terminar de afianzarse como una de necesidad absoluta para todas las personas. Por supuesto que esto implicaría pensar con cuidado qué tanto nos conviene, como sociedad, que una empresa privada cuente con una capacidad de procesamiento de información sin igual.
La colaboración como paradigma del desarrollo científico
Lo interesante del anuncio de Meta fue la combinación de noticias. El estudio del cerebro humano en comparación con el aprendizaje profundo de la IA de la mano de una apertura de la información e investigación que han realizado para llegar a este punto. Ambos dan señales de algo raro en la industria tecnológica actual: la colaboración como paradigma del desarrollo científico.
En una carta muy famosa de Isaac Newton a Robert Hooke, el primero escribió “si he podido ver más allá es por estar parado en los hombros de gigantes”. La metáfora es sencilla. Y se usa con frecuencia para explicar los pormenores del avance científico. Es imposible pensar que una persona (o empresa) es tan brillante que es capaz de romperla individualmente. Todo viene de un camino de décadas y siglos de desarrollo que permite continuar innovando.
Pero lo mismo aplica para una coyuntura específica. Hay una retroalimentación constante para que puedan lograrse avances. Entre científicos; al interior de una industria; y ni se diga entre disciplinas. Por ello los clústers tecnológicos, como Silicon Valley, han sido tan exitosos. Permiten que se socialice el conocimiento, se complementen tecnologías y se compita sanamente por lograr más y mejores resultados.
La apertura del modelo de IA de Meta apunta a esto. Promover la intervención, análisis e investigación constante de una tecnología ayuda a mejorarla; sobre todo, a encontrar puntos ciegos. Particularmente cuando se trata de avances con implicaciones éticas y sociales enormes. Más allá de las buenas o malas intenciones de Zuckerberg con el desarrollo de su metaverso —y las tecnologías habilitadoras que necesita para llevarlo a cabo—, estos modelos de colaboración son una buena noticia. Será interesante ver a qué conducen.