Por Elisa Caballero, Regina Gómez y Andrea Pliego

#YoProtejoElHumedal

El establecimiento y crecimiento de un área urbana como la Ciudad de México requiere necesariamente de la transformación y apropiación del territorio. Con la urbanización, se posibilitó una vida “cómoda” que permitió el asentamiento de varios millones de personas y el crecimiento económico de la zona y del país. Esta transformación del espacio que se ha llevado a cabo a lo largo de casi 700 años desde la fundación de Tenochtitlán ha decantado en la ciudad tan contrastante y compleja que conocemos hoy. En esta ocasión queremos hablarles sobre una de las pocas zonas que quedan de aquel paraje lacustre, fértil y lleno de agua que alguna vez existió.

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Foto: *Pelícano blanco americano | Tamara Blazquez Haik

La zona de Xochimilco no sólo es un lugar donde se puede pasear en trajinera o comprar una amplia variedad de plantas, es un espacio dentro de la ciudad que brinda servicios ecosistémicos que están en riesgo debido a un proyecto de infraestructura que tiene como objetivo “resolver” el problema de los embotellamientos viales en la zona, que ya de por sí se encuentra bajo la gran presión de la urbanidad que la rodea. 

Una de las primeras modificaciones que ha sufrido Xochimilco fue la ampliación del Anillo Periférico a finales de la década de los noventa. En ese momento, se decidió que dicha avenida debería contar con un camellón que permitiera seguir conectando la zona norte con la zona sur para proteger el conjunto lacustre, fungir como corredor biológico y evitar su deterioro y pérdida eventual (ver diagrama). Con todo y estos esfuerzos, el crecimiento de la mancha urbana, el aumento de la población y la demanda de servicios no han dejado de acechar a esta zona.

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*Mapa de la Zona Lacustre de Xochimilco (Elaboración propia)

Durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera, se intentó construir lo que en aquel momento se denominó “Autopista Urbana Oriente”, un proyecto de infraestructura vial de 14 kilómetros que pasaba justamente por los humedales de Xochimilco. En ese momento la resistencia al proyecto ganó y no se realizó ninguna construcción. Sin embargo, actualmente, el gobierno de Claudia Sheinbaum está llevando a cabo las obras para la construcción de un puente vehicular en la misma zona de conservación sobre periférico. Entonces pues, ¿por qué es importante defender el humedal ante el proyecto del puente?

Fotos: * Clausura simbólica antes y después: Camellón de Cuemanco, antes de ser devastado y Camellón con las obras en curso. | Tamara Blazquez Haik

Xochimilco: la defensa del patrimonio natural y cultural

El ecosistema del humedal es parte de la subcuenca de Xochimilco, y consiste en un cuerpo de agua dulce estacional que alimenta depósitos de agua subterránea (mantos acuíferos) con una extensión de 2650 hectáreas. Es un sitio habitado por una gran diversidad de fauna y flora endémica. Asimismo, ahí viven pobladores con tradiciones culturales ancestrales, entre ellas el sistema de cultivo de chinampas. Estos habitantes de Xochimilco han sido los principales protagonistas del frente de lucha para la conservación natural y cultural de su territorio, siempre que ha existido la presión por la expansión urbana. 

Por su importancia ecológica y social, Xochimilco ha sido catalogado como ANP, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO y como sitio Ramsar desde 2004. Lo cual asienta legalmente a nivel nacional e internacional la obligación del Estado mexicano de proteger y cuidar este territorio. 

El impulso gubernamental para la desecación de los lagos aumentó desde el siglo XIX con la expansión acelerada por necesidad de suelo para vivienda, misma que recrudeció en los años 50 del siglo pasado (Ezcurra et al. 2006). A pesar de la presión histórica, la lucha de los grupos vulnerabilizados ha seguido, permitiendo que estas culturas permanezcan en coexistencia con la vida metropolitana. Hoy, con el riesgo que supone hacer un puente vehicular, esa defensa entra en el juego una vez más. 

¿Cómo afectaría el puente vehicular a la zona?

Entre los impactos ecológicos se encuentran el “ahorcamiento” de la parte norte del humedal con respecto a la parte sur, lo cual significa la pérdida no sólo del humedal en el camellón sino de la zona norte, incluyendo la Ciénega Grande. Esto resultaría en la pérdida de la biodiversidad y de la capacidad de recarga de los mantos acuíferos de la zona, lo cual es de suma importancia para la ciudad ya que asegura provisión de agua a la ciudad y nos protege de inundaciones. 

Parte del problema tan grave de inundaciones que tiene la Ciudad de México se debe a que el agua de lluvia no tiene suelo dónde filtrarse, colapsando así el sistema de desagüe. Con la eliminación de este humedal dicho problema se potenciará. Asimismo, tener esta zona verde y húmeda, funciona como regulador de temperatura. Se estima que con el daño en curso, la temperatura de la ciudad podría aumentar hasta en 2°C, lo cual afectaría tanto a agricultores como a las especies que ahí habitan.

Además del daño ecológico, el proyecto tendrá consecuencias sociales. La construcción de infraestructura vial generalmente abre las puertas para la inversión en más infraestructura urbana como proyectos inmobiliarios y comerciales, los cuales pondrían en riesgo el modo de vida y la cultura de los habitantes de Xochimilco y los pueblos originarios de la zona. 

Es importante mencionar que proyectos de este tipo ya han sucedido y se puede tomar como ejemplo el caso de la Supervía (de peaje) Sur-Poniente, iniciada en 2010, donde también hubo oposición vecinal y agravios al entorno. Una vez terminado el proyecto podemos atestiguar los desplazamientos que provocó la expropiación de inmuebles y ver que la autopista dividió y arrasó con lo que quedaba de áreas verdes que también funcionaban como zonas de recarga

Entendidos los impactos en las dos dimensiones social y ecológica, nos importa exhibir lo siguiente: los procesos de urbanización son complejos y parece ser que las políticas y acciones gubernamentales siguen sin tomar en cuenta que la ciudad es un sistema socio-ecológico, para el cual es necesario llevar a cabo proyectos de movilidad integrales que tomen en cuenta al peatón, a los pobladores y al ecosistema (proyectos de infraestructura verde).  El proceso de urbanización acarrea impactos socio-ecológicos que ya hemos comprobado a lo largo de la modernización del siglo XX.

Además, “es indispensable que se promuevan plataformas de acción para los dueños del territorio, buscando que ellos fortalezcan su capacidad de decidir en la gestión y el uso de su propiedad” (Escandón, 2018). Eso no implica usar métodos de exclusión participativa como las supuestas consultas ciudadanas que no establecen una relación directa con los ciudadanos, sino una relación directa con las organizaciones en el desarrollo de proyectos que atiendan a sus necesidades y contexto.

Conclusión

Si bien las acciones e inversiones gubernamentales deberían resolver las necesidades de la población a la que sirven, queda claro que la infraestructura tal como se ha implementado en la Ciudad de México es uno de los elementos urbanos más desiguales, ya que sólo se enfocan en el bienestar de algún sector poblacional, el cual tiende a ser el que ya contaba con los mayores privilegios y recursos. 

También, queda claro que la toma de decisiones se ha basado en un “desarrollo” lineal, extractivista, clasista e insostenible al preferir solucionar problemas como el de la movilidad de la ciudad de manera fácil sin importar la naturaleza de la zona. Solamente apuesta por seguir construyendo infraestructura (la cual deja una derrama económica a aquellos involucrados en el proyecto) para beneficiar a automovilistas, en vez de optar por opciones de menor impacto socioambiental que sean inclusivas, como uso de bicicleta o transporte público. 

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 Foto: *Canales de Xochimilco. | Tamara Blazquez Haik

En una ciudad heterogénea, con fuertes diferencias adquisitivas, de condiciones de trabajo y de vida, se hace evidente que el gobierno de la Ciudad de México sigue impulsando un modelo de desarrollo que privilegia a unxs a costa de anular a otrxs. Esto nos muestra lo fácil que es para las personas en el poder (y en ocasiones a la sociedad) el menospreciar todo aquello que parece ajeno y anacrónico a la dinámica urbana clasista de esta ciudad o que consideren que no aporta un “valor” económico inmediato, poniendo en riesgo la salud, el bienestar y la cultura de una región.

Por más mínimo que parezca, se trata de una destrucción paulatina del ya frágil equilibrio climático, ecosistémico, social y cultural no sólo de la Ciudad de México, sino de toda la región central perteneciente al Área Metropolitana y del país.  Se nos olvida que el dinero no se puede comer y el preferirlo sobre la naturaleza no servirá de nada cuando hayamos destruido por completo el ecosistema y ya no quede agua para beber, tierra fértil que cultivar o aire limpio que podamos respirar. 

Apoyemos a Xochimilco y preservemos el humedal. El marco legal que protege las Áreas Naturales Protegidas no ha podido evitar que sigan sucediendo cosas como ésta. Las organizaciones civiles, especialmente las de Xochimilco, deben ser parte de la toma de decisiones de lo que sucede en su propio territorio y cada unx de nosotrxs podemos contribuir a la visibilización de este problema y a exigir que se escuchen nuestras voces en defensa de la vida y del territorio.

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Andrea Pliego, Elisa Caballero y Regina Gómez son integrantes de Contaminantes Anónimus.

Twitter: @contaminantesa

Facebook: Contaminantes Anónimus

Instagram: contaminantes.anonimus

Imagen principal:Axolote paseando en su chalupa”, de Gabriela Rosas (@un.tocino | @gabit.o1)

Fuentes

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