Por Olympia Ramírez Olivárez
Poeta, ensayista y recientemente novelista, Luis Felipe Fabre ha dedicado sus estudios a la literatura hispanoamericana y española. Los temas que trata en su obra son vastos. Entre dicho abanico destacan: el terror, en Poemas de terror y de misterio (Almadía, 2013); la homsexualidad, La sodomía en la Nueva España (Pre-Textos, 2010); la poesía mexicana, Escribir con caca (Sexto Piso, 2017). Durante la cuarta edición del Hay Festival en Querétaro, y en víspera de la publicación de su novela Declaración de las canciones oscuras (Sexto Piso, 2019), obra acerca del poeta español místico fray Juan de la Cruz, conversamos con este escritor sobre el misticismo, el cuerpo y las relaciones que se encuentran entre ellos.
Nuestra conversación ha sido editada para favorecer la claridad.
Olympia Ramírez Olivárez: Me gustaría comenzar con la corporalidad, puesto que es un tema que tocas mucho, tanto en poemarios, ensayos y ahora en una novela. ¿Cómo ves al cuerpo?
Luis Felipe Fabre: Yo creo que hay una relación enorme entre texto y cuerpo. Creo que hay una relación erótica con el texto, con la materialidad del texto y, para mí, son casi inseparables. Generalmente los cuerpos me gustan porque tienen texto de algún modo. E incluso, a mí los relatos porno, a veces más que las películas porno, me encantan. Entonces creo que sí hay una relación muy textual con el cuerpo. Además, Žižek se preguntaba qué es la voz. ¿La voz es cuerpo? ¿Espíritu? ¿Un flujo? ¿La voz está dentro o está fuera? El lenguaje verbal es corporal. Para mí, entrar en contacto con determinados textos es entrar en contacto, no con el pensamiento solamente, sino también con su cuerpo.
El cuerpo como medio de comunicación. ¿Crees que sea más ambiguo que el lenguaje verbal, el visual?
Qué difícil pregunta. Yo creo que es otro lenguaje; tiene sus propias ambigüedades y sus propias claridades. O sea, hay cosas, gestos físicos, que son muy claros. Lo que me gusta a veces es que hay como una contradicción entre el lenguaje verbal y el lenguaje corporal; como que una cosa parece ir por otra. Por eso me gustan mucho, por ejemplo, cierto tipo de pinturas como Los Vicios y Virtudes de Giotto, que decía la doctora Luz Aurora Pimentel, que es maravillosa, que eran signos esquizoides porque parecen ignorar lo que representan. A mí, esa idea de Luz Aurora Pimentel me ha servido mucho en la escritura porque me gusta y creo que este libro [Declaración de las canciones oscuras] tiene un poco de esa idea: de cuerpos que ignoran lo que están representando. Es ahí, en esa idea del símbolo esquizoide, que me parece se genera una tercera cosa que me fascina y que es una cosa abismal y que tampoco basta lo verbal para decir lo que sucede en esa contradicción.
Actualmente estamos viviendo una revolución sexual; ya hay más apertura y visibilidad. Tú escribes en Escribir con caca que se utilizaban ciertos recursos como la sátira, usada por Novo, para expresar la sexualidad, la corporalidad. Actualmente ya hay muchísimos textos que explícitamente expresan esta libertad y estas corporalidades. ¿Cómo crees que se unen, en la actualidad, corporalidad y literatura?
Pues, mira, creo que la relación siempre es ambigua. Por una parte estoy de acuerdo contigo en que, aparentemente, hay más apertura; pero, por otra parte, hay nuevas moralidades. Creo que estamos en una etapa de nuevas moralidades e incluso con muchas cuestiones que podría comulgar.
También es cierto que empieza a suceder algo: creo que, por primera vez, desde los espacios más progresistas empieza a haber como tentaciones de censura. Hay un nuevo tipo de censura. Es muy contradictorio. Aparentemente tenemos mucha mayor apertura sexual, pero, por otra, hay unos nuevos moralismos. Siempre viene una cosa con la otra.
La idea de que haya gente que quiera descolgar unos cuadros de museos de Balthus, por ejemplo, porque les parece que atentan contra los valores morales o éticos del momento; porque si pone a una menor de edad en una posición erótica y no sé qué, habría que descolgar ese cuadro. O si no se les debe leer “Caperucita Roja” a los niños o cosas así.
También creo que eso es un peligro.
Pienso que siempre habrá censuras a las cuales la literatura y las artes se tienen que enfrentar, cuestionar, asumir, concordar o discordar con ellas. Ahora, sí creo que haya avances en otras cosas y que está de moda hablar de la idea de cuerpo, y creo que más como una teoría que como una práctica. Decía Monsiváis que en tiempo de las conquistas de las libertades, veía el miedo a ejercer esas libertades. Entonces creo que hay algo ahí. Se dialoga mucho, se discute mucho en torno al cuerpo, pero el goce del cuerpo no está en su mejor momento.
Ya con poetas más contemporáneos, se me ocurre César Cañedo, que tocan mucho estos temas de homosexualidad, las personas transgénero, y de todo esto, para ti, ¿el cuerpo es revolución? ¿El cuerpo sigue siendo un medio para hacer revolución?
Yo siempre pienso que el cuerpo es el lugar de la revolución y de la opresión. Es decir, discursos verbales, los oprimen o los liberan. Creo que sigue siendo igual que siempre y que sigue atravesado por distintos discursos liberadores, opresores, censuradores. Ahora, por ejemplo, quizá, en algunos medios podemos decir que la homosexualidad ya no es ninguna revolución. Claro, hay otros lugares en los que sí. No en todos los grupos sociales es igual. Pero, incluso, a veces siento que la homosexualidad puede ser vista casi como un nuevo conservadurismo, ya como una identidad demasiado fija, demasiado estable, con la que personalmente yo concordaría, sabiendo que ya soy como un viejito conservador, una cosa así. Hay nuevos espacios problemáticos que me parecen ser más disruptivos para los valores sociales actuales.
El cuerpo siempre va a ser un misterio, sobre todo cuando se relaciona con la sexualidad.
Cuéntanos tantito cómo tú representaste esa corporalidad en Declaración de las canciones oscuras. Fray Juan y todos los místicos tenían una concepción de la corporalidad muy diferente a la que tenemos ahora, muy ligada a la divinidad y a la religión. ¿Cómo decidiste representarla en este libro?
Creo que, por una parte, entendí los textos de fray Juan como un cuerpo, básicamente. Los poemas, las prosas las entendí como su cuerpo, los gocé como su cuerpo. Y por eso me interesó poner a San Juan muerto, cuando era el puro cuerpo. Generalmente en las lecturas tradicionales que se hacen de San Juan se privilegia el espíritu sobre el cuerpo: el cuerpo se ve como una alegoría de ese espíritu. O incluso como un medio para llegar a la divinidad.
La historia es: A petición de una señora muy rica, que era amiga de San Juan —quien muere en Úbeda, Andalucía—, pide que lo trasladen a Segovia. Manda a desenterrar el cuerpo y resulta que, como suele pasar en esos años, está incorrupto. El fervor que se genera frente a ese cuerpo es uno delirante, nos podría parecer: de querer comerte pedazos, de comerte sus callos, de arrancarle el pelo, la gente estaba fascinada por el olor del cuerpo, era maravilloso: un delirio que me parece claramente sexual aunque para ellos no lo fuese, ¿no? O erótico. Si no sexual, erótico. Un delirio erótico que me parece muy interesante.
Pero creo que el verdadero cuerpo de San Juan de la Cruz, más que su cadáver, son sus poemas, sus textos.
Ahí está su respiración. Ahí está cifrado. Un cuerpo que, desde una lectura más queer en estos momentos, se puede entender como trans; “ […] amada en el amado transformada” me parece el verso más trans que se haya escrito en español junto a su decisión de escribir en femenino y sentir en femenino, porque la experiencia erótica que hay ahí es de una sexualidad más femenina que masculina. Me parece muy interesante esa estabilidad de género y ese performance de género que tiene fray Juan. Entonces, desde ahí me interesó muchísimo tomarlo.
Pero también desde una aproximación de género literario. Un poco también desde la picaresca; es decir, desde de los personajes como de los criados. Eso me parece muy interesante porque en la picaresca se entendía las bajas pasiones correspondiente a las clases bajas. Me interesó la idea de lo bajo. Es una aproximación a la mística desde la picaresca. De dos concepciones muy distintas del cuerpo. Yo siempre digo que es como si La Celestina conociera “Cántico Espiritual”, una cosa así.
¿Qué piensas de la relación entre el erotismo mostrado en la poesía mística con la divinidad?
Pues mira, ya lo decían: la poesía del espíritu es una aventura del cuerpo. En primer lugar eso. Podemos decir lo contrario. Todo poema erótico es un poema espiritual. John Donne, por ejemplo, el libertino. Te das cuenta de que son poemas en los que se llega al espíritu a través del cuerpo o lo contrario. Pero, además, la experiencia de los místicos es la experiencia del cuerpo. Santa Teresa decía que ‘experiencia de éxtasis’ era un requiebro suave que sucede entre Dios y el alma donde lo natural también participa. Si hay una imagen del erotismo es la Santa Teresa de Bernini en éxtasis; si alguien ha encarnado la imagen del orgasmo femenino, que además es muy difícil e interior, es Bernini. Todo ese bloque de mármol que está en trance de placer y de orgasmo obsceno y extraordinario.
Pero San Juan también. Ahí cito en el libro unos momentos de San Juan, en sus prosas, cuando está hablando de la noche oscura y de la lujuria espiritual que está describiendo erecciones de frailes que comulgan y que se les pone tiesa. O sea, decía que era porque su cuerpo y no sé qué y bla bla bla. Y lo que está diciendo, no sé si pasa desapercibido, que me parece interesantísimo, es esta relación, que explica muy bien San Juan, entre una experiencia espiritual y una experiencia corporal.
¿Crees que el cuerpo, como medio de comunicación, sea algo esencial del ser humano?
Yo creo que el cuerpo no es nada más naturaleza, creo que también es cultura. También es una construcción y también es un lenguaje que se puede emplear; por ejemplo, como los mensajes de los narcos, cosa que también hacían los aztecas con un tzompantli o un desollamiento a Xipe Tótec; claro que también el body art y también el performance, el arte carnal. La pregunta aquí es “¿Qué experiencia no pasa por el cuerpo?” El asunto es que, a veces, el cuerpo deviene en símbolo y ese símbolo se come al referente.
Tenía un amigo que trabajaba con la idea de taxidermia. Siempre se dice que lo que se dice en un poema desaparece fuera del poema. O uno podría empezar al revés: que el arte genera realidad. Hay una relación dentro-fuera muy interesante. Pero en la taxidermia se literaliza el asunto. Para constituir el símbolo tienes que matarlo realmente; para que se represente al león, tienes que matarlo realmente. También se mata al símbolo a través de la literalización.
Creo que el problema es cuando el símbolo para ser símbolo tiene que destruir el referente y cuando coinciden. Mientras no coincidan todo está bien, pero en el momento en que son la misma cosa, se destruye: entonces muere la persona y se convierte en mensaje.