Ambos ataviados de blanco, los dos pontífices se reunieron en Castel Gandolfo, la estancia donde el papa emérito Benedicto XVI ha residido desde su renuncia en febrero pasado. Francisco I, decidió reunirse con su antecesor para reforzar su status como el de “iguales”.
En más de 600 años no se había visto una reunión similar pues el hecho de tener a dos pontífices vivos y reunidos al mismo tiempo resulta históricamente relevante. A su arribo en helicóptero a Castel Gandolfo, el papa Bergoglio (insertar chiste aquí) ofreció la efigie de la “Madonna de la Humildad” a Ratzinger como una señal de la buena fe que le tiene al pontífice emérito.
Durante la reunión, ambos hombres intercambiaron halagos y palabras de amistad típica de dos hombres que realmente no fueron marcados por ninguna pugna entre ellos, pero que tampoco compartieron mucho.
En comparación, el alemán lucía frágil ante el “robusto” argentino de 76 años. Mientras Francisco I vestía su tradicional indumentaria papal, Benedicto XVI optó por vestir una sencilla casaca de color blanco a pesar de su derecho de vestir casi igual que su sucesor; sin embargo, el papa emérito decidió “dejarle al nuevo papa el honor de llevar la túnica”.
Durante algún momento de la visita, el pontífice emérito comentó que planea vivir el resto de sus días rezando y “aislado” del mundo.
Después de la sesión de fotografías de rigor, ambos hombres tuvieron una charla privada a puertas cerradas de 45 minutos antes de irse a comer con sus secretarios papales. Después del evento, Francisco I se retiró del lugar y refrendó su deseo de respetar a su antecesor como un hombre de fe que siempre mostró humildad durante su pontificado.
Aquí Bergoglio después de su elección como sumo pontífice del Vaticano en la Plaza de San Pedro.
