Por Aramis Olivos Ortiz

La modernidad ha generado que se desarrollen productos resistentes, ligeros, moldeables, duraderos y de bajo costo para un uso universal. Uno de los materiales que mejor se ha adaptado a estas características es el plástico. Lo utilizamos tanto que, para 2015, se estimó que se habían producido más de 350 millones de toneladas a nivel mundial. Es evidente que el plástico nos rodea y en la actualidad se pueden encontrar restos de plásticos o microplásticos en ambientes como los hielos polares, la atmósfera, sobre el piso oceánico, en la sal de mesa, en alimentos de origen terrestre y marino, en el agua que bebemos, como parte de las rocas sedimentarias costeras de reciente formación llamadas antropoquinas; incluso, evidencia reciente mostró su presencia en la placenta de mujeres embarazadas.

Por su naturaleza sintética y su capacidad de atraer y retener otros contaminantes en su periferia, resultan partículas altamente tóxicas que deben ser estudiadas para prevenir efectos ecomórficos; por tanto, que deriven en afectaciones a la salud pública como ya se ha manifestado en distintos organismos.

Origen de los microplásticos  

A partir de la fragmentación de objetos de plástico que tiene lugar en todos los ambientes, se generan partículas inferiores a 5 milímetros considerados microplásticos que son hasta del tamaño de nanopartículas menores a 5 micras de diámetro. Se encuentran prácticamente en todo tipo de formas: microesferas, micropelículas plásticas, microfibras y microfragmentos. 

Como último reservorio, los océanos reciben a través de descargas de origen terrestre el 80% de los desechos plásticos humanos. Se estima que el 30% de estos residuos sólidos se convierten en microplásticos, los cuales son confundidos por organismos e ingeridos, ya que algunos son menos densos que el agua y flotan, y otros porque se hunden y acumulan sobre el piso oceánico, comenzando así un proceso de bioacumulación desde invertebrados, moluscos, crustáceos, hacia niveles tróficos superiores como mamíferos, aves marinas y el propio el humano. 

Implicaciones toxicológicas

El perfil toxicológico de los microplásticos como fuente de contaminación comprende mecanismos de interacciones sinérgicas o aditivas entre los microplásticos y los contaminantes absorbidos, como pueden ser pesticidas, metales pesados o hidrocarburos que, en organismos vegetales o animales, se traducen en alteraciones que les impiden reconocer y defenderse contra bacterias, virus y sustancias extrañas que les son dañinas. Esto los hace susceptibles a estrés oxidativo a través de la generación de radicales libres; respuestas inmunológicas tardías o erradas; alteración de la expresión genética; genotoxicidad, neurotoxicidad, alteraciones en el sistema endocrino; por tanto, en anomalías reproductivas y efectos transgeneracionales por mutaciones.

Implicaciones en el ambiente y la salud publica

Como se ha planteado, la actividad humana ha provocado la contaminación por microplásticos en distintos ecosistemas y en especial el medio marino. Como resultado, los microplásticos se ingieren por muchas especies de vida silvestre, incluidos peces y mariscos. Debido a que los microplásticos están asociados con productos químicos desde su fabricación, y que además adsorben del medio circundante otros contaminantes, existe la posibilidad de una transferencia de su toxicidad física y química hasta el humano.

Obviamente su posible toxicidad dependerá de la cantidad de ingesta o dosis, el tipo de polímero, el tamaño de la partícula, la química de la superficie y la hidrofobicidad de contaminante asociado, pero es inminente que la humanidad cada vez resulta más expuesta a la ingesta indirecta de este tipo de partículas. La UNEP documentó más de 800 especies de animales marinos contaminados por ingesta de plástico, de las cuales 220 ingirieron microplásticos in natura o desde el medio en que habitan. Algunas investigaciones proyectan la ingesta de microplásticos por consumo de sal marina en 37 partículas por individuo/año, lo cual puede deberse a que las partículas quedaron atrapadas en los cristales de sal al evaporarse el agua o que provienen de los propios envases en que se comercializa. Como quiera que sea, están presentes en la sal de nuestra mesa

Plasticenta 

Esto nos lleva a un descubrimiento reciente llamado plasticenta. Consiste en la detección por primera vez de 12 nanopartículas plásticas de entre 5 a 10 micrómetros en las placentas de seis mujeres. Por el tamaño de estos nanoplásticos, se asume que son transportados a través del torrente sanguíneo; sin embargo, los investigadores no pudieron determinar cómo estas partículas llegan al torrente sanguíneo. Proponen que provinieron del sistema respiratorio a través de las partículas suspendidas en el aire o del sistema gastrointestinal a través de muchos alimentos en los cuales ya están presentes. Afortunadamente, los embarazos llegaron a buen término y sin complicaciones. No obstante, este hallazgo representa un peligro para la salud pública y debiera plantearnos muchas preguntas. Sobre todo, implica retos y acciones.

Nos queda mucho por hacer

Resulta urgente realizar estudios multidisciplinarios que nos lleven a evaluar el impacto de los microplásticos en distintos ecosistemas. Al parecer como humanidad no nos importa el ambiente. Pero al menos nos debiera preocupar la seguridad alimentaria y los mecanismos toxicológicos asociados a los microplásticos para poder enfrentar sus posibles efectos en la salud pública. Resulta imperativo que nuestra sociedad tome conciencia de esta problemática. Somos su origen y ya padecemos los resultados. Esto nos debería llevar a cambiar nuestros hábitos de consumo drásticamente. Para solucionar esta problemática, la educación ambiental es básica, pero también la participación social en distintas actividades ambientales para concientizarnos. Sin ambas acciones será difícil que, como sociedad, logremos cambios en el corto plazo. Mientras tanto, apelo al sentido común.

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Aramis Olivos Ortiz es investigador del Centro Universitario de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad de Colima. Campus Manzanillo.

Mail: aolivos@ucol.mx

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