Igual y se acuerdan de Florida en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, cuando este estado pasó de ser uno de los decisivos a convertirse en un montón de memes… y todo por despejar el camino para que Donald Trump ganara la Presidencia ante Hillary Clinton.
Ahora, previo al 3 de noviembre, analistas, medios y políticos tienen de nueva cuenta su mirada sobre este rinconcito poderoso y diverso de Norteamérica.
Cada cuatro años, en contexto de la elecciones presidenciales de Estados Unidos, cosas por el estilo suceden —o sea, no es nuevo—, ya que casi casi es tradición que el ganador de la Presidencia primero tiene que cantar victoria en Florida y ya luego, ahora sí, se perfila a ganar la Casa Blanca.
Esto ha sucedido desde siempre. Desde 1924, solo dos veces un candidato ha podido ser presidente sin tener que ganar Florida… y pues ni modo, este estado le puede dar un buen de alegrías a cada partido o mantener en vilo a la ciudadanía. ¿Por qué?
El Colegio Electoral de Estados Unidos
Todo comienza en el Colegio Electoral, que es el sistema integrado por 538 electores que representan a los estados del gabacho —acá te contamos más sobre cómo rayos funciona y por qué es tan complicado.
Estos 538 electores se reparten entre los estados conforme a su población.
Es decir, la entidad que tiene una mayor población, se lleva más electores (conocidos también como votos electorales).
Tomando en cuenta este punto, resulta que a Florida le toca de cajón 29 electores o votos electorales.
La diversidad de Florida
El partido que junte primero los 270 votos electorales ya rifó —gana la Presidencia, pues.
Tanto el Partido Republicano como el Demócrata tienen a su barrio que los respalda en cada estado. Es decir, es común que los puntos o votos electorales de alguna manera ya estén apartados, pues la población de cada entidad es fiel a la tradición de votar por uno u otro partido —así como es fiel a los ideales que cada uno representa.
Pero esto no pasa en Florida: esta entidad es conocida porque no existe un grupo —demócrata o republicano— que predomine.
Así que entre la comunidad latina, los católicos, conservadores y la gente que quiere políticas públicas más liberales, los candidatos deben pelear para llevarse los 29 votos electorales.
Y quien los pierda, regularmente, no le alcanza para ganar la Presidencia.
Quien gana Florida, gana la Presidencia
Para ejemplificar por qué decimos esto sólo basta recordar lo que pasó en 2016 —cuando Trump ganó las elecciones aún y cuando tuvo tres millones de votos menos que Clinton en tooodo el país.
California cuenta con 55 puntos o electores —es el estado que más tiene. Luego, le sigue Texas con 38 puntos.
Se sabe que de cajón estos estados votan por el Partido Demócrata (California) y el Republicano (Texas). A la escena entran Nueva York y Florida, con sus 29 votos cada uno y ya luego se suman los estados que de a poquito jalan agua al molino de cada partido.
En las elecciones de 2016, haiga sido como haiga sido —diría Felipe Calderón—, Trump fue ganando estados más pequeños… hasta que llegó Florida.
Aquella noche, el margen de diferencia para llevarse los 29 votos de Florida era muy pequeño —hubo momentos en que parecía que la demócrata se iba a llevar el estado. Pero no… Florida lo hizo de nuevo y con el 49,2% de los sufragios a favor del magnate, abrió las puertas de la Casa Blanca al Partido Republicano.
¿Qué pasó con Hillary? Estuvo a punto de lograrlo, pero no… sólo juntó el 47,7%.
Y la balanza de los indecisos fue favorable a Trump… por lo que oootra vez, Florida se convirtió en una de las entidades más criticadas y hasta se convirtió en el buen meme: “No soy un estado, soy un monstruo”.