Por Ana De Luca
Las teclas del piano son blancas y negras,
Pero suenan como a un millón de colores en tu cabeza
Katie Melua
Si bien han proliferado una serie de posturas frente al estado actual del medio ambiente y el futuro que nos depara, casi siempre terminan siendo dos las perspectivas. O bien somos muy optimistas porque creemos que algo nos va a salvar (y pronto); por otro lado, somos catastrofistas y suponemos que la debacle es inminente y ya no hay nada por hacer.
Un piano está compuesto de teclas blancas y negras, pero tiene la capacidad de generar un espectáculo auditivo tan complejo que su música evoca “un millón de colores” como nos dice Katie Melua en su canción Spiders Web. Por lo tanto, mirar de forma binaria la crisis (blanco y negro, optimista o pesimista) hace que nos perdamos de un espectro complejo de la discusión en vez de reflexionarlo desde su inmensa gama de colores y tonalidades.
Las teclas blancas o la propuesta optimista
La propuesta optimista suele depositar en la ciencia y la tecnología así como en las soluciones basadas en el mercado todas las esperanzas a la crisis ambiental. Como bien nos explicaba Luis hace unas semanas, hemos creído que los avances tecno científicos impedirán la debacle por su aparente capacidad para resolverlo todo. La realidad es que el deterioro ambiental va a un ritmo mucho más acelerado que la capacidad de respuesta que podría tener la ciencia y la tecnología.
Además, solemos creer ingenuamente que la tecnología tiene un carácter progresivo; es decir, que solamente mejora la vida de las personas. Consideramos como “avances” el reciente lanzamiento de Space X de Elon Musk, cuando en realidad su propósito es que unos cuantos multimillonarios viajen al espacio sin que esto tenga mejoras tangibles en la vida de la mayoría de las personas. Finalmente, que no se nos olvide que se han usado grandes recursos humanos y materiales para el desarrollo tecnológico de armamento militar. Esto es, los “avances” se enfocan en producir tecnología para la propia destrucción de los seres humanos.
Foto: Getty
Incluso debemos ser críticos frente a las propuestas tecnológicas que se han enfocado en luchar contra el cambio climático, como el caso de las máquinas cuya intención es la captura directa del dióxido de carbono de la atmósfera. Lo problemático de depositar toda nuestra esperanza en estas tecnologías es que nos impide buscar alternativas a un sistema económico global con una estructura de producción que depende de un crecimiento interminable y de contaminar sin fin nuestra atmósfera.
De igual manera, esta postura optimista se centra en soluciones basadas en el mercado y en lo que llamamos greenwashing que sucede cuando las empresas empaquetan sus productos como verdes y sustentables cuando en realidad no cambian nada en sus procesos de producción.
Otro ejemplo de soluciones basadas en el mercado son los mercados de carbono, en donde las empresas o los países pueden compensar sus emisiones pagando a los países en desarrollo para que almacenen carbono por ellos. Básicamente, se paga para poder contaminar y se aprovecha la pobreza de muchos países para que ellos lleven a cabo la labor que los ricos no están dispuestos a hacer.
El problema de la postura optimista y la manera en la que concibe sus respuestas a la crisis ambiental es que no nos permite revisar nuestros patrones de consumo ni la relación que tenemos con la naturaleza. Por ello, esta postura no solamente es ingenua, sino peligrosa para nuestro futuro.
Las teclas negras o la propuesta catastrofista
En contraposición a la propuesta optimista, están quienes se ubican del lado del catastrofismo ambiental. La postura consiste en pensar que el daño que le hemos hecho al planeta es tal que ya no hay marcha atrás. Desde esta perspectiva se piensa que, aparejado a la crisis ambiental, vendrá pobreza a escalas insospechadas, migraciones masivas, violencia, e incluso se habla de guerras nucleares, por ejemplo, entre India y Pakistán.
El problema de este escenario sombrío es que lo presentan como inevitable, y se nos infunde tanto miedo que entumece y anula nuestra agencia. Es, en otras palabras, una invitación a la resignación.
Además, tenemos que tener cuidado porque este tipo de discursos se pueden utilizar como excusa para lograr fines contrarios a derechos humanos. Se genera un estado de neurosis colectiva y este sentido de emergencia legitima el autoritarismo. Tales han sido muchos programas de esterilización forzada hacia mujeres pobres del Sur Global.
Más allá del blanco y negro
Si bien el discurso ambiental se nos ha presentado en blanco y negro, podemos imaginar que estamos sentados frente a un piano que tiene la capacidad de crear un universo sonoro de múltiples ritmos e intensidades, que nos evoque un amplio espectro de colores, texturas y sabores.
Eso nos permitiría abandonar el pensamiento binario y reconocer una pluralidad de caminos hacia la sostenibilidad para evitar el reduccionismo, los caminos lineales, así como las soluciones simuladas.
Y aunque no estemos alineados con la postura ¨optimista¨, hay que hacer música desde la alegría. Se vale que en este concierto de piano nos pongamos todos a bailar.
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Ana De Luca es candidata a doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Tiene una maestría por la London School of Economics and Political Science en Desarrollo y Medio Ambiente; asimismo, una licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM. Es parte de la Red Nacional de Investigación sobre Género, Sociedad y Medio ambiente; asimismo, es co-autora y coordinadora de varios libros relacionados a medio ambiente e igualdad de género. Es editora de la sección medioambiental de la revista Nexos.
Twitter: @anadeluca21