A lo largo de los últimos dos sexenios se ha vuelto cada vez más común leer en las noticias el descubrimiento de alguna fosa clandestina. Entre ambos sexenios se han reportado alrededor de 13,000 personas desaparecidas. Apenas este año se encontró en Veracruz una fosa clandestina con más de 245 cuerpos, misma que no fue descubierta por las autoridades ni del estado ni federales, sino por un colectivo de familiares de personas desaparecidas. Y el horror, cada vez más cotidiano, se empieza a antojar normal.
Esta semana se repite el horror.
Se encontraron al menos 100 restos óseos en un terreno en Tijuana, Baja California, luego de que un detenido declarara a la PGR la ubicación de la fosa. Quien informó no fue el gobierno, sino Fernando Ocegueda, miembro de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California. Se mencionó que en la fosa habían fragmentos de cráneo, fémures, dientes, entre otras piezas.
Aunque el lugar en donde se encontraron los restos es uno de los sitios donde Santiago Meza López (conocido como “El Pozolero” por disolver cuerpos en ácido), Ocegueda Flores explicó que los “huesos no están deshechos en ácido, hay la posibilidad de tomar ADN, se tomó la decisión de que se llevaran las bolsas a la PGR; ayer ya se llevaron los restos”.