Por Javier Medina
Las problemáticas ambientales que vivimos actualmente son diversas: pérdida de bosques; crecimiento desordenado de las ciudades; contaminación en aire, suelo y cuerpos de agua; pérdida de biodiversidad; uso insostenible de elementos naturales y manejo inadecuado de residuos, por mencionar algunos. Ante esto, normalizar estas situaciones, y hacerlas parte cotidiana de nuestras vidas, no es opción.
La acción climática y ambiental es compartida, es colectiva y debe asumirse desde ya. En esto los distintos gobiernos tienen diversas responsabilidades en donde la base se encuentra en el abordaje sustancial en materia ambiental de sus agendas, la asignación de presupuestos, la educación y cultura ambiental y la aplicación efectiva de mecanismos de regulación.
De acuerdo a datos arrojados por el reciente censo de 2020 del INEGI, en Jalisco, el municipio más poblado es Zapopan con 1 millón 476 mil 491 habitantes y el menos poblado es Santa María del Oro con 1,815. En nuestro estado, la suma total de habitantes es ya de 8 millones 348 mil 151, lo que coloca a Jalisco como la tercera entidad más poblada en México. Ante el crecimiento demográfico, es necesario encontrar respuestas en la manera en que concebimos las ciudades, el desarrollo de los procesos productivos; más importante todavía, nuestros contextos. Desde la ciudad más poblada hasta la comunidad más pequeña, en cada espacio que habitamos debe hacerse efectivo el Derecho Humano de un Medio Ambiente sano para el desarrollo y bienestar de las personas.
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Sí hay de otra, y hay opciones en tanto los gobiernos, desde la vinculación y el ejercicio de sus facultades, busquen y planteen soluciones. Los retos son importantes, pero éstos sólo podrán afrontarse en la medida en que la inacción dé paso al trabajo, el diálogo y la cooperación. Desde las instituciones el compromiso está en asumir responsabilidades. Gestionar, trabajar, organizarse y accionar; es decir, a la población no le puede quedar la resignación como única respuesta.
Un ejemplo, desde el cual se pueden dar pasos sustanciales para apostar por el capital natural, está en la asignación de presupuestos. En nuestro país, tanto en los contextos locales como en lo nacional, los presupuestos destinados a medio ambiente rondan el 1 por ciento del gasto. En paralelo y de acuerdo a datos proporcionados por el INEGI, el daño ambiental afecta en un promedio de entre el 5 al 7 por ciento del producto interno bruto (PIB). Por tanto, lo destinado queda lejos de atender problemáticas ambientales y el deterioro ambiental genera costos muy altos. Ante esto, es más redituable invertir en prevenir el deterioro ambiental. A su vez, esto puede posicionar el cuidado ambiental como una palanca de desarrollo.
Volteemos hacia políticas que permitan asignarle valor de manera eficaz a los servicios ambientales, decisiones tomadas desde instrumentos de planeación ambiental y, sobre todo, constancia. Las soluciones no necesariamente se encuentran en el corto plazo, pero sí se pueden dar pasos desde ahora. Entender que dependemos de entornos sanos es vital. Nuestro futuro debe vislumbrarse desde ecosistemas que nos permitan lo necesario para subsistir. La huella que hemos dejado es enorme; desde ahora, la lucha debe centrarse en recomponer, restaurar y reconciliarnos con lo natural para poder coexistir.
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Javier Medina es abogado por la Universidad de Guadalajara con enfoque en políticas públicas y medio ambiente. Militante de Futuro.
Twitter: @javier_medinaP