Por Diego Castañeda
Ayer, jueves 1 de marzo, la Cámara de Diputados por fin aprobó la Ley de tecnologías financieras (Fintech) por lo que México (junto con países como Japón, Reino Unido , Holanda y Singapur) ahora se encuentra en la frontera regulatoria y, por lo tanto, en buena capacidad para que el sector continúe su crecimiento.
Hoy México es el mercado más grande para empresas del sector fintech de América Latina con más de 200 empresas que operan en el sector, entre mercados para el intercambio de criptomonedas, empresas de crédito, pagos electrónicos crowdfunding, entre otras. La ley divide la regulación en estos cuatro grandes rubros: activos virtuales (criptomonedas), pagos electrónicos, financiamiento colectivo (crowdfunding) y asesoría financiera electrónica.
De entre estos rubros de regulación los más relevantes son el de activos financieros, por las implicaciones que la tecnología block chain puede tener y el alto riesgo que representan y el financiamiento colectivo y créditos que puede expandir la competencia en el muy concentrado sector financiero en México y ayudar un poco a romper el oligopolio que los bancos sostienen.
Si pensamos que uno de los grandes obstáculos que la economía mexicana enfrenta para ser más productiva y crecer más es el acceso a crédito, en especifico a pequeñas empresas, el potencial de la regulación Fintech puede ayudar a destapar este cuello de botella para el crecimiento.
La Ley Fintech crea un comité interinstitucional para facilitar la regulación que se compone por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y Banco de México (Banxico). Entre éstas, Banxico tiene un rol especial al tener peso en especifico sobre la regulación de criptomonedas, que es importante recordar en México no logran el reconocimiento de monedas de curso legal y, por lo tanto, son de alto riesgo al no tener ningún respaldo fiduciario.
Otro de los puntos importantes de contar con una regulación de este tipo es que puede atender de forma más directa un problema creciente en México, el del robo de identidad en operaciones electrónicas. Un efecto posible de esta regulación es que en el mediano plazo exista mayor confianza en transacciones electrónicas en México y logre impulsar mayores niveles de penetración de servicios financieros.
No obstante lo anterior, que contenemos con una regulación relativamente de vanguardia no es una garantía del buen funcionamiento del sector en México. En algunos aspectos aún dependerá de la forma en que otras instituciones operen, por ejemplo, en el caso de Banco de México, todavía tiene que hacer conocer las disposiciones que tomará para que las criptomonedas operen y cómo será la interacción entre los reguladores, los regulados y su competencia en la parte más tradicional del sector financiero.
Al mediano y largo plazo deberíamos observar que el sector Fintech continúa creciendo y con ello aparecen nuevos retos para los regulares, por ejemplo, imaginemos una expansión del uso de activos virtuales en algunos años tan grande que haga la política monetaria menos responsiva, ¿cómo actuará el banco central? La innovación que este tipo de regulación puede destapar en el sector también impacta en innovación en las instituciones públicas, en adaptaciones para cumplir sus funciones, nos obliga a pensar con mayor claridad sobre eventuales problemas y, por lo tanto, nos hace refinar nuestro entendimiento sobre el funcionamiento de la economía, esto por sí mismo hace la Ley Fintech muy atractiva.
También es importante que no pensemos que la Ley Fintech resuelve los problemas del sector financiero en México, por su escala, los bancos tradicionales y otras entidades financieras seguirán siendo las que dominen el sector, seguirán teniendo la capacidad de impactar en competidores al producir barreras de entrada y seguirán pudiendo extraer rentas extraordinarias en formas de comisiones altas por la falta de competencia y de dientes entre los reguladores.
Es entonces previsible que el sector financiero siga teniendo cuellos de botella para el crecimiento y que siga siendo preferible prestar dinero a los gobiernos locales que a las pequeñas y medianas empresas. La Ley Fintech y la regulación que de ésta emana es un paso importante pero no deja de ser un paso pequeño para tener un sistema financiero moderno y funcional para las necesidades de una economía que busca crecer más rápido y producir altos niveles de penetración de sus servicios. Como diría el famoso premio Nobel de economía sueco Gunnar Myrdal: “hacia donde el financiamiento se dirige, la industria llega”
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda