Por María Vicencio

Hace unos días se conmemoró el Día Internacional de la Juventud, fecha que nos obliga a reflexionar sobre las condiciones en las que vivimos las y los jóvenes de México y las posibilidades reales de ejercer nuestros derechos en el presente, pero, sobre todo, en el futuro.

El concepto de juventud ha sido definido por distintas personas y en distintos momentos. Las primeras concepciones de la juventud fueron definidas por varias instituciones; ideas homogeneizantes enfocadas a hombres jóvenes, dejando de lado las características de las mujeres. No fue hasta la década de los 90 que comenzó la deconstrucción de estas definiciones y estereotipos por parte de las diversas juventudes.

Según un recuento de las perspectivas de la juventud que hace Perla Sofía Vázquez, hay varias formas de concebir a la juventud.

Muchos la entienden como una etapa biológica-sexual; otros desde un enfoque económico como un “bono demográfico”; en los años 90 se definió como una etapa transicional a la adultez, como una preparación para llevar a cabo los roles de género en la edad adulta, los hombres como productores económicos y las mujeres como dependientes y cuidadoras del hogar. “Los jóvenes son revolucionarios” es otra concepción que sigue siendo muy vigente. Y si no eres revolucionario, ¿no eres joven? Otra definición de la juventud es la que nos criminaliza, la que nos atribuye todos los problemas de desarrollo del país.

Hay personas que identifican a los jóvenes con base en acontecimientos históricos en los que participamos, por generaciones.

Por muchos años, aunque hay que reconocer que esto ha cambiado poco a poco, la concepción del gobierno sobre la juventud no fue mucho más allá de los temas abordados por la comisión de la Cámara de Diputados de “Juventud y deporte”. ¿Por qué ligarlos siempre? ¿Qué habrán pensado los creadores de esta comisión al ignorar la necesidad de hablar de los derechos laborales, medioambientales, sexuales, derecho a la educación y a la salud, a la recreación, entre muchos otros cuando se habla de juventudes?

Foto: Pixabay

A lo mejor ignoraron que dos de cada tres jóvenes no cuentan con seguridad social; que, en México, 2.7 millones de jóvenes viven en pobreza extrema; que, con las posibilidades de desarrollo laboral y personal tan escuetas, muchos jóvenes están orillados al crimen organizado como lo demuestran las historias de Bryan y Enrique. El primero, un sicario de 17 años que mató a un líder del CJNG y que después fue asesinado. Y el segundo, “El niño”, un joven de 18 años que según cuenta Oscar Balderas en #NaciónCriminal de MVS radio, se armó y ayudó junto con la policía comunitaria a la captura de “El Carrete” líder del grupo criminal “Los rojos” quien ordenó la desaparición de su tío.

A lo mejor ignoraron que los jóvenes son la carne de cañón del crimen organizado; que en 2015 el 90% de todas las bajas directamente causadas por conflictos fue de varones jóvenes.

A lo mejor no pensaron que la mitad de las personas desaparecidas en México son menores a 25 años.

No podemos seguir ignorando las condiciones que han ido y seguirán arrastrando a las juventudes a un río de incertidumbres y desigualdad. Desde el gobierno se tienen que implementar políticas que tengan perspectiva de juventud. Y esto no significa meter a los puestos de gobierno a las y los integrantes de los grupos juveniles de los partidos políticos para cumplir con la cuota y “refrescar” las decisiones públicas. Es urgente pensar cómo 59% de las personas jóvenes que estamos ocupadas en la informalidad vamos a tener seguridad social. Es urgente pensar cómo la crisis climática no evite hacernos soñar sobre lo que haremos en 50 años. Urge que ser una mujer joven en México no signifique tener miedo de que cuatro policías te violen en su patrulla en la noche. Es urgente hacer algo.

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María Vicencio es estudiante de Gestión Pública en el ITESO e integrante de la Sociedad de Alumnas y Alumnos de la misma carrera. Coordinadora del Consejo de Género de Futuro.

Twitter: @MariaVicencio_

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