Por Estefanía Ayala

Estamos llegando a la mitad de julio. Justo en un mes como éste, pero del año 2011, la organización australiana Plastic Free Foundation comenzaría una iniciativa que hoy en día posee alcance internacional y es conocida como Plastic Free July, en español: Julio sin plástico. El proyecto que ahora cumple 10 años activo tiene por objetivo ayudar a disminuir la cantidad de productos plásticos desechables que las personas utilizamos. A su vez, pretende educar a la sociedad civil y algunas instituciones tanto gubernamentales como no gubernamentales para que nos hagamos cada vez más conscientes del inmenso impacto que tiene en nuestro planeta el que continuemos disponiendo de los plásticos de un solo uso de forma sostenida e incluso creciente.

Reto #Juliosinplástico

 

Para darnos una idea de las dimensiones del problema de contaminación por plástico, retomaré algunos datos del informe The Plastic Waste Makers Index publicado en 2021 por la Fundación Minderoo. De acuerdo con esta publicación, los plásticos de un solo uso (vasos, platos, popotes, bolsas, envolturas, charolas, etc.) figuran entre los residuos más difíciles de reciclar. En 2019, tan solo entre 10 y 15% de los plásticos de un solo uso producidos fueron reciclados; el 35% restante fueron incinerados; mientras que 31% fueron enterrados; finalmente, el 19% fueron vertidos como desecho en ecosistemas marinos o terrestres. Así pues, entiéndase que, lógicamente, la estrategia de apostar por el reciclaje no está siendo una solución a la talla del problema. 

El problema no termina aquí. Además de generar un desecho difícil de reciclar y ampliamente contaminante, la industria del plástico es responsable creciente de la emisión de gases de efecto invernadero. Y para empeorar la situación, los aditivos presentes en los plásticos de un solo uso han sido identificados ahora en nuestros alimentos y, por supuesto, en nuestros cuerpos. Investigaciones recientes reportan que la contaminación plástica es causante probable de problemas hormonales y reproductivos tanto en humanos como en otros animales

No quisiera ampliar más la descripción del problema. Hasta aquí podemos darnos una idea del increíble impacto que ha tenido para la Naturaleza el uso reiterado de plásticos. Pero ahora, pasemos del enfoque del problema hacia nuestra área de incidencia. Si a los gobiernos les toca regular y limitar la producción de plástico, a las empresas les corresponde migrar hacia la generación de materiales alternativos que no comprometan el equilibrio ambiental. ¿Qué pasa cuando los dos agentes anteriores no se activan por su cuenta? ¿Qué papel podemos cumplir nosotras las personas? 

Por nuestra parte, Julio sin plástico es una buena ocasión para aprender más sobre el tema y modificar nuestros comportamientos que, en lo cotidiano, están causando un daño ambiental más que considerable. Si bien parece que nuestras posibilidades de generar un cambio sean muy pequeñas, permítanme contrastar la imagen de nuestro alcance con lo siguiente:

Si una persona decide no volver a comprar botellas de plástico desechables y, en su lugar, carga consigo una botella rellenable, en un solo año habrá evitado, en al menos 365 ocasiones, la posibilidad de adquirir una botella desechable (si suponemos que podría comprar una por día). Sin mencionar que habrá ahorrado una cantidad importante de dinero, puesto que comprar con constancia botellas desechables es un hábito que a la larga resulta mucho más costoso que recargar la botella en casa o en nuestro lugar de trabajo. 

Ahora bien, si al adquirir nuestros alimentos, evitamos el plástico llevando con nosotros bolsas reutilizables y aprovechando los mercados y los comercios que venden los productos a granel en frascos o moldes reutilizables, podremos reducir de forma drástica la inmensa cantidad de bolsas desechables que se reparten en tianguis, mercados, abarroterías y supermercados. Incluso, si queremos dar un paso más, podemos incentivar la compra de productos de higiene personal y de aseo doméstico con modalidades a granel o bien con envases libres de plástico de un solo uso. Con todo ello, parece que la cantidad de residuos que podría evitar una persona en su día a día es en realidad mucho más considerable de lo que cabría esperar en un primer momento.

No quisiera que quienes leen esta nota asuman que toda la responsabilidad y la capacidad de acción está cargada del lado de la balanza individual. Sería ingenuo  eximir a las grandes empresas y gobiernos que por intereses económicos continúan promoviendo el uso inconsciente del plástico. Sin embargo, sí quisiera llamar la atención sobre cómo nuestras conductas diarias son la esfera sobre la que tenemos una capacidad de incidencia inmediata. Además, si una cantidad importante de la población comienza a buscar, promover y exigir transformaciones en nuestra forma de consumo, los otros actores involucrados (sector gubernamental en sus diferentes niveles  y sector industrial) no tendrán más remedio que acompañarnos en el cambio. En dicho sentido, la iniciativa Julio sin plástico es un excelente pretexto para involucrarnos y tomar iniciativa en la tarea de reducir el impacto ocasionado por el uso de plásticos de un solo uso.

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Estefanía Ayala es licenciada en Filosofía, Maestra en Investigación Educativa, defensora de la naturaleza y depositaria de esperanza en el poder de la palabra y la educación. Cotitular del Órgano de Pedagogía en Futuro Jalisco.

Referencias

Minderoo Foundation, The Plastic Waste Makers Index, Revealing the source of the single-use plastics crisis, Australia, 2020, disponible en línea,  [en]: https://cutt.ly/1mIYxDw (última consulta: 11-07-21).

Material recomendado

Craig Leeson (director), A Plastic Ocean (documental), Hong Kong, 2016, duración: 102 min. 

Yurena Gonzalez, Mejor sin plástico. Guía para llevar una vida sostenible, Plataforma Editorial, Barcelona, 2019.

 

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