Por Héctor Castañón

Justo después de enterarse de que tienen una enfermedad que no se puede tratar, dos pacientes desconocidos, Martin y Rudi, se encuentran en un hospital. Tras descubrir una botella de tequila, empiezan a hablar de su muerte, que vendrá muy pronto. Martin descubre que Rudi nunca ha visto el mar. Borrachos y todavía en pijama, roban un Mercedes-Benz y se dirigen a su última misión: ver el mar.

Todo esto ocurre en la película alemana Knockin´ on Heaven´s Door (1997). Según Martin, en el cielo sólo se habla de lo hermoso que es el mar. No sabemos si eso sea cierto. Lo que sí es que, en la tierra, sabemos cada vez mejor por qué es tan importante el mar para nuestra vida.

Según el Informe Especial sobre el Océano y la Criósfera en un Clima Cambiante, todas las personas en el planeta dependen directa o indirectamente del océano, porque éste controla los sistemas climáticos al almacenar la radiación solar, y distribuir el calor y la humedad en todo el mundo.

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Foto: Pexels | Pixabay

E​n gran medida la temperatura en la tierra se distribuye por las corrientes oceánicas, que actúan como bandas transportadoras de agua tibia y lluvias desde el ecuador hacia los polos, y agua fría desde los polos hasta los trópicos. Sin estos flujos, las temperaturas regionales serían demasiado calientes en el ecuador, mucho más frías hacia los polos, y los desiertos helados o arenosos serían más extensos.

A estas corrientes las mueven los vientos, la rotación de la tierra, las mareas y los niveles de salinidad. Pero la temperatura juega un papel fundamental para mantener su estabilidad. Y esa estabilidad está en riesgo. Estudios recientes han revelado que el cambio climático ya está alterando este gran sistema de circulación oceánica. En promedio, la circulación oceánica global se ha acelerado en un 36% desde principios de la década de 1990.

El flujo de estas corrientes no sólo se acelera, en algunos casos se debilita y en otros se modifica su curso. Douglas Rader, científico en jefe del Fondo de Defensa Ambiental, afirma que no sería demasiado dramático decir que, si el sistema oceánico cambia significativamente, podría amenazar directamente la vida en la Tierra. Un estudio de 2016 publicado en Science mostró cómo la más reciente Era del Hielo y las modificaciones que sufrió la corriente del Atlántico conocida como AMOC, no sólo cambió el clima global sino que también reorganizó los ecosistemas en el hemisferio norte.

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Foto: Quang Nguyen | Pixabay

No sólo las corrientes que circulan horizontalmente entre continentes están siendo afectadas; también las corrientes verticales que por intercambio térmico hacen posible el flujo de nutrientes, carbono y oxígeno entre las aguas superficiales y las profundas, lo que agrava los impactos ecosistémicos. 

Además de su papel como distribuidor de calor, el océano ha absorbido cerca de una tercera parte del dióxido de carbono antropogénico que circula en la atmósfera desde la década de 1980. El océano global ha absorbido más del 90% del exceso de calor en el sistema climático y se ha calentado sin cesar desde 1970.

Según el IPCC, durante el siglo XXI, se proyecta que el océano presentará temperaturas cálidas sin precedentes, una mayor estratificación del océano superior, olas de calor marinas más frecuentes, mayor acidificación, y una disminución del oxígeno y en la producción primaria de nutrientes. De seguir con el nivel actual de emisiones, los eventos extremos de El Niño y La Niña en el Océano Pacífico y del Diopolo en el Océano Índico, ocurrirán con el doble de frecuencia en comparación con el siglo XX.

En el 2015-2016 las alteraciones climáticas provocadas por El Niño, afectaron a más de 60 millones de personas en América Central, África Oriental y el Pacífico, con efectos en cascada sobre los medios de vida, la salud, el agua, el saneamiento, la educación y otros sectores. Según el Programa Mundial para la Alimentación, los flujos migratorios desde Centroamérica hacia Estados Unidos, particularmente de familias y menores no acompañados, se intensificaron con el inicio de una severa sequía relacionada con El Niño .

Los cambios en patrones de temperatura, precipitación y humedad ocasionados por la alteración de las corrientes marinas, han causado impactos en cascada sobre la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas marinos y terrestres en todo el planeta, aún muy lejos de las costas.

Para la mayoría de las personas en México éste será un verano sin mar. Aún viviendo cerca de él, la vista del horizonte marino se hace cada vez más estrecha a medida que los desarrollos exclusivos capturan el paisaje, robándonos lo que debería ser un derecho humano: ver el mar.

Contemplar el océano es contemplar el inicio, la inmensidad y el fin de la vida, como lo harían Martin y Rudi. Por más lejos que estemos de la playa, ver el mar en todo lo que hacemos, nos ayuda a tener presente que la vida se origina en el mar, que nuestro futuro depende del él y que todo lo que hagamos cada día, tarde o temprano, como todo, correrá hacia el mar.

Escribo esto soñando estar en una playa de Oaxaca.

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Héctor Castañón es doctor en antropología social, y maestro en planeación y gestión del desarrollo. Participa en diversos espacios académicos y de sociedad civil  para promover la igualdad de oportunidades, la participación política y el cuidado del medio ambiente. Integrante del equipo de Pedagogia de Futuro. Padre ocupado resolviendo frustraciones musicales con sus hijxs.

Twitter: @hektanon

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