El discurso de la sustentabilidad es uno que ya no se puede hacer a un lado en ningún aspecto de las sociedades contemporáneas. El cambio climático y la crisis ambiental actual han obligado al mundo entero a replantear sus formas de producción, consumo y cuidado de la naturaleza. Día a día se presentan avances diplomáticos y tecnológicos en la materia. Estos van desde acuerdos para eliminar el uso desmedido de plásticos; pasando por la reconfiguración de la industria automotriz para privilegiar los autos eléctricos; y hasta el impulso de un sector financiero “verde”. Aunque aún hay un camino largo por recorrer para hacer de este planeta un lugar habitable para futuras generaciones, existen actualmente esfuerzos grandes por preservar la naturaleza.
Sin embargo, con frecuencia se olvida que, además de “combatir” el cambio climático y mitigar los efectos que el ser humano tiene sobre la Tierra, ha quedado pendiente la tarea de restaurar parte de lo que se ha perdido. Es decir, la “batalla” contra la crisis ambiental que se nos avecina es una que necesariamente debe pasar por imaginar formas, expansivas y holísticas, para tratar de recuperar parte de lo que la humanidad ha hecho pedazos con el avance industrial de los últimos siglos. La sustentabilidad no puede trabajar solamente en pos de conservar las dinámicas y procesos actuales; por el contrario, debe incluir esfuerzos por recuperar la naturaleza que se ha hecho a un lado. Por supuesto, sin hacer a un lado la tan obligada preservación de ecosistemas y biomas que todavía nos quedan.
La temible deforestación
De acuerdo a estimaciones del World Wildlife Fund, la deforestación actual contribuye alrededor de 15% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en todo el mundo. Paralelamente, según números del World Resources Institute, solamente la cobertura de árboles tropicales tiene un potencial de mitigación climática de 23% para que se puedan alcanzar los objetivos del Acuerdo de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. De ahí que sea tan importante preservar árboles y ecosistemas en todo el mundo. Pero el poder de restaurar la naturaleza es igual de impactante. Por ejemplo, se calcula que sólo la restauración de bosques en Estados Unidos—sin considerar otros elementos, como lagos, ríos o biomas— podría reducir casi 300 millones de toneladas de GEI anualmente. Esto representaría casi 5% del total de sus emisiones.
Algo particularmente interesante de restaurar la naturaleza es que no va en contra de la capacidad productiva de un país. No es que tratar de recuperar los árboles y cuerpos de agua perdidos del planeta no sean una tarea encomiable en sí misma. Pero con frecuencia se le ponen peros a estos esfuerzos porque serían costosos o tendrían que ir en el detrimento económico de una nación. Por ejemplo, Nature4Climate ha calculado que por cada dólar gastado en restauración ecológica, se pueden recuperar al menos 9 más. De igual manera, sólo con comenzar un proceso de reforestación global (de 350 millones de hectáreas en los próximos 8 años), podría generar 170,000 millones de dólares anuales de ganancias, por protección de cuencas, rendimientos de cultivos y productos de los bosques. Sin soslayar, por supuesto, impactos positivos en la mitigación al cambio climático que traerían más y mayores beneficios en el largo plazo.
Restaurar para continuar
A veces circula por redes sociales dos fotografías juntas. Las suele acompañar una leyenda esperanzadora. “Una pareja sembró 2 millones de árboles para restaurar un bosque destruido”, dice. De un lado, se ve una finca en medio de tierra árida. Es un páramo desolador, no por extraño, sino por lo cotidiano de la imagen. Del otro, la misma finca está rodeada de árboles, de vida que se extiende hasta las montañas detrás de ella. Lo increíble del comparativo es que entre ambas fotografías sólo hay 18 años de distancia. Dos personas en un par de décadas lograron eso. Evidentemente, con ayuda y trabajo de más personas. Pero es impresionante poder palpar con tanta la claridad lo que un poquito de esfuerzo puede lograr.
La persona detrás de esas imágenes es Sebastião Salgado, un fotógrafo espectacular. El camino que siguió Salgado para la restauración de la Fazenda Bulcão y su transformación en el Instituto Terra quedó plasmado en el documental La sal de la tierra. Una película conmovedora que puede verse acá.
Cada vez hay más esfuerzos por incorporar al discurso ecológico la idea de restaurar para continuar. Para darle más vida a un mundo que nos hemos empeñado en destruir poco a poco. Hay empresas que al renovar sus cuarteles principales han aprovechado espacios olvidados—antiguas fábricas o parques industriales—para tratar de reconstruir paisajes naturales enormes que ya no existen. También se dan esfuerzos como el del Gobierno de la CDMX que con su programa Empleo Verde buscará la restauración de las barrancas de distintas alcaldías.
Son esfuerzos pequeños que juntos pueden revitalizar comunidades. Desde 1990 a la fecha se han perdido más de 129 millones de hectáreas de bosque. Algo equivalente al tamaño de Sudáfrica. No podemos darnos el lujo de no hacer algo al respecto.