Por Diego Castañeda

Para las personas cuyos intereses se encuentran en la economía, la economía política, las ciencias políticas y las ciencias sociales en general el nombre David Ricardo es conocido. Sin embargo, para todos los demás, quizá no le es tanto. Este espacio, fiel a su estilo, intentará dar una breve introducción al personaje y su relevancia, ya que, después de todo, se trata del abuelo de todas las teorías del comercio internacional.

David Ricardo es uno de los principales economistas clásicos; de hecho, fue uno de los primeros individuos en ser considerados economistas en los tiempos en que ser llamado economista era un insulto (para los franceses, sobre todo). En esos tiempos la economía como tal no existía, estaba ligada a una rama muy general de estudios que la gente llamaba “Filosofía moral” y que, eventualmente, se transformaría en “Economía Política”, para llamarse después “Economía” a finales del siglo XIX.

David Ricardo era un financiero inglés que revolucionaría el mundo con un par de textos: el primero, un ensayo sobre los precios del maíz y los precios de los mercados bursátiles en 1815; el segundo, el famoso libro Sobre los principios de economía política y tributación (que cumple 200 años de publicado esta semana). Estos trabajos resultaron ser increíblemente influyentes sobre la evolución de la economía a lo largo de los últimos 200 años.

En ellos nacen dos conceptos que seguirían trayectorias muy diferentes. Por un lado, tenemos la teoría del valor-trabajo que argumenta que el valor de las cosas está determinado por la cantidad de trabajo que se necesita para producirlo (si les suena parecido a las ideas de Marx es porque Marx era un fan de David Ricardo al igual que su servidor es un fan de Batman).  Esta teoría del valor terminaría siendo abandonada por la economía ortodoxa (la que la mayoría de los economistas practica y que se aprende en casi todas las universidades) a finales del siglo XIX cuando un grupo de economistas (que en realidad eran más bien ingenieros y matemáticos) decidieron matematizar la economía en la famosa “revolución marginalista” y crearon la “teoría subjetiva del valor” que dice que las cosas valen dependiendo de la utilidad que uno derive de ellas (piedra angular de buena parte de la economía ortodoxa). Sin embargo, la teoría del valor trabajo y sus derivaciones sobreviviría en dos grupos, a través de los marxistas y a través de los llamados “neoricardianos” (un grupo de economistas heterodoxos que se juntan en algunas universidades a discutir modelos matemáticos sumamente complejos para desmentir a los otros economistas como nerds teniendo una discusión mientras juegan Dungeons & Dragons).

El segundo gran concepto que se derivó de su obra ha tenido mejor suerte y es el de la “ventaja comparativa”. La concepción de esta idea es el momento fundacional de la teoría del comercio internacional y trata de explicar por qué los países comercian entre sí y cómo el libre comercio beneficia a todos.  La idea detrás de este concepto es que si una economía es muy buena haciendo algo (digamos ligthsabers) y otra es muy buena haciendo otra cosa (digamos blasters) cada una debería especializarse en producir el bien en el que lo hace mejor y luego comerciar entre sí por el otro bien. Esta teoría resultó tan exitosa que a la fecha sigue siendo usada y, aunque se han creado nuevas teorías que explican más cosas, sigue siendo parte fundamental de la educación de todo economista (como las repeticiones de Ben Hur en Semana Santa, sólo sigue y sigue y sigue siendo usada, aunque las cosas nuevas tengan mejores efectos especiales).

Por esas dos causas David Ricardo es un personaje histórico que cambió la forma en que entendíamos el mundo y que influyó en las contribuciones que otros pensadores harían y que eventualmente también cambiarían cómo vemos al mundo.

David Ricardo murió en 1823. Entre los economistas clásicos es uno de los más famosos junto con Adam Smith, John Stuart Mill, Karl Marx y Thomas Malthus. Sus ideas siguen tan vigentes que dos siglos después de la publicación de su libro, cuando no estamos debatiendo sobre si Rey es una Skywalker o una Kenobi o si John Snow o Daenerys Targaryen son Azor Ahai, aún seguimos debatiendo intensamente si el libre comercio realmente beneficia a todos o sólo a unos cuantos privilegiados.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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