Por Diego Castañeda

La tasa de participación femenil en México es de más o menos 45 por ciento, cerca de 10 puntos por debajo de países como Brasil y 20 de otros países de la OCDE. Los efectos de dicha baja participación ya los hemos comentado en este espacio: menor crecimiento económico, mayor desigualdad, mayor vulnerabilidad en general. A final de cuentas, el mayor uso de toda la fuerza laboral tiene como impacto mayor productividad, mayor consumo, etcétera. La economía se beneficia de aprovechar todo el talento disponible de la mejor forma posible.

En este sentido, las políticas que buscan balancear la vida laboral y la vida familiar han sido una de las principales agendas en las economías avanzadas. Entre estas políticas, las más populares y vanguardistas suelen ser los permisos parentales iguales para hombres y mujeres y la creación de infraestructura especial para el cuidado de los niños en entornos laborales, por ejemplo, espacios para que jueguen los niños en todo tipo de espacios públicos, guarderías en lugares de trabajo.

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Imagen: Shutterstock

En países menos desarrollados, donde estas políticas aún no son la normalidad, se ha buscado avanzar en tipos de infraestructura más tradicional, la existencia de guarderías comunes y corrientes que permitan el cuidado de los niños mientras los padres pueden atender sus actividades en el mercado laboral. Las evaluaciones en gran parte del mundo son muy claras: la existencia de guarderías subsidiadas por el Estado incrementa sustancialmente la participación femenina en el mercado laboral. En algunos países donde se han implementando políticas denominadas pay for care, como en Francia y Noruega, han tenido como efecto disminuir dicha participación (para estos casos se puede consultar a Piketty 2003 y a Schøne 2004.

La evidencia en estos casos es clara: si queremos mayor participación laboral femenina, las guarderías subsidiadas por el Estado son posiblemente la mejor estrategia y los pagos por cuidados, si bien cumplen la función de dar cuidados a los niños, tienen como costo menor participación femenina. Esta evidencia es relevante para el caso mexicano, dada la evolución reciente de la política en este sentido.

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No obstante, quizá estos cambios son una oportunidad para hacer un rediseño de la política pública en estos temas. Primero, porque en lugar de un sistema cuasi privatizado como el que funciona en México, es mejor transitar hacia un esquema de provisión pública, por ejemplo, ampliando la capacidad y cobertura de las guarderías del IMSS. Aunque esta política puede ser costosa, a la larga el impacto de una mayor participación laboral de las mujeres en la economía debe más que compensar estos recursos (por la mayor actividad económica que se traduce en mayor potencial de crecimiento y por la mayor recaudación que implica).

Otro aspecto importante es el de la estimulación temprana. Investigaciones muy famosos de economistas como James Heckman y de organizaciones como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han encontrado enormes retornos a la inversión en estimulación en la primera infancia. Los primeros 3-5 años de los niños son cruciales en su formación cognitiva y determinan en buena medida el potencial de resultados que pueden alcanzar a lo largo de su vida. Lo que estos estudios promueven es que no sólo los países construyan guarderías sino que éstas sean de muy alta calidad, donde los niños reciban alimentación adecuada, estímulos como juegos, escuchar diversidad de palabras, etcétera. Hoy en día, las guarderías mexicanas, sean del IMSS o subrogadas, difícilmente realizan ese tipo de desempeño. Económicamente hablando, este tipo de inversión tiene los retornos más altos: se paga prácticamente sola con el paso de los años. Los cambios en la política de cuidados bien podrían y deberían encaminarse a esa dirección.

No obstante, nada de lo anterior es muy viable si no contamos con un Estado con mayor capacidad y eso por necesidad implica una mayor cantidad de recursos disponibles para poder invertir en este tipo de proyectos. De forma muy desafortunada, el Estado mexicano hoy es un rehén de sus debilidad fiscal y tiene muy poca capacidad de maniobra para hacer política pública. Hacer unas cosas hoy significa sacrificar muchas otras en lo que parece ser un terrible juego suma cero porque las necesidades del país de toda clase de cosas son enormes.

Esto es evidencia de que un mayor esfuerzo fiscal de toda la sociedad mexicana sí vale la pena. A la larga son inversiones que regresan más de lo que se les invierte y que tienen impactos en casi todas las clases de problemas en el país, ya sean sociales, de educación, de criminalidad, de desempeño económico e igualdad de oportunidades.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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