Por Estefanía Ayala
Estamos a unos cuantos días de cumplir un año desde que comenzaron las medidas de contención de la pandemia en Jalisco. Quizá muchas personas en ese momento no teníamos del todo clara la dimensión de los cambios que se avecinaban para nuestro día a día. Recortes en la actividad comercial, límites en los horarios de actividades económicas, cancelación de eventos multitudinarios y una impresionante reducción de tránsito en las calles del AMG fueron el panorama inmediato.
En su momento, hablamos mucho sobre el distanciamiento social como medida de contención de la pandemia. Comenzó a ponerse en la mesa —y sigue siendo tema de investigación y discusión— cada vez con mayor urgencia sobre el impacto que las medidas de aislamiento pueden tener para nuestra salud mental. Pero ahora, me gustaría que las personas que leen esta breve entrada me acompañen a reflexionar si pensamos que también ha traído consecuencias el reducir el tiempo que pasamos al aire libre. Especialmente, esas ocasiones en las que teníamos posibilidad de disfrutar en áreas naturales. No me refiero únicamente a las restricciones de los paseos al campo, las visitas al bosque o las vacaciones en las playas.
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Pienso más bien en nuestras largas jornadas de trabajo, de quehaceres domésticos, de acompañar y cuidar a nuestros hijos estando cercados entre cuatro paredes. Al verse limitados nuestros trayectos por las ciudades y solicitársenos el permanecer en casa, en medida de lo posible, ¿qué tantos espacios naturales quedaron a nuestro alcance? Pero sobre todo, ¿nuestra distancia de la naturaleza también acarrea costos a considerar?
Para noviembre de 2012, el Instituto de Información Territorial del Estado de Jalisco informaba que el 62% de las personas del municipio de Guadalajara vivían en zonas con pocas áreas verdes. Eso traducido a personas sería equivalente a decir que en Guadalajara dos de cada tres personas viven sin acceso al derecho de espacios verdes en áreas urbanas. ¿Cuál será nuestro panorama actual? No hay un diagnóstico claro, pero con el contexto de la pandemia, lo que sí sabemos es que durante diferentes periodos de tiempo, el gobierno del estado determinó restringir el acceso de la ciudadanía a la red de bosques urbanos, parques y otros espacios verdes como parte del manejo de pandemia.
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Siendo ésos los únicos escenarios en los que una proporción considerable de la ciudadanía del AMG podía acudir a áreas naturales, ¿cuáles serían los efectos para las personas que pasamos jornadas laborales entre muros, pantallas y ciudades con comercios abiertos, pero parques cerrados o áreas verdes limitadas? Y en cambio, ¿qué efectos podríamos esperar que tuviera el aprovechar esta pandemia y redirigir nuestros esfuerzos hacia un urbanismo más ecosustentable? En otras palabras, ¿qué pasa si teñimos las ciudades de color verde?
Una investigación que fue publicada en The Lancet (Mitchell, 2018) demostró que en Inglaterra los vecindarios con más áreas verdes (parques, bosques y corredores de ríos) tenían un importante efecto en la reducción de tasas de mortalidad. Los fallecimientos no se reducían por razón de evitar el cáncer de pulmón, sino por la capacidad de las áreas naturales de reducir los niveles de estrés de las personas que habitan la ciudad. El resultado del estudio señalaba que ahí donde las personas no cuentan con espacios naturales alrededor, la tasa de mortalidad aumenta. Hay algo en los espacios naturales que no sólo favorece el equilibrio climático y la calidad del aire, sino también nuestra capacidad de resiliencia. La naturaleza nos brinda un respiro en el doble sentido.
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En su libro La dosis natural, Florence Williams (2018) sostenía que:
“Todo el mundo necesita acceso a refugios naturales limpios, calmos y seguros en la ciudad. Exponernos, aunque sea brevemente, a la naturaleza puede hacernos menos agresivos, más creativos, mejores ciudadanos y volvernos más sanos en general”.
Partiendo de esto, parece atinado pensar que nuestro manejo de los daños colaterales de la pandemia tendría que integrar la ruta de acción de transformar las áreas metropolitanas en espacios más verdes. El permanecer en casa o cumplir medidas de distanciamiento social no deberían venir a costa de distanciarnos también de las áreas verdes. Por el contrario, tendríamos que estar planteando una ruta estratégica para acercar las áreas verdes a quienes habitan las áreas urbanas. La Organización Mundial de la Salud llegó a recomendar entre 9 y 11 m² de área verde por cada habitante en una ciudad. ¿En este momento, tenemos acceso a nuestra dosis natural?
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Estefanía Ayala es licenciada en Filosofía, Maestra en Investigación Educativa, defensora de la naturaleza y depositaria de esperanza en el poder de la palabra y la educación. Militante en Futuro Jalisco.
Referencias
- Instituto de Información Territorial del Estado de Jalisco. (2012). Cantidad de áreas verdes de Guadalajara y Tlaquepaque por abajo de lo recomendado. Zapopan: Gobierno de Jalisco.
- Mitchell, R. (2008). Effect of exposure to natural environment on health inequalities: an observational population study. The Lancet, 372(9650), 1655-1660.
- Williams, F. (2018). La dosis natural. Barcelona: Paidós.