Por Mariana Castro Azpíroz
Cada vez que comienza un nuevo año hacemos una lista de propósitos que queremos cumplir. El 2020 fue todo un reto y nos demostró que nos falta mucho por hacer en diferentes ámbitos, entre ellos, el educativo y el ambiental. Así que, ¿por qué no empezar por ahí? La década del 2021 al 2030 fue proclamada como la “Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas”, para prevenir, detener y revertir su degradación. Además, coincide con el plazo para cumplir la Agenda 2030, fecha límite para evitar efectos dañinos irreversibles en el planeta.
Malos vecinos
La palabra ecosistema se refiere a una comunidad de seres vivos interrelacionados entre ellos y con los factores físicos de su ambiente. Algo así como tú y tu familia conviviendo en el espacio limitado de tu casa (pero sin salir de ahí, de por vida). Es necesario mantener los ecosistemas saludables (con la analogía del ambiente de la cuarentena ya nos lo imaginamos) para combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad y también para mejorar la vida de los seres humanos. Pero resulta que no se nos da muy bien eso de la sana convivencia.
El agua cubre el 70% de nuestro planeta. Los ecosistemas de agua dulce proporcionan alimento, agua y energía; albergan gran biodiversidad (¡un tercio de todos los vertebrados!) y nos protegen de sequías e inundaciones. En los últimos 300 años, se perdió aproximadamente el 87% de los humedales. Por su parte, los océanos nos proveen de oxígeno y alimento, regulan el clima y sustentan actividades turísticas y económicas. Para protegerlos hay que combatir la pesca y minería excesivas, tratar las aguas negras antes de descargarlas, controlar la extracción de agua para agricultura, disminuir el consumo de plásticos (y evitar que lleguen al mar) y rediseñar presas para no afectar la conectividad de los ríos.
En cuanto al área cubierta por tierra, una cuarta parte son montañas y más de un tercio son ecosistemas agrícolas. Las montañas proveen agua dulce a aproximadamente la mitad de la población humana y son el hogar de muchas especies endémicas. La erosión y contaminación son graves problemas que pueden combatirse con prácticas agroecológicas y evitando la fragmentación de ríos y hábitats.
El ciclo… ¿sin fin?
Los procesos naturales en los ecosistemas funcionan de forma cíclica. Las interacciones entre las especies funcionan de manera que lo que le sucede a una afecta a las otras e incluso al espacio físico. Conservar la biodiversidad también sirve para que el suelo se mantenga fértil. Por ejemplo, hay hongos que viven en las raíces de ciertas plantas y le agregan nutrientes al suelo (se llaman micorrizas). Los humanos, al intervenir el entorno en zonas tanto rurales como urbanas, rompemos muchos ciclos naturales y esto tiene grandes repercusiones.
Cada año se pierde el equivalente al tamaño de la República Dominicana en bosques tropicales al convertir la tierra en campos de cultivo o áreas urbanas. La tala intensiva y los incendios forestales, que se han incrementado debido al cambio climático, también devastan los bosques. La agricultura intensiva, los monocultivos, la pastura excesiva y la remoción de arbustos y árboles causan la erosión del suelo. El abuso de fertilizantes disminuye la calidad del suelo, contamina las aguas y daña a la vida silvestre. Sin embargo, se puede incrementar la productividad con rotación de cultivos y control de plagas natural, aprovechando la cadena alimenticia.
Las zonas urbanas ocupan menos del 1% del área terrestre del planeta, pero son el hogar de más de la mitad de la población humana. Contrario a lo que uno podría pensar, también contienen gran biodiversidad. Bruselas concentra más de la mitad de las flores de Bélgica, en Ciudad del Cabo hay 3000 especies nativas de plantas y en la Ciudad de México vive ¡el 3% de las especies de aves de todo el mundo! Los ecosistemas urbanos están altamente degradados por mala planeación. El suelo sellado rompe el ciclo del agua; desechos y emisiones industriales contaminan suelos, agua y aire. Es necesario aumentar las áreas verdes, generar banquetas permeables y restaurar áreas contaminadas.
Cambiar de hábitos
Proteger los ecosistemas no sólo implica el trabajo de gobiernos y ambientalistas, es un movimiento cultural que incluye la participación de todos. Las generaciones futuras son las más afectadas por la rápida destrucción ambiental, pero también se pueden beneficiar de la creación de una economía de restauración que abra plazas a nuevos trabajos sostenibles. Por eso es necesario promover, desde la raíz, una cultura de la restauración.
Las tendencias globales usualmente están detrás de nuestros patrones de consumo. El exceso de demanda lleva a la deforestación, agotamiento de recursos pesqueros, degradación de suelos agrícolas por sobre explotación, etcétera. Así que si en tus propósitos está ahorrar dinero o adoptar una nueva dieta, aprovecha para darles un enfoque ecológico. Consume menos (productos, alimentos, agua, electricidad), no desperdicies y busca que lo que compres sea local y amigable con el ambiente.
Formar redes
Detener la destrucción y degradación de miles de millones de hectáreas de ecosistemas no es tarea sencilla. Hay muchas iniciativas en curso, pero es necesario el trabajo colaborativo para lograrlo. Por eso es importante conectar con otros para reforzar y empoderar las iniciativas que nos encaminan a un mundo sostenible. Si tus metas en 2021 incluyen conocer gente nueva o hacer nuevas amistades, aprovecha estas oportunidades para formar redes con personas interesantes con quienes te gustaría colaborar.
Ser proactivo
Al inicio del año muchas veces nos proponemos cosas como ser más organizado, dejar de procrastinar o tomar la iniciativa dentro de algún aspecto de nuestras vidas. ¿Por qué no llevarlo un paso más allá? Descubre formas de participar activamente para restaurar al planeta e invita a otros a hacerlo también. Aprende sobre el cambio climático y comparte con los demás por qué es tan importante actuar. La década de restauración celebra a quienes ya son líderes e incentiva a los demás a tomar acción.
Aprender algo nuevo
Ya que los ecosistemas son muy diversos, las mejores prácticas para uno pueden resultar dañinas en otro. Además, el cambio climático constantemente modifica las condiciones y exige nuevas estrategias. Por eso es necesario una investigación que guíe los pasos a seguir para lograr restaurarlos. En 2020 la pandemia nos demostró la importancia de la educación y de la investigación. Una población bien informada puede tomar mejores decisiones que impacten positivamente en la sociedad y en el planeta. Así que si este año quieres aprender algo nuevo o leer más, infórmate acerca de la situación de nuestro planeta y de cómo puedes contribuir a cuidarlo.
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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.