A José Luis Lezama
Al alumnado y personal de la Universidad Politécnica Mesoamericana de Tenosique
En un rincón mágico de nuestro país, en donde el Usumacinta atraviesa la selva densa del jaguar, hay un milagro natural y un pueblo alegre y luminoso que ha repartido su corazón y memorias en sus coloridas calles. Tenosique, Tabasco, es una fiesta para los ojos y el alma, y cuando Tenosique te mira, porque vaya que te mira y te cautiva, se te doblan las rodillas y no es el calor lo que te tiene derretida, sino el saberte en un lugar sagrado que alberga toda la ternura y la belleza de la que es capaz el universo.
A la orilla del río vive Don Manuel, un hombre gentil, a quien le pedimos un paseo en su vieja lancha. Al ser mi primera vez en Tenosique, ingenuamente ignoraba que estaba por ver un paisaje majestuoso, un recuerdo que estoy segura me cobijará en las noches frías del alma. En el viaje, Don Manuel nos platicó poco, él sabe que el concierto natural que estaba frente a nosotros se disfruta mejor en silencio. Escuché su dulce voz cuando, en un momento del viaje, Don Manuel se acercó a la orilla para enseñarnos un árbol alto, como de treinta metros, de ramas largas y hojas despeinadas. “Con este árbol crecí y ya los dos tenemos más de setenta años” nos dice entre risas, como celebrando una larga amistad.
Tenosique será una parada del Tren Maya, y quien tenga el privilegio de bajarse aquí se subirá de nuevo al tren como una persona distinta, seguramente mejor. Pero este artículo no es un elogio del proyecto ecocida y atropellador de los derechos humanos que es el Tren Maya. Todo lo contrario. El patrimonio biocultural, que es el regalo que tiene Tenosique para la humanidad, está amenazado por las consecuencias sociales y naturales que traerá consigo el proyecto del Tren y sus múltiples e incalculables efectos, la mayor parte de ellos perversos para los pobres de siempre y para la ya de por sí extenuada naturaleza. Un ejemplo de ello es el caso de Don Manuel, quien da recorridos en una lancha de madera que él mismo construyó, con un motor viejo, y para poder hacer el recorrido hay que ir a su casa a buscarlo. Él y su familia dependen de los ingresos que vengan de sus recorridos. ¿Qué pasará una vez que llegue una empresa con lanchas más rápidas, que vendan recorridos “a modo” y se agenden por internet? ¿Cómo podría prepararse Don Manuel para competir en esas condiciones? Cuando se habla de creación de empleo y mejores oportunidades, definitivamente no se está pensando en él.
El desarrollo de la infraestructura del Tren y alrededor de ella está sucediendo en espacios imposibles de replicar en el futuro, insustituibles y de una belleza inimaginable. Así también dentro de la ciudad se construirán una serie de hoteles y restaurantes que seguramente desplazarán a comercios que llevan décadas y de la que dependen familias. Es cierto que hay pocas oportunidades para los jóvenes de Tenosique, que suelen irse a Mérida o Cancún a buscar empleo, pero no existen las condiciones actualmente para asegurarse que esa derrama económica impacte positivamente a los oriundos de la región. El proyecto inmobiliario y de urbanización que es el Tren Maya va a generar oportunidades y riqueza para los grandes empresarios e inversionistas y va también a provocar desorden y nuevos centros urbanos, contaminación, presión sobre los recursos hídricos, aumento del costo de la vida, más pobreza y violencia. Ese es el caso de la Riviera Maya, proyecto en el que se enriquecieron y vieron beneficiadas personas lejanas a esa región, y los más pobres y desempleados fueron relegados a puestos de trabajo temporales, explotados y con bajos sueldos.
Con base en ese panorama me resulta preocupante que el tesoro sagrado que hay en Tenosique representado por la Danza maya del Dios Pochó vaya a resultar arrastrado por la voraz locomotora mercantil del Tren Maya.
La danza es un poderoso ritual prehispánico, único en el mundo, y es parte de la identidad y motivo de orgullo de los tenosiquenses. Además del sentimiento de comunidad que genera la Danza, la alegría y sentido del mundo que trae a los tenosiquenses y todos quienes la viven y sienten, la danza resguarda claves importantes para salir de las cárceles del mundo moderno occidental e instaurar uno de alegría y de dignidad. Entre estas claves está el camino liberador que nos enseñan los Cojós, cuando los hombres de madera vencen al poderoso dios Pochó de la muerte. Si bien la danza ha tenido cambios en el tiempo, una cierta mutabilidad y plasticidad que se ha adaptado a los tiempos, la amenaza actual es que se convierta en un producto más, comercializable, puesto a disposición de turistas frívolos e insensibles, terminándose por convertir a este poderoso ritual, que nos habla de transformar el mundo, en una mercancía vaciada de sentido para beneficio de empresarios nacionales o internacionales que estarían dispuestos a vender su alma al mejor postor para satisfacer sus necesidades de lucro y mantener y aumentar sus privilegios.
El proyecto del Tren Maya ha movilizado fantasías y alentado falsas ilusiones con la engañosa idea del progreso material para todos. La historia nos muestra que estos proyectos que ofrecen riquezas a los pobres, cuando no hay ningún esfuerzo por cambiar las estructuras de poder, terminan dándoles baratijas y espejitos a cambio de sistemas de explotación más crueles y sofisticados, activando así de nuevo la exitosa y rentable fábrica de pobres que es México.
Sin embargo, esta no es la primera vez que llegan a Tenosique empresas que extraen riqueza y saquean recursos. La historia de Tenosique es una de despojos, de agentes económicos y políticos que se aprovechan de la riqueza ahí albergada. Ese es el caso de las Monterías, empresas que desde el siglo XIX y hasta mediados del XX extrajeron de la Selva Lacandona maderas como la caoba, las cuales viajaban por el Usumacinta hasta llegar a las mansiones ricas de Europa y Estados Unidos. Leyendo al misterioso y enigmático B. Traven, particularmente su libro La rebelión de los colgados, puede uno tener alguna idea de los grados de crueldad con los que fueron explotados la selva y los trabajadores por las compañías madereras que asolaron esos territorios.
A pesar de este escenario sombrío, no me queda duda que los tenosiquenses cuidarán su patrimonio, que sabrán resistir y movilizarse. Hay una fuerza inquebrantable del pueblo tenosiquense, una energía poderosa que alimenta el gran Usumacinta y el liberador espíritu triunfante de los Cojós, que saben cómo superar la adversidad para enfrentar y vencer al dios perverso que los degrada y humilla. En la danza, los Cojós imponen su voluntad ante fuerzas aparentemente indestructibles. Saben que nadie ni nada puede contra la voluntad de un pueblo que quiere decidir y tomar el destino en sus manos. Ellas y ellos, como el Usumacinta, son dulces y apacibles pero saben ponerse bravos cuando hay turbulencias y rocas en el camino.
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Ana De Luca es fundadora del Centro de Estudios Críticos Ambientales ¨Tulish Balam”.
Twitter: @C_TulishBalam