“Aquí estamos acostumbrados a ver a muertos todos los días. Nos matan como moscas, pero esto supera todo”. Son las palabras de un vendedor ambulante para el periódico The Guardian en San Salvador.

Y tiene razón.

El Salvador es uno de los países más violentos del mundo. Tan sólo en 2016 más de 5,239 personas fueron asesinadas. Es decir, un promedio de 15 asesinatos al día.

Lo que nadie esperaba es que la descomposición social pudiera llegar al punto, en donde Gustavito, el único hipopótamo que habitaba en El Salvador, fuera asesinado a golpes por unos vándalos. El ataque ocurrió el martes de la semana pasada.

Gustavito era un hipopótamo que todos los días salía de su estanque para comer. Sin embargo, durante miércoles y jueves, permaneció dentro del agua. Esto impidió que los encargados del zoológico pudieran percatarse de las heridas que le habían causado. Tuvieron que transcurrir más de 36 horas para que Gustavito pudiera recibir los primeros auxilios.

Trabajadores del zoológico de El Salvador atienden a Gustavito. Foto: Secretaría de Cultura de El Salvador

De acuerdo con Vladan Henriquez, director del zoológico salvadoreño, el hipopótamo sufrió diversas heridas causadas por golpes y armas punzocortantes, como navajas y picahielos. Mientras que los hematomas muestran también el uso de piedras y barras de metal en contra del hipopótamo.

Gustavito era considerado un “ícono” del principal zoológico de El Salvador. Ha enamorado a propios y extraños desde su llegada en el 2004, cuando más de 25 mil salvadoreños se reunieron para dar la bienvenida al único hipopótamo que habitaba en dicho país.

Sin embargo, la muerte de Gustavito no es el único signo de violencia que viven los animales del zoológico. Previamente se reportaron ataques contra un borrego, una cobra y un león al que le cortaron la cola.

La gravedad del asunto no sólo debe preocupar a los salvadoreños, también habría de llamar la atención de otras autoridades y ONG’s, pues estos ataques ocurren dentro del único zoológico que está abierto al público en Centroamérica.

Como bien apunta la periodista Laura Solórzano en El Faro:  la muerte de Gustavito bien podría ser una metáfora de lo que se vive en El Salvador: “Una fauna salvaje en la que cualquiera mata a cualquiera y no pasa nada”.

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