Casi que por definición, explica el académico Martin Swales en su introducción a The Art of Detective Fiction, las historias de crimen, detectives, policiacas y similares, constituyen el paradigma de lo que es una buena historia.

Por un lado, casi desde el inicio (en casi toda historia convencional del género negro) el lector o espectador no puede soltar el libro o parar la película hasta por mera compulsión: uno tiene que saber quién fue, por qué lo hizo, etcétera. Porque lo que haya pasado, por lo general, se revela de entrada. La narrativa sirve para desentrañar el misterio de ese acto que detona la historia. Por el otro lado, el género negro (bien ejecutado, por supuesto) está obligado a jugar con distintas estructuras narrativas que permitan combinar, constantemente, cambios drásticos con inmovilidades que permitan propulsar la trama entre misterios (que se esperan sean cada vez más complicados antes de poder ser resueltos, por la trama o los personajes).

El género negro, que en su momento fue considerado uno menor (entre esnobismos, por ser “popular”), a largo de su historia ha logrado no sólo cautivar a lectores y audiencias, sino que ha funcionado como un vehículo para cuestionar (sobre todo en ciertos contextos históricos, políticos y sociales específicos) algunas de nuestras pulsiones humanas más escabrosas; a saber, las que suelen acercarnos a la violencia. Y quizá es por eso que se antoja tan interesante que en México tengamos un Festival Internacional de Novela Negra, que sirve no sólo para deconstruir el género negro, sino para entendernos frente a él, particularmente en un momento que, por lo menos, se siente (acompañado por cifras espeluznantes, por supuesto) de gran violencia en nuestro país.

La segunda edición de #HuellasDelCrimen, festival de novela negra organizado por la Secretaría de Cultura y el gobierno de San Luis, pretende, precisamente, “analizar las pulsiones violentas que anidan en cualquier sociedad, denunciar los vínculos existentes entre el crimen y el poder e indagar en el lado oscuro del alma humana“, por medio de la reflexión de escritores, artistas y académicos especialistas en el género negro, a través de talleres, conversatorios, pláticas y exposiciones.

#HuellasDelCrimen arranca en forma este viernes primero de septiembre, en el Centro de las Artes de San Luis Potosí y seguirá hasta el domingo 3; sin embargo, ayer, jueves 31 de agosto, se ofreció una primera conversación pública, entre el escritor Bernardo Esquinca y Lourdes Hernández (una de las creadoras de la revista Biombo Negro, dedicada al género), a propósito del cine negro mexicano y sus ecos en la literatura contemporánea.

Entre anécdotas y cartografías personales del género negro en México, Esquinca y Hernández articularon una pregunta que parece bien interesante hacerse en el marco de este festival: ¿Qué es lo que puede hacerse dentro de la novela negra en el contexto mexicano? La pregunta no es mera ocurrencia ni algo menor. Cuando se está frente a un género tan popular, que viene particularmente de tradiciones anglosajonas y que ha alcanzado un boom  en literaturas escandinavas, al que se le asocian elementos muy particulares, que no necesariamente son parte de la cotidianidad mexicana, incluso de tiempos pasados: la gabardina y fedora, por ejemplo.

Por lo pronto, tenemos algunos días para seguir las huellas de la novela negra contemporánea.

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Para consultar la programación completa del Segundo Festival Internacional de Novela Negra Huellas del Crimen, pueden hacerlo acá, en el que se contará con la presencia de autores que son referencia en la literatura negra como Antti Tuomainen [Finlandia], Ernesto Mallo [Argentina], Marcal Aquino [Brasil], Stefan Kiesbye [Alemania], Fernando Ampuero [Perú] y una importante delegación de escritores mexicanos, entre ellos, Raquel Castro, Martín Solares, Orfa Alarcón, Juvenal Acosta, Hilario Peña, Liliana Blum, César Silva Márquez, Verónica Llaca, Bernardo Fernández Bef, Rafael Aviña, Lourdes Hernández, Rodolfo J.M., Aniela Rodríguez y el cineasta Jorge Michel Grau.

Para calentar motores y meterse un poco más en el género negro, pueden leer un fragmento de un  verdadero clásico, El gran desierto de James Ellroy, acá.

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