El tercer día del Hay Festival nos dio una de las mejores experiencias del encuentro: poder escuchar a Salman Rushdie.

Salman Rushdie es uno de los escritores británicos vivos más importante en la actualidad. Nació en la India Británica, criado por los cuentos de Las mil y una noches, el Panchatantra y la literatura judía, eslava, árabe e hindú.

Su escritura mezcla lo insólito con lo histórico en una suerte de realismo mágico, salvando las diferencias necesarias, al fin, se trata de utilizar la imaginación como motor creador de los mundos imposibles que iluminan el rostro de lo real. Rushdie conoce bien el poder de la ficción pensada como uno de los engranes de la sociedad. No se puede pensar lo político, lo histórico sin la ficción como pilar de los discursos del hombre.

Rushdie visitó Xalapa en el marco del Hay Festival y dio un par de pláticas, la primera junto con Gaby Wood, responsable de la sección de literatura en el Telegraph, la segunda, más bien conferencia dictada alrededor del acto de narrar y crear.

La charla con Gaby Wood estuvo llena de anécdotas del escritor y sus encuentros con nuestros escritores latinoamericanos. Habló por ejemplo de su amistad con Carlos Fuentes y Vargas Llosa y la vez que platicó 40 minutos en el teléfono con García Márquez, además claro, de cuando lo invitaron a ver la biblioteca personal de Borges que, nos dijo Rushdie, estaba llena de libros de Poe, Chesterton y claro, enciclopedias, cientos de enciclopedias por todas partes.

Rushdie también habló del problema de la traducción, un tema recurrente en el encuentro de Xalapa. Nos dijo que leyó Pedro Páramo en los ochenta, pero que la traducción era tan mala que no entendió realmente de qué iba el libro; luego, 25 años después, el libro fue mucho mejor traducido y esta vez lo atrapó desde la primer página, así, el problema de la traducción lo hizo llegar tarde a uno de los más grandes libros de la literatura mexicana.

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Pudimos escuchar también al autor británico hablar del realismo mágico, categoría problemática ahí donde las haya. Rushdie recordó que el realismo en el realismo mágico es precisamente la razón por la que funciona tan bien, sin embargo, “La gente escucha realismo mágico y sólo escucha mágico”. Rushdie, además, relacionó la actitud surrealista ante la realidad con la del realismo mágico: “El surrealismo trataba de revelar la realidad. Quitar el polvo que cubre ese lugar. Vemos el mundo como ordinario y lo que hace el arte es quitar esa capa de polvo y darnos una clara mirada de la realidad. Latinoamérica sí que es extraña, ustedes son muy extraños. Vengo de un lugar extraño también, por eso sentí esta afinidad”.

“Si miras el mundo de India y Latinoamérica puedes ver muchos ecos, la religión es muy poderosa por ejemplo. Creen en la llegada de lo milagroso en la vida real. Hay mucha pobreza, y una gran brecha entre los ricos y pobres. Ambos tienen una historia de colonización. Ambas partes tienen una gran brecha, si se puede decir así, entre la cuidad y el campo, etc.”.

“En India tenemos sacerdotes y generales y políticos corruptos. Es fácil leer El otoño del Patriarca y decir ‘yo conozco dictadores así’. No es un asunto literario, sino que responden a realidades parecidas”.

Es precisamente ese complicadísimo juego entre la realidad y la ficción lo que es tan claro para Rushdie y que le permite ver con facilidad las similitudes entre literaturas tan lejanas geográficamente, pero tan cercanas en el mundo que describen:  “La verdad está rodeada de varias capas de mentiras. En la Unión Soviética, los artistas decían la verdad, pero los órganos, incluyendo la prensa, no. Te das cuenta de que la ficción es el lugar en donde ves la verdad y no en los periódicos o los discursos oficiales”.

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Para Rushdie, la literatura cuenta “verdades que la verdad no podía contarte”.

Los cuentos que el padre de Rushdie le leía de niño fueron el pilar de su escritura y de su forma de ver el mundo. Uno se enamora de esas historias terribles, perfumadas, maravillosas, y eso llevó a Rushdie a lanzar una oscura pregunta: ¿qué pasaría si dejáramos de narrarles cuentos fantásticos a los niños? Y una cita de C. S. Lewis terminó por rematar la charla y apelar a todos aquellos que creen que el realismo debe ser el camino de la literatura: “But some day you will be old enough to start reading fairy tales again”.

Las palabras de Rushdie estaban dirigidas a aquellos que quisieran pensar el papel de la ficción en las sociedades, pero sobre todo a los jóvenes escritores que aún tratan de encontrar su voz. Uno de los mejores momentos de Rushdie en Xalapa fue definitivamente aquel en el que le habló directamente a los nuevos escritores y les hizo poner en la mesa el papel de la imaginación:

Muchos escritores jóvenes parecen haber enterrado en su mente este mantra de que deben escribir de lo que conocen “escribe de lo que conoces” les dicen una y otra vez y como resultado, cada uno que haya experimentado el procesos de escritura puede confesarlo, hay muchas obras allá afuera sobre la ansiedad adolescente en los suburbios. Mi consejo sería este: sólo escribe de lo que sabes si lo que sabes es muy interesante. 

Si vives en un barrio como Macondo o la Yoknapatawpha de Faulkner, escribe de eso, anda, siéntete libre de escribir de propio mundo de fantasía, pero a menos que lo que sepas es muy interesante no escribas de eso. Escribe mejor de lo que no sabes, esto puede lograrse de dos formas: una es salir de a casa y encontrar una historia en otra lugar. Muchos escritores tuvieron que salir de casa para escuchar sus voces. 

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La otra forma es recordar que la ficción es inventada (fictional), tienes que inventar cosas. Todos somos criaturas que soñamos, así que sueñen sobre el papel y si el resultado es algo como Twilight o The Hunger Games, trata de tener un mejor sueño.

La ficción es el arte de lo que no es verdad. Madame Bovary y una alfombra que vuela son ambas falsas y mejor aún, son ambas falsas de la misma forma: alguien se las inventó. Estoy a favor de seguir inventando cosas. 

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