Las familias con personas desaparecidas son multivictimizadas. El propio rapto del ser querido, la incertidumbre de su paradero, un aparato de procuración e impartición de justicia que les impide respuestas, la amenaza mortal por emprender una búsqueda de propia mano y la discriminación en el vecindario por tener un pariente desparecido.
“Hay tantas formas de suicidarse, pero ninguna de ellas es tan cruel como cuando te ves a ti misma morir todas las noches”.
Cecilia Flores, madre buscadora de dos hijos desaparecidos.
Mientras miramos una película que dura poco más de tres horas ya habrán raptado a 3 personas o podrías imaginar 63 trenes del Metro completamente llenos de hombres y mujeres, niños y niñas; es la forma en que el periodista Max Carranza nos ayuda a dimensionar el fenómeno de la desaparición en México a partir de las cifras que la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas de México dio a conocer este año, una estadística de la que también ha reconocido la propia autoridad se trata de un subregistro. ¿El escenario puede ser peor?
Entre tanto la respuesta llega —sospecha clara de que esta será mayormente siniestra e indignante—, lo cierto es que hoy existen historias de quienes no están, que su ausencia exige justicia y deben ser contadas.
Hijo, escucha, tu madre está en la lucha.
—Te amo, mamá, ya me voy a portar bien.
Fueron las palabras que Victor Hugo, de 30 años de edad; le dijo a Doña Vicky ocho días antes de su desaparición y en el contexto de una fiesta en familia, donde los 5 hijos de ésta lograron coincidir.
Y es que fue en Zapopan, Jalisco; cuando el joven dedicado a la carpintería salió de casa un sábado por la tarde y desde entonces no volvieron a saber de él.
—Ese día cayó un tormentón.
La señora Vicky narró que aquella vez lo vio por la mañana en la casa, le preparó el desayuno —y lo tomaron—, después ella fue a trabajar al negocio familiar, pero al regreso de atender la papelería, ya muy noche, la indeseable búsqueda comenzó.
Pese a lamentar que aún no ha logrado identificar a su hijo, que sus manos están maltratadas debido al trabajo de campo que ha realizado en las zonas de búsqueda, así como el hambre y la sed que ha experimentado en esta titánica labor; Vicky afirma sentirse reconfortada cuando por lo menos otras familias llegan a identificar a alguno de sus seres queridos en los terrenos que atestiguaron la barbarie.
—Yo no quiero que otros vivan lo que yo… todas tenemos miedo de salir a la calle y no regresar más… pero es peor estar en la casa esperando.
Con lágrimas —que tal vez nunca terminarán de derramarse al evocar la ausencia de su hijo—, Doña Vicky, como la conocen sus colegas buscadoras; hace un llamado a las madres y familias de personas desaparecidas para que no se rindan en la búsqueda. También, resignada al peor escenario comparte:
—Sólo le pido a mi hijo que me dé una señal para saber dónde está. Hijo, escucha, tu madre está en la lucha.
Autoridades que valen pa’ pura madre
“Las autoridades valen pa’ pura madre”, confiesa Marisol Castro, quien por seguridad prefiere recurrir a una identidad falsa al referirse a las pesquisas de su caso, debido a que desde el 2015 comenzó a buscar a su hijo, que desapareció cuando iba de camino a visitar a su abuelita. Desde entonces no ha habido responsable alguno por este delito.
—Durante el secuestro dicen que había una patrulla en el lugar y que ésta no hizo nada.
“Pónganse en mis zapatos, también son madres”, recuerda que en algún momento les dijo dicha frase a las personas del Ministerio Público cuando éstas le advirtieron sobre los riegos que representaba a su seguridad el intento de acceder a la verdad respecto al paradero de su hijo.
La última vez que conversó con su hijo, dice Marisol que vacilaron entre ellos y que le pidió regresar a casa, debido a que él vivía en otra ciudad y ya había recibido amenazas de “ser levantado”.
—Él ayudaba a la gente. Esto ha sido muy fuerte, estoy muerta en vida.
Y es que, pese a las enfermedades que asegura surgieron después del rapto de su hijo, comparte que solo gracias a la llegada de un nuevo nieto ha podido encontrar consuelo.
Por otro lado, en su experiencia como madre buscadora asume que están cumpliendo una misión; narra que en esta tarea ha podido atestiguar el hallazgo de hasta 40 cuerpos en una sola fosa. También contó de cómo en alguna ocasión hasta les robaron el material de construcción que usan para escarbar en la tierra.
A ella le gustaría que hubiera más unión entre todos los colectivos de personas que desean encontrar a sus seres queridos, pues considera que así serían más fuertes y es podría evitar que les detengan los recorridos debdo a las constantes amenazas que reciben.
—No nos podemos dar por vencidas, es lo que siempre les digo.
El riesgo de buscar
Se supo que fueron camionetas con varios sujetos quienes raptaron a Bryan Alejandro en agosto del 2022 en Tlaquepaque. Aunque se dedicaba a la soldadura otra ciudad del centro del país, ese fin de semana había ido a visitar a sus abuelos al estado de Jalisco.
—Me pidió permiso para ir a una cena y yo le dije que sí, para que se distrajera.
Su madre Norma Elizabeth, convertida ahora en buscadora, contó que Bryan, de 23 años, había terminado con su novia. Al notarlo triste por el rompimiento, lo convenció de realizar el viaje familiar; e incluso hubo una promesa de alguna merienda de pozole preparado por ella misma. Así partieron de Querétaro a Jalisco.
“Ahorita vengo, no tengas pendiente”, recordó Norma Elizabeth las palabras que usó su hijo antes de no volver a verle. “Él era muy cariñoso conmigo“
Obligada a mudarse Jalisco para estar cerca de las brigadas de búsqueda, además de la penosa ausencia y la desesperante incertidumbre, también debe vivir en una casa prestada para disminuir los gastos que implicó esta decisión.
Ha sido difícil, explica, porque veces siente culpa por estar lejos de sus otros hijos, a quienes ha tenido que dejar en la otra ciudad para dedicarse de tiempo completo a la búsqueda de Bryan.
Norma Elizabeth detalla que, a veces, se han visto en la necesidad de suspender las búsquedas por amenazas mortales que llegan a recibir; también contó que en ocasiones reciben llamadas anónimas que les indican sobre sitios donde puede haber personas, pero terminan siendo “falsa alarma” pues al arribar a las supuestas fosas se dan cuenta que no hay evidencia de restos humanos.
—Le digo a mi familia y a mis padres, que me han apoyado, que no me suelten, que me apoyen en mi búsqueda. Yo siento que estoy cerca de mi hijo.
El estigma: Una violencia más
“Sales a la calle y la gente dice estupideces. Tratan de agraviarte, es un estigma o delito ser familiar de una persona desaparecida”, así es como Claudia Guadalupe Flores Guerra comparte su experiencia en la convivencia diaria con sus vecinos y vecinas de su colonia en el municipio de Zapopan, Jalisco.
Y es que la familia de Claudia ha experimentado la desaparición de 3 de sus miembros.
El primero fue su tío Israel, de 36 años, quien el 24 agosto del 2020 salió a trabajar en la albañilería y no regresó. Hoy su esposa, así como sus hijas de 8, 12 y 14 años respectivamente, conviven con la no resignación, pero también con las dificultades propias de la ausencia de aquel que se hacía cargo del sustento familiar.
Ya con la búsqueda iniciada para localizar al tío Israel, el 19 de septiembre de ese año su otro tío, Gustavo, salió a la tienda y desde entonces no volvieron a saber de él tampoco. Hubo personas que presenciaron el momento de cuando fue raptado. Dicen que lo subieron en una camioneta.
Aunque este segundo rapto al principio representó una esperanza, pues la familia llegó a suponer que tal vez éste último —en su situación de secuestro— podría representar una oportunidad para identificar el paradero del primero; con el paso del tiempo esta ilusión les fue arrebatada y el dolor se replicó.
La pareja de Gustavo y sus dos hijos añoran una respuesta.
Dos años después de la doble ausencia —y su respectiva búsqueda— la familia Flores Guerra recibió un tercer golpe, pues ahora el hermano de Claudia, José Carlos, de 28 años, fue sustraído de la casa de su mamá.
“Fue muy difícil hacerle saber que su papá se había ido lejos“, cuenta la sobrina y ahora también hermana buscadora al referirse a la hija de 5 años de José Carlos.
—Mi abuelita está ida, está muerta en vida. Para ella desaparecieron dos hijos. ¿Qué hicimos mal para estar pagando esto? Nadie te va a entender, solamente los que lo vivimos. Te pasan tantas cosas que terminas diciendo: “pinche vida”. Hay gente que tiene hasta 5 hijos desaparecidos.
¿Cómo ayudar a las familias buscadoras?
El estrés post traumático, la paranoia, la sospechas, las interrogantes, el miedo a ser violentadas y violentados —e incluso que les sea arrebatada la vida misma—, son parte del entorno amenazante para las familias que tienen uno o más seres queridos en situación de desaparición.
—Hay a quienes les han balaceado la casa por ir buscar.
Pese a lo anterior, todos los testimonios consultados para este ejercicio periodístico coincidieron que este estado de pena ha sido posible sobrellevarlo gracias a las redes de apoyo que han encontrado en la otredad, es decir, en la familia que han conformado entre compañeros y compañeras que también desean encontrar a sus seres queridos.
Las familias buscadoras también piensan que el apoyo de las autoridades ha sido deficiente: “Yo creo que están haciendo mal su trabajo”. “Nos han puesto muchas dificultades”. “Veo que no hacen nada… todo está igual, no hay avances”.
Si usted lector o lectora desea ayudar a las familias buscadoras, puedes acercarte a alguno de los colectivos que se han formado para dicho fin. La ayuda nunca es suficiente.