Exactamente un día como hoy en el año de  1971, en un paraje ubicado en Valle de Bravo, conocido como Avándaro, a 43 años de la realización del Festival que marcaría la cúspide del hippismo nacional y punto final de una etapa en la historia del Rock Mexicano.

El inicialmente llamado Festival de Rock y Ruedas fue organizado, teniendo en mente una noche mexicana con grupos de Rock y una carrera de autos, por Eduardo López Negrete, su hermano Alfonso, y Justino Compeán. A Armando Molina, quien entonces manejaba a varias bandas de Rock, le fue comisionado encargarse de contratar a las bandas que amenizarían la velada, que en un principio sólo iban a ser dos, La Revolución de Emiliano Zapata y Javier Batiz quienes no pudieron asistir, los primeros por un compromiso previo y el segundo porque quería todo el dinero destinado a las bandas sólo para él (aunque hay otras versiones que apuntan que Batiz venía en camino y debido a las complicaciones en la carretera saturada de jipitecas le fue imposible llegar). Luis de Llano fue comisionado por la empresa Telesistema Mexicano (antecesora de Televisa) para encargarse de la producción del llamado video-tape del evento. Dichas cintas de video nunca han visto la luz pública más que en pequeños fragmentos en un programa de televisión y en la película La Verdadera Vocación de Magdalena. Hasta hoy en día se rumora están encerradas en alguna bodega de Televisa, requisadas, desaparecidas o de plano desintegradas por los químicos que se usaban en la cinta física mismos que al paso del tiempo la desintegrarían.

La gente comenzó a llegar desde muy temprano a Avándaro. Por ahí de las 11 de la mañana la cantidad de gente era tal, que hubo que improvisar algún entretenimiento para la gente, puesto que las bandas “oficiales” comenzarían a tocar en la noche. Así que se improvisó al grupo Zafiro, creado expresamente para este show; también se presentó la Rockopera Tommy de los Who a cargo de un grupo de teatro experimental de la UNAM, los Soul Masters, La Fachada De Piedra, La Ley de Herodes Sociedad Anónima. 

Oficialmente los abridores de este legendario festival, “el Woodstock mexicano”, serían los Dug Dug’s. El festival se engalanó con la presencia del indestructible Armando Nava, quienes rápidamente encendieron los ánimos de los miles de jóvenes de todas clases sociales que habían ido al festival. Enfundado en un traje verde eléctrico Nava y los Dug Dug’s prendieron al personal con chidos temas como, “I Got a Feeling” y “Let’s Make It Now”.

Les siguió El Epilogo, quienes grabaron en 1970 grabaron su el tema “He Buscado Por Todo el Mundo” y se dice la extinta compañía CBS les grabó un álbum con ocho rolas en 1971, mismo año en que tocaron en Avándaro en medio de una tupida llovizna que no amedrentó a los jipitecas. El Epílogo además fue la primer banda mexicana en grabar un sencillo de Rock con una compañía grande, lo cual abrió las puertas para que otras bandas pudieran hacer lo mismo. Curiosamente ni la propia banda sabe qué pasó con el álbum y jamás lo escucharon ya editado. El propio dueño de la compañía, llamado José Cruz, le anuncia al grupo que fueron “congelados” por haber participado en el festival.

Los siguientes al ruedo fueron La División del Norte, gran banda de Reynosa, Tamaulipas. La División apenas tenía una tercia de sencillos pero también se ganaron un lugar en el festival de Avándaro, quienes también tocaron en la incipiente lluvia. Influenciados también por arreglos de metales, que muy aparte de las influencias anglosajonas, también tenían una raíz latina en las orquestas como la de Pérez Prado y danzoneras de la época.

Mientras tocaba La División del Norte, una chica subida en el techo de un trailer, comenzó a despojarse de sus ropas a ritmo de la música, el publico pegó un tremendo alarido ante el hecho. En minutos se había despojado de sus pantalones y acto seguido también de la playera blanca que dejaba ver sus senos libres de sostén. Bautizada por la prensa como “La Encuerada de Avándaro”, pasó a la historia oficial como símbolo del degenere y frenesí del festival, y en la historia real como el primer símbolo de liberación femenina mexicana. Aunque la revista Piedra Rodante inventó en una entrevista ficticia que se llamaba Alma Rosa González López, también se maneja en la actualidad que su verdadera identidad es Laura Patricia Rodriguez Gónzalez Alcocer, que entonces tenía 18 años, originaria de Guadalajara, y que de vivir hoy contaría con 60 años de edad. Se dice que esta chica poco después fue detenida por las autoridades policíacas “con el objeto de saber si existen intereses ideológicos contrarios a nuestro sistema y abocados a degenerar a nuestra juventud”. Incluso la propia Dirección General de Seguridad llegó a decir que intercambiaba sexo por droga diariamente en la Zona Rosa del Distrito Federal. Lo cierto es que Laura Patricia, “La Encuerada”, quedó inmortalizada como un icono de la rebeldía de la juventud mexicana.

Acto seguido, otra banda que protagonizó uno de los grandes momentos del festival, cuando antes de la media noche se presentaron en el escenario. Ellos eran Tequila, quienes tenían en sus filas a una cantante con una de las mejores voces que haya dado México, Marisela Durazo, extraordinaria cantante de voz bluesera y potencia sin igual. Marisela junto con Mayita Campos fueron dos de las mujeres que desde Avándaro, comenzaron a abrir brecha en la escena del Rock Mexicano, desafiando los roles femeninos hasta entonces impuestos por la sociedad conservadora mexicana. Los Tequila fueron de las pocas bandas que lograron internacionalizarse y conseguir salir fuera del país a hacer giras, llegaron hasta Europa y en Suecia se hicieron de una buena base de fans.

Llegaría a escena Peace & Love, los indiscutibles triunfadores del festival, mucho más que Three Souls In My Mind, que apenas comenzaría su despegue y consolidación. Originarios de Tijuana, Peace & Love, fueron de los pioneros de este estilo tan usado por las bandas del festival, llenos de arreglos de metales al estilo de Chicago y Blood, Sweat & Tears. Aunque el mercado demandaba bandas que cantaran en inglés, fue con un par de frases en español de dos de sus temas con los que se echaron a la bolsa a los asistentes que los vieron en la media noche del 11 de Septiembre de 1971: “Mary Marihuana”, una adaptación del clásico de los Beach Boys llamado “Hully Gully” y “We Got The Power” la cual a la postre sería el clavo en el ataúd del Rock Mexicano al pronunciar el guitarrista Ricardo Ochoa , la amistosa pero fatídica mentada de madre que cancelaría, no sólo la transmisión que se estaba haciendo por Radio Juventud, sino cualquier intento de las bandas por llegar a más público mediante conciertos y grabaciones, y sobre todo lograr hacer una carrera respetable y remunerada siendo músico de Rock. Aunque la mentada (que más que una ofensa, fue una frase de invitación como “puto el que no cante”) fue sólo el pretexto de un trasfondo político pues entonces había una pugna entre el gobernador del Estado De México y el regente del Distrito Federal, ambos “suspirantes” a la silla presidencial. Igualmente se cortó de tajo todo el poder de convocatoria que tenía el Rock, pues si de repente los calculados 300 mil mexicanos reunidos en Avándaro se unieran en contra del gobierno, la pasarían muy mal. Sería el comienzo de un periodo de oscuridad para el Rock hecho en casa, que subsistiría 15 años en los llamados “Hoyos Funky”.

También se presentó uno de los mejores grupos mexicanos de todos los tiempos, pues la calidad de sus canciones precedía a su reputación. El Ritual, originarios de Tijuana, tocaron en el festival gracias al organizador Armando Molina quien también era su representante. Desde 1971 grupo ya usaba maquillaje (representando a cada uno de los elementos naturales) mucho antes de que surgiera el propio Alice Cooper, Secos E Molhados  o KISS. Desafortunadamente al Ritual no le fue muy bien debido a problemas técnicos con el audio, pues las plantas de luz se quedaron sin combustible durante un buen rato. Sin embargo se consolidarían como una de las grandes bandas que hayan existido sobre suelo azteca.

Otra gran banda también apareció en este legendario festival, se trataba de Bandido, quienes se habían formado en buena parte con integrantes de otra estupenda banda de Guadalajara llamada 39.4. Siete elementos y la singular voz de Kiko Rodriguez hicieron las plácemes de los miles de jipitecas que seguían gozando y disfrutando de este “recreo” como lo llamaron muchos, debido a los tiempos tensos que ya se habían vivido en 1968 con la consabida represión de Tlatelolco y la reciente masacre de San Cosme, el llamado “halconazo”.

Mayita Campos y los Yaki también hicieron lo suyo en escena. Mayita ya había tenido experiencia cantando en Estados Unidos y llegó más que lista a Avándaro aunque con los Yaki no duró mucho tiempo.

La Tinta Blanca le siguió en el cartel y tienen el honor de haber grabado la pieza musical más larga de Rock de los 70, llamada “Salmo VII y Salmo VIII” con 23:45 minutos de duración. Superando incluso a “In a Gadda Da Vida” de Iron Butterfly. Está canción se volvió emblemática del festival, con el particular de que sus canciones tenían letra en español. Después de Avándaro, Tinta Blanca enfrentó la resistencia de las arbitrariedades gubernamentales y el repliegue de las radiodifusoras, televisoras, compañías disqueras y empresarios. Ante la cerrazón el grupo no se amedrentó y siguieron tocando donde podían, usando un camión de redilas, donde cargaban instrumentos y todo, para tocar en cualquier punto de la ciudad de México.

Desde Monterrey acudió a la cita con la historia El Amor, banda que fue abucheada prejuciosamente por la audiencia pues su vestimenta daba la impresión de ser unos chavos muy fresas y adinerados, pero en cuanto empezaron a tocar, la gente los recibió bien. Irónicamente, después del festival también les cerraron todas las puertas pues pasaron de ser los chicos fresas de Monterrey a ser los jipis vagos que estuvieron en Avándaro.

Three Souls In My Mind, con el joven Alex Lora, Charly Hauptvoguel en la batería, el Oso Milchorena en el bajo y Ernesto de León en la guitarra se encargaron de cerrar el mítico festival de Avándaro, entre las 6 y 7 de la mañana del 12 de Septiembre de 1971, incluyendo en su set un cover a “Street Fighting Man” de los Rolling Stones, en la que apuntaron, “esta no es una rola de ideales hippies“. Posteriormente al festival, durante el oscurantismo que se sometió al Rock, la banda se convertiría en la punta de lanza de la inconformidad juvenil, ya cantando en español para tener mayor alcance y comunicación con el público.

Aparte de las que declinaron, dos bandas no pudieron llegar al festival aunque estaban anunciadas: Love Army, quienes se quedaron atorados en el trafico de kilómetros para llegar al festival, y La Tribu, cuya disquera canceló su presentación de último minuto pero en su lugar enviaron a La División del Norte.

Queremos cerrar esta nota con las palabras del vocero oficial del sistema en aquellos años, Jacobo Zabludowsky:

Sería ingenuo pensar que tantos muchachos fueron a Avándaro a buscar a los culpables de 1968 o a cazar halcones. No fueron a eso, porque los jóvenes no son tontos, y si de cazar halcones se trata, no habrían hecho tan largo viaje hasta Avándaro, bajo la lluvia, a pie, padeciendo molestias. No fueron a buscar allá a los culpables, pero fueron empujados por ellos, porque los jóvenes, los jóvenes estudiantes, los jóvenes obreros, los jóvenes artesanos, los jóvenes músicos, los jóvenes empleados, los jóvenes aprendices, los jóvenes choferes, todos los jóvenes que fueron, fueron a buscar algo más importante que un halcón: buscaban algo en qué creer.

FB: IvanNieblas

Aquí una galería de fotos del Archivo Pedro Meyer

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