Por Aranxa Sánchez
Una vez explicados los incentivos para gestionar eficazmente los recursos inagotables, así como los renovables; el siguiente paso es comprender la dificultad de gestionar los recursos no renovables: petróleo, gas natural, carbón (minerales en general) y el subsuelo.
Con anterioridad se ha explicado la importancia de la biodiversidad; pues bien, no hay un lugar en la naturaleza con mayor concentración de especies que los suelos. La calidad y la salud de los suelos condicionan en gran medida la producción y sostenibilidad agrícolas, la calidad medioambiental; en consecuencia, afectan a la salud vegetal, animal y humana.
A pesar de que existen varios esfuerzos por reconocer la importancia de los suelos para la vida (recomiendo ver el documental “Kiss the Ground” y la plataforma “Global Soil Biodiversity Initiative”), seguimos conociendo y valorando poco lo que las minerales del suelo aportan a nuestra existencia.
¿Qué relación hay entre el suelo y los minerales?
El suelo además de los organismos con vida contiene algo conocido habitualmente como nutrientes, los cuales son minerales… pero ¿cómo se han formado esos nutrientes? Bueno, a lo largo de la historia de la Tierra (4,500 millones de años aproximadamente) han ocurrido procesos geológicos: erupciones volcánicas, movimiento de placas tectónicas (como la separación de Pangea), creación de montañas, meteoritos, entre otros; que han resultado en una riqueza de minerales en el suelo.
Comprendiendo que en cada territorio de la Tierra se cuenta una historia particular sobre estos acontecimientos, es que surge el concepto de geodiversidad; el cual se refiere a la variedad de elementos geológicos y físicos de la naturaleza: minerales, rocas, suelos, fósiles y accidentes geográficos, y procesos geológicos y geomorfológicos activos.
Junto con la biodiversidad, la geodiversidad constituye la diversidad natural del planeta Tierra. Comprender cómo la geodiversidad condiciona la biodiversidad es parte de lo que estudia la geología histórica. Una versión un poco aterradora sobre cómo el suelo y la vida están conectadas puede ser la novela y película “In the Tall Grass” de Stephen King.
¿Cómo se relaciona la geodiversidad con el sistema económico?
Considerando que cualquier actividad que haga la humanidad consume recursos, entre ellos los energéticos, es necesario preguntarse de dónde se consiguen.
Si miramos hacia atrás en la historia, observaremos que los patrones de producción y consumo de recursos energéticos han cambiado drásticamente; pasando por el consumo mayoritario de la leña, el carbón, el petróleo y el gas natural.
Cada cambio, desde la primera revolución industrial, generó lo que se conoce como transiciones energéticas; las cuales, se caracterizan por:
- Cantidad: crecimiento en los montos de recursos energéticos explotados y consumidos.
- Estructura: qué tipos de energéticos son explotados, procesados y enviados a los consumidores finales, así como por cuáles sectores son consumidos.
- Calidad: características energéticas y ambientales de los energéticos utilizados.
Adicionalmente a su uso como combustibles fósiles, muchos minerales de la Tierra son utilizados para productos tan comunes como los lápices (grafito), las monedas (níquel), los cables (cobre), los teléfonos celulares (litio), las edificaciones (cemento), entre muchos otros.
¿Cuál es el problema con este tipo de consumo?
Si bien actualmente existen alrededor de 5,650 especies de minerales, menos de 100 constituyen el 99% de la corteza terrestre. Bajo este escenario es que toda actividad económica debería acoplarse a la escasez de cualquier recurso no renovable.
Sin embargo, desde la revolución industrial la mayoría de las actividades económicas están cimentadas en la extracción de recursos no renovables; comúnmente conocidos como “fósiles”. Para un planeta con límites (planetary boundaries) es menester una humanidad consciente que realice actividades acopladas.
¿Qué se puede hacer para gestionar de manera eficiente?
Como lo observamos en los otros casos, lo primero es reconocer la importancia del delicado equilibrio en el que vivimos y comprender cómo cada elemento interviene; es decir, la concientización. Es por ello que la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1972 ha reconocido la geodiversidad y ha desempeñado el rol de la conservación, a través de un listado de sitios elegidos debido a su “Valor Universal Excepcional” (VUE) natural.
Sin embargo, esto no es suficiente. Tal como se demostró, actualmente el modelo económico está sostenido en la extracción y uso de recursos no renovables; por lo cual nos debemos enfocar en una distribución global de reservas y niveles de producción de metales clave críticos hacia un futuro de energía limpia.
Como se indica en el Panorama general de las industrias extractivas del Banco Mundial, los recursos minerales juegan un papel dominante en 81 países que colectivamente representan 25% del PIB mundial, la mitad de la población mundial y casi el 70% de la población que se encuentran en situación de extrema pobreza.
Está claro que alcanzar el Acuerdo de París requerirá una reestructuración radical de los sistemas de suministro y transmisión de energía globalmente. Además, las tecnologías que se supone que permitirán el cambio a energías limpias (sistemas eólicos, solares, de hidrógeno y electricidad) son de hecho significativamente más intensivos en el consumo de materiales, lo cual también implicará un reto.
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Aranxa Sánchez es economista por la UNAM.
Twitter: @AranxaSanz